Semanario Cultural

Biografías revisadas

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.

La biografía es un género literario que desde siempre ha contado con el aprecio de un público amplio, ávido de conocer la vida y sucesos de personajes destacados y su desenvolvimiento durante el tiempo que les tocó vivir, ya fuera en el mundo antiguo o en etapas posteriores como la época medieval o la renacentista, y así hasta nuestros días. En el canon de las mejores biografías sobre escritores relevantes se suelen citar, en lo más alto, Conversaciones con Goethe, de J. P, Eckermannn, Vida de Samuel Johnson, de James Boswell o el Kafka, de Reiner Stach.

Se ha escrito que la biografía tiene el don del ensayo, el trasfondo narrativo de la novela, el flujo del drama y la gracia lírica de la poesía, lo que la convierte, cuando está bien escrita, en un hecho literario de relieve. Pero también hay que tener en cuenta que toda biografía, por verídica que sea, siempre responderá a una subjetividad: la de su biógrafo. 

Sylvia Plath y Jean Paul Sartre

Viene a cuento esta introducción para saludar la publicación de nuevas biografías de personajes tan destacados y diferentes del mundo de las letras como lo fueron Sylvia Plath y Jean Paul Sartre. En EL CULTURAL, Nadal Suau reseña la última que se ha escrito sobre Plath, Cometa rojo, de Heather Clark, y la que ahora se publica en España pero que fue escrita en 1991 por Paul Alexander, Magia Cruda. Plath se suicidó a los treinta años, un hecho que, según Suau, ha condicionado la recepción de su obra por generaciones posteriores hasta convertir a la autora “en un mito que rozaría el fenómeno pop si no fuera por la importancia que su obra ha tenido en la vocación poética de numerosas voces contemporáneas.” Y es este hecho condicionante el que se revisa, y quedaría claro que no son los términos depresión, dolor y suicidio los que definirían a la escritora, sino que “recaería en este otro: `ambición’. Legítima y feroz, artística y pública, intelectualmente rigurosa, admirable y a contracorriente: ambición”. De Magia cruda resalta el crítico que se trata de una biografía en el sentido estricto del término “justo lo que necesita una figura culebronizada”, y en la que se pone el acento en el afán de escribir y publicar de Plath. Respecto a Cometa rojo, con sus 1.046 páginas recogiendo el minucioso y justo trabajo de aproximación al personaje se nos dice que es muy posible que estemos ante la biografía definitiva pues da la respuesta a la pregunta sobre quién fue Sylvia Plath. Y la respuesta no es otra, según resume Suau, que “una niña obediente en medio de una infancia confusa. Una adolescente abierta al sexo que puso cada detalle del entorno al servicio de su voz literaria. Una vitalista como son algunos suicidas. La hija no siempre justa de una madre no siempre justa. Un cuerpo desbordando deseos, dolencias, trastornos alimenticios (…) Una pacifista depresiva a menudo, perjudicada por los horrores pseudocientíficos de aquellos años en las clínicas psiquiátricas (…) una intelectual preocupada por la relación entre la forma y la musicalidad. Una alérgica al victimismo. En fin: una conquistadora en lucha contra el medio”.

Un Sartre muy distinto

Bajo este título, François Moudelmann ha escrito un ensayo con una visión del escritor y filósofo francés a contracorriente de sus biografías fieles a la visión de Sartre como paradigma de escritor comprometido, heroico. En su reseña del libro, que firma Jordi Corominas en LA LECTURA, ironiza sobre esa visión de los sartrianos, “apóstoles de una biografía canónica e irrompible, una vida de santo para una iglesia de nostálgicos sin verdadera voluntad de conocer a su supuesto objeto de estudio”. En Un Sartre muy distinto la visión es otra bien diferente. Se describe al Sartre íntimo como un amasijo de pequeños traumas, exagerados por su personalidad, consumidor de drogas desde la veintena, entre las que se cita el Corydrane, un combinado de anfetamina que consumió hasta que fue prohibida por las autoridades sanitarias. Se habla de consumos de hasta un frasco diario que le permitían trabajar hasta la extenuación, con la contrapartida de un deterioro de su salud. También se ahonda en su relación con las mujeres: “Mantuvo alrededor de cuatro amantes simultáneas, además de Simone, durante buena parte de su plenitud sexual, y programaba al detalle su tiempo de fornicio. Ninguna de sus amantes sabía si había más, y cuando alguna no estaba disponible, pagaba a prostitutas”. Datos que añadir a una biografía que según Corominas viene a constatar, frente a las que fijan lugares comunes, que “los relatos sin aristas se llenan de grietas si los diseccionas más allá de su fachada”. 

