Relatos con música

CATALANES AL ASALTO DE LOS CASINOS DE LA HABANA Y LAS VEGAS (y II)

De izquierda a derecha, Jimmy Durante, Peter Lawford, Esther Williams, Cyd Charisse, Ricardo Montelbán y Xavier Cugat

Un empujón de Caruso y otro de Rodolfo Valentino

1900. Girona. Una costurera da a luz a un niño. El padre, republicano, acusado de revolucionario, no tiene trabajo. Hay que emigrar. Cuba es el destino natural de quienes desean abrirse camino en la vida, de espaldas a la España que les ignora si no les castiga o persigue. Y hasta allí emigra  en 1903 la familia Cugat, padre, madre y tres hermanos. En La Habana, el pequeño Xavier comienza a tomar clases de música. El violín es su instrumento favorito y con sólo 9 años ya despuntaba. Mitad por su virtuosismo, mitad por ser atracción de feria, a esa edad ya tocaba con la sinfónica de La Habana.

Pero la isla se le quedaba pequeña y con quince años decidió probar fortuna en Nueva York. Durante diez días durmió en un banco de Central Park, eso sí, con su violín como almohada. Se las ingenió para asistir a una representación de Enrico Caruso en la ciudad de los rascacielos, Y tocó delante del tenor italiano. Éste, un poco para quitárselo de encima, le dio una carta de recomendación. Y la firma del cantante le sirvió para entrar en el Carnegie Hall. Pero el director no vio talento en el violín clásico de Cugat y le despidió. De vuelta al vagabundeo. Y de vuelta también a buscar una recomendación. En esta ocasión, en Hollywood. Había oído hablar de una nueva diversión llamada el cinematógrafo que se fabricaba en Los Ángeles. Allá que se fue, y consiguió que Rodolfo Valentino le colara en una escena de la película Los cuatro jinetes del Apocalipsis tocando el violín para ambientar un tango que Valentino bailaba. Aquello gustó al actor que le propició un trabajo para tocar música ligera en el club Coconut Grobe. La carrera ya comenzaba a encarrilarse. Y de allí, atravesando todo el país, de vuelta a Nueva York, esta vez para instalarse en el Waldorf Astoria con la orquesta del hotel. Poco a  poco, el catalán fue ascendiendo peldaños hasta conseguir hacerse con la batuta de la prestigiosa formación del hotel más importante de la ciudad. Su vida en La Habana le llevó a ensayar ritmos afrocubanos y a combinar el son latino con la música de baile, lo que hizo furor entre los yanquis, que no salían de las cursis baladas de la época. Cugat rompía con todos los esquemas conocidos hasta el momento y le daba a la música un ritmo y un color nuevos: la conga, la zamba, el bolero, el mambo… La Cucaracha