Semanario Cultural

¿Qué será la literatura? Las palabras, las palabras…

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS CULTURALES.

Le pregunta Inés Martín Rodrigo al escritor Pere Gimferrer (poeta, narrador y una larga trayectoria de editor) en qué consiste la literatura, y éste responde: “Sé en qué consiste y también en qué no consiste. Desde luego, no consiste en contar un argumento. La literatura consiste en cierta forma de disponer las palabras, en la forma de narrar. Sería parecido al cine, pero no por lo que cuentas, sino por la forma de contarlo”.

Dice Gimferrer que en su juventud pensó en dedicarse al cine, pero se decantó por los libros, teniendo claro que nunca viviría de ellos. Eligió, pienso yo, por la fijación, el amor y respeto que tiene por las palabras. Él dice que es lo que se le debe pedir a un poema: “las palabras, las palabras…” y recuerda que Ravel le dijo a Mallarmé: “Quiero escribir poemas, pero me faltan ideas”. Y Mallarmé le contestó: “No, no, no se hacen con ideas, los poemas se hacen con palabras”.

En la entrevista, que pueden leer en el suplemento Abril, recuerda Gimferrer que Gil de Biedma se preguntaba cuando dejó de escribir, “por qué escribir, al fin y al cabo, lo normal es leer”. Ya dijo Borges que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito.

La ficción es uno mismo. Dos ejemplos

Todas las armas de la literatura valen en la generosa casa de Cervantes, por eso hay debates que no deberían de existir, y uno de los más conspicuos es ‘¿autoficción sí o autoficción no?’. Cuando a un lector le gusta un libro le da igual las taxonomías de la crítica literaria. Te puede gustar Guerra y paz y te pueden gustar los Ensayos de Michel de Montaigne al mismo tiempo”. Lo defiende el escritor Manuel Vilas en un artículo que firma en El Cultural sobre el asunto de la autoficción, a raíz de la concesión del premio Nobel de Literatura a Annie Ernaux. Por alguna razón que desconozco, Vilas lleva algún tiempo enfadado con la crítica literaria, lo que no es una excepción entre escritores, dicho sea de paso. Se queja Vilas en su artículo del pasado viernes que “a los escritores que hemos usado hechos de nuestras vidas como inspiración para construir novelas se nos suele acusar de dopaje literario, como a los ciclistas (…) llama la atención que, en España, aquello que en modo alguno es relevante para el lector lo sea tanto para la crítica, que cuando ve una novela autobiográfica le dedica media página a decir que eso no es una novela, y la otra media a decir cómo se escribe una novela. Es la vieja y cansina intolerancia patria, que aparece por donde menos te lo esperas”. La crítica literaria elevada nada menos que a “vieja y cansina intolerancia patria”. ¿Qué le habrá hecho la crítica a este hombre, que parece le hubieran robado la alegría?

Diamela Eltit

“Los textos literarios no pueden escapar de la autobiografía”, afirma la escritora Marta Sanz, también en El Cultural: “En este sentido, la superioridad de los géneros confesionales sobre las ficciones narrativas, o del terror sobre los libros basados en hechos reales, son polémicas de mercado. Se trata de hacerlo bien: afinar los instrumentos adecuándolos a la intención. Por ese motivo, tanta razón tiene Diamela Eltit cuando define las actuales autobiografías como molde retórico afín a la lógica del individualismo neoliberal, como Ernaux (la premiada con el Nobel) cuando nos hace pensar en sus textos como auto-socio-biografías que, en su bella parquedad filosa, practican la denuncia política”. Sea.

No sabía yo de Diamela Eltit, pero veo que el crítico J.A. Masoliver Ródenas en Culturas, reseña una de sus novelas, El cuarto mundo. Empieza el crítico con una especie de nota aclaratoria: “No tengo un buen recuerdo de Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949), a la que conocí en casa de Margo Glantz, pero uno de mis principios como crítico que me he ido exigiendo a lo largo de los años es que no hay que mezclar nunca al escritor con la persona que escribe. Y la escritura de Eltit merece toda mi admiración y simpatía. Sus novelas, escritas desde la inteligencia, radicales, con una prosa que, sin caer en la experimentación, evita cualquier lugar común, están entre las propuestas más interesantes de la actual narrativa latinoamericana. A lo que se suman sus brillantes ensayos. Reflexiona sobre la sociedad chilena, con una abierta condena a la dictadura de Pinochet”. Recomienda Masoliver Ródenas la lectura de El cuarto mundo, reeditada por Periférica, novela que gira en torno a la identidad latinoamericana. 