Autobiografía (inacabada) de Ramón Tamames

Al hilo de la actualidad política, y hablando de la revisión de algunas biografías, con Ramón Tamames en el centro del escenario, hemos conocido que en breve tendremos otro libro de Rafael Chirbes, del que se han publicado con éxito dos tomos con sus diarios en poco tiempo. El que se avecina será una recopilación de críticas literarias que Chirbes publicó en distintas revistas. Y en el adelanto editorial publicado en El Confidencial nos encontramos con la que hizo de la novela que escribió en su día Ramón Tamames y presentó al premio Planeta, quedando finalista. Su título, Historia de Elio, que Chirbes califica ya en el titular como autobiografía mística de don Ramón Tamames. Y comienza su reseña con estas palabras: “El señor Tamames estuvo en la cárcel; allí debió leer media docena de novelas; como hombre voluntarioso que es, y no pareciéndole difícil aquel arte, se puso manos a la obra y, en poco tiempo, se encontró con un producto de su propia creación. 

Una novela que no dé dinero no es una novela en la que haya merecido la pena invertir tiempo. Por esa razón, Tamames le vendió su obra al señor Lara, dueño de Planeta (…)

Para el señor Lara, como para Tamames, la letra —y el tiempo— son convertibles en oro. La mercancía resultante de las transacciones entre estos dos señores es esta Historia de Elio. 

Ramón Tamames (EP) y Rafael Crirbes

Chirbes califica el resultado (y el trato entre Tamames y Lara) de negocio sucio, y no tanto porque se haya manipulado un premio sino por la utilización y tergiversación que se hace de la pertenencia de Tamames al PCE: “lo que se ha vendido es algo que no pertenece a ninguno de los dos interlocutores: el prestigio que una organización política ha ganado en calles, fábricas y universidades; organización de la que el señor Tamames es una de las cabezas visibles y a la cual, sin duda, ha hecho un flaco servicio con su devaneo político-literario. Porque la venta es doblemente vergonzosa ya que, en el libro, conviven la más ínfima calidad literaria —capaz de mantener al lector en el triple salto mortal de la carcajada, la indignación y la vergüenza ajena— y los presupuestos ideológicos de quien ha sido el peor enemigo de la organización a la que el señor Tamames pertenece: el fascismo”. 

