A petición de la condesa
Es cierto. A sus 42 años, Gabriel Fauré ya era un músico consolidado, maestro de capilla de varias emblemáticas instituciones religiosas francesas, director de coros y orquestas e incipiente compositor. Esta última faceta era la que menos cultivaba porque el trabajo no le dejaba tiempo para la inspiración. Pero sus intenciones estaban claras: quería triunfar en el mundo de la composición. El siglo XIX estaba dando verdaderos maestros en este arte, capaces de hacer la transición desde el Romanticismo al Impresionismo musical que comenzaba a asomar la cabeza durante el último cuarto de siglo. Fauré no quería perder ese tren, máxime cuando su equipaje era abundante.
En aquella época, una mujer hacía las delicias del todo París artístico. Se trataba Élisabeth de Caraman, condesa de Greffulhe, una bella, qué digo bella, bellísima aristócrata, casada con el archimillonario Henri, conde de Greffulhe. El domicilio del matrimonio, situado en la rue Astorg era lugar de encuentro de políticos, ya fueran monárquicos o republicanos, nobles, escritores, pintores, actores e incluso, se dice, algún alto representante del clero. A la condesa Grreffulhe se la conocía como la esposa más engañada del mundo, pues su marido, el rico Henri tenía tantas amantes que había olvidado incluso el nombre de algunas de ellas. Pero la condesa esperaba con paciencia el día de la venganza.
Gabariel Fauré, en ese afán por abrirse hueco en el mundo de la composición, dio a la luz una obrita pequeña para ser interpretada al piano. Se trataba de su Pavana, inspirada en un baile popular español del siglo XVI. Corría el año 1887 y la obra ya estaba lista. En una de las fiestas multitudinarias de la rue Astorg, la condesa escuchó la obra y le encantó. Y llamó a Fauré, poco dado a codearse con la nobleza. Y le pidió que intentara dar más realce a su composición, más notoriedad. Y sacó la chequera. ¿Quién iba a contradecir a la bella y rica dama que, además, había valorado la obra tan positivamente? Y Fauré decidió orquestarla. Eso sí, con una orquesta reducida, pues su idea primigenia era crear una composición modesta: dos violines, una viola, dos clarinetes, dos oboes, dos fagotes, dos flautas, un cello y un contrabajo. Ya está. La condesa quedará satisfecha. Pero no. Había que hacer algo más porque la pequeña obra de aquel compositor en ciernes tenía que ser majestuosa. Y se le añadió un coro para que la partitura pudiera ser utilizada también como obra de ballet.
La versión orquestal se entrenó el 25 de mayo de 1888 en los Conciertos Lamoureux. Tres días más tarde se estrenó la Pavana, acompañada de coro, a cargo de la orquesta de la Sociedad Nacional de Música de París.
En el año 1917, los ballets rusos estrenaron una versión coreografiada de la inmortal obra de Fauré.
La Pavana fue el espaldarazo que el compositor francés necesitaba para hacerse ese hueco que iba buscando desde hacía tiempo para formar parte del selectivo grupo de compositores franceses del siglo XIX que han pasado a la historia de la música y cuyos nombres van siempre impresos en mayúsculas. A partir de ahí, sus obras fueron reconocidas con los más merecidos elogios. Y tuvieron hijos: en la Pavana de Fauré se inspiró Claude Debussy para componer el pasapié de la suite Bergamasca y Maurice Ravel para su Pavana para una infanta difunta.
¡Ah! ¿Qué cómo terminó la historia de la esposa más engañada del mundo? Cuando murió su marido se supo que en el testamento legaba su fortuna a una de sus últimas amantes. La condesa Grreffulhe llevó el testamento a los tribunales. Y ganó. ¿Cómo? Hizo publicar en la prensa parisina la relación, a toda página y con nombres y apellidos, de las numerosas amantes que su marido había tenido a lo largo de su vida. Las enfrentó a todas ellas para reivindicar parte de la fortuna y, al final, ninguna de ellas vio un solo franco. Todo para la esposa mecenas que tan bien trataba a los artistas.
Y un último detalle: Élisabeth Caraman, condesa de Greeffulhe, fue la mujer que inspiró a Marcel Proust a buscar su tiempo perdido.
Gabriel Sánchez
Bajo la dirección de la directora eslovaca Martina Batic, el la Orquesta Filarmónica y el Coro de Radio France interpreta la Pavana compuesta por Gabriel Fauré (Maison de la Radio et de la Musique, París, 2021):