Diarios (entre la autobiografía y la autoficción)

Es lo que ofrecen los diarios de Chirbes. Begoña Méndez, en El Cultural, los define como una fiesta de la vida al borde de la ancianía, decrepitud cascarrabias de hombre lúcido y terrible. Chirbes se pelea para “no dejar al poderoso la narración de la historia” Defiende que la literatura no cura ni debe hacerlo, que no alivia y con ella no escampa la niebla densa. Defiende que la literatura no es más que un tremendo desconsuelo, un castigo que obliga a vernos en desnudez: “Ni el Lazarillo, ni la Celestina, ni el Quijote consuelan de nada. Desnudan. Ponen al descubierto los engranajes de su tiempo: más bien, desconsuelan”. Amén de escribir, Chirbes se descubre en estos diarios, de los que se acaba de publicar la segunda entrega, ser un gran lector, además de por el gran número de libros, por la profundidad de sus apreciaciones. 

Rafael Chirbes

Dice el crítico de ABC Cultural, J.M. Pozuelo Yvancos que la publicación de estos Diarios es una de las mejores cosas que le ha pasado a la literatura española en los dos últimos años. 

Añadamos por nuestra parte que Chirbes aprovecha este segundo tomo para extenderse en sus filias literarias (Galdós por encima de todos) y, menos, en algunas fobias: Juan Goytisolo, con el que se enemistó, Piglia, que no le dice mucho, y hasta declara cierto hastío de ver tan citado a Borges. Tampoco Vila-Matas es santo de su devoción, por lo que deja entrever. Pues eso, Galdós le sirve a Chirbes como modelo para su littérature engagée, y el realismo como forma, dado que “es la que mejor encarna esos valores de afán sociológico pues es la que consigue reproducir más fielmente la realidad en su historicidad más concreta” (Violeta Garrido. Anales de Filología Francesa).

El fantasma (negro) que más libros escribe y mejor los vende 

La literatura del entretenimiento también se hace de palabras, que diría Gimferrer, pero aquí, añadimos nosotros, con mucho argumento, cuanto más rocambolesco, mejor. Es la fábrica de los éxitos de ventas. En la oscuridad, según cuenta Eduardo Hojman en Abril, “una legión de fantasmas (que) recorre el mundo literario. Trabajan en las sombras, vendiendo su pluma e imaginación para que otros se lleven la gloria. No aparecen en los periódicos, no se los menciona en los suplementos literarios, no están en la foto de la entrega de premios; con escasísimas excepciones, sus nombres no se conocen”. En el mundo anglosajón y en Latinoamérica se les llama “escritor fantasma” (del inglés ghostwriter). En español e italiano “negro”. Y nègre, en francés. 

El autor del reportaje habla con un puñado de estos “escritores fantasma” que dejan su opinión sobre cómo se apañan para ganarse el pan, qué contratos de confidencialidad firman y demás circunstancias de un oficio “sombrío” (por lo de estar a la sombra). Uno de estos profesionales ocultos, Pepe Pótamo (un alias falso, obviamente), se pregunta sobre si es moral que el lector no sepa que tras el nombre del escritor que cree estar leyendo haya otro escribiendo para él, y se responde: “el problema moral debería tenerlo quien decide no poner al ghostwriter en los créditos, porque entonces te relega a un extraño limbo en el que eres un personaje oscuro, un limpiador, un mercenario del que no hay que hablar delante de los niños”.

La literatura a escena

Juan Mayorga (Foto: Dondyk+Riga/Teatro Urgente)

El próximo viernes se celebrará la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias. El de las Letras lo recogerá el dramaturgo Juan Mayorga, posiblemente el autor más destacado del panorama teatral español. El Cultural y ABC Cultural lo llevan a sus portadas. De las entrevistas que publican entresacamos dos reflexiones de Mayorga: 

“No hay que olvidar que sin la escritura teatral no se puede reconstruir la historia de la literatura universal, ya que acaso el más grande escritor de la historia sea William Shakespeare. Ni de la literatura española: bastaría para probarlo mencionar los nombres de Lope, Calderón, Valle-Inclán y Lorca”.

“El texto teatral debe despertar el deseo de teatro, de reunión. Esa reunión tiene dos momentos: uno, el momento en que esas palabras convocan a unos actores; y dos, el instante en que esos actores abren su palabra y sus gestos a la ciudad. Cuando uno está escribiendo una obra de teatro, ya está escribiendo una literatura que se singulariza por el hecho de que busca ser excedida…”

Y todo ello hecho con la fina hebra de tejer que son las palabras, las palabras, las palabras…

                                                                                                      E. Huilson

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