Desde el punto literario, Chirbes califica la novela como engendro donde “él es el héroe, voluntarista y positivo, que toma de la mano al lector y lo lleva por un largo camino, al cabo del cual debería aparecer toda la grandeza de Elio; pero Elio es, sin duda, tan mediocre como su narrador y entre ambos, espejos del autor, solo consiguen arrastrarnos a un mediocre sueño de niño fantasioso y un poco tonto (…) Con suficiencia, habla y dirige al proletariado militante y olé, o reflexiona sobre el arte de novelar con inimaginable alegría. Se inciensa como conductor, admirado por estudiantes y obreros, o escribe, sin el menor temblor en el pulso, que el Quijote es farragosa, que Cien años de soledad es plúmbea y se permite darnos algunos consejos a todos sobre cómo hay que escribir”. Y las perlas de Chirbes continúan, demoledoras con frases como esta: “Tamames, como tantos políticos de derecha, tiene un profundo deseo de gobernar, aunque, como demócrata que intenta ser, lo reprime parcialmente y espera gobernar no para siempre, sino solo durante una temporada: hasta que estemos todos maduros él llevará las riendas con firmeza e ilustración bien intencionada. Luego, se irá y saldremos todos al aeropuerto a despedirlo y todos los hombres querremos estrechar sus manos y todas las mujeres besarán sus mejillas”. Y en este sentido, concluye Chirbes, este “auto-Tamames-for-president, y el papel de las masas como comparsa vestida de lagarterana, la espera del pueblo hasta la madurez —que seguimos verdes, señor, que seguimos verdes—, y, por último, el reinar después de morir, permaneciendo entre nosotros en forma de espíritu invisible (que es otro de los sueños noveleros del señor Tamames que, por suerte para nosotros, es, como casi todos sus sueños, absolutamente irrealizable) son cosas que nos han olido a cuerno quemado durante demasiados años”. Además del de Tamames, otros libros premiados con el Planeta son desmenuzados por la afilada mirada del buen crítico y acerado lector que también fue Rafael Chirbes. 

Una distopía de Marta Sanz

Marta Sanz (Anagrama)

“La imaginación apocalíptica, desde las distopías clásicas de Zamiatin, Huxley y Orwell, ha tendido a urdir mundos futuros en los que las amenazas políticas del presente se han hecho opresiva realidad con el auxilio necesario de la ciencia y la tecnología. Nuestra actualidad, esclava de la virtualidad digital y de la inteligencia artificial, amoldada por la desinformación y por el descrédito del conocimiento, es pasto idóneo para las lucubraciones lúgubres de la ficción futurista, pero también para las sátiras distópicas portadoras, en el fondo, de consolación o quizá solo de justicia poética, como sucede en la última y muy recomendable novela de Marta Sanz, donde a la muchedumbre de los débiles se le ofrece su holocausto revolucionario. Frente a la toma de la pastilla, toda una toma de la Bastilla”. Con estas elogiosas palabras recibe el crítico de BABELIA, Domingo Ródenas de Moya, la novela Persianas metálicas bajan de golpe, de la escritora madrileña, y articulista de El País, Marta Sanz. En síntesis, la narración trata de la utilización de la tecnología por parte de los poderosos para perpetuar su control sobre los desfavorecidos e indefensos. Sin restar gravedad a ese panorama deprimente, el registro que ha escogido Marta Sanz es el de la sátira corrosiva y amarga en la que el humor negrísimo no estorba a la indignación ni esta se degrada por la ocurrencia grotesca o el brochazo esperpéntico, según el crítico, que elogia “el utillaje literario de Marta Sanz”, que aquí lleva la marca del posmodernismo pero puesto al servicio de un propósito a años luz del relativismo ontológico posmoderno: la realidad está ahí y es el teatro de la explotación, la injusticia y la mentira. “En ella las persianas metálicas que bajan de golpe son algo más que la banda sonora de un mundo falso. Marta Sanz cada vez afina con mayor excelencia el difícil acorde entre ética y estética”.

Sobre la misma novela, en EL CULTURAL, el crítico Santos Sanz Villanueva dice de la escritora: “Ver la cara oculta, disimulada o engañosa de la realidad y mostrar las paradojas que se encierran bajo las apariencias constituye un gran motor de la escritura, no solo narrativa, de Marta Sanz”. Una perspectiva sobre el mundo que lleva a su tensión máxima en esta su última novela, en la que lo sustancial es la protesta por el grado de deshumanización en que imaginativamente desemboca nuestra especie. Y concluye: “Con una técnica acumulativa algo fatigosa que prolifera las situaciones y con su propia banda sonora, la de humor sarcástico, Marta Sanz transmite una imagen del mundo como confuso maremágnum. Lo que no ofrece ante tan firme proclama es ninguna propuesta positiva concreta”. Nota al margen: Marta Sanz fue una de las prologuistas de los diarios de Chirbes, al que siempre mostró admiración.

                                                                                                        E. Huilson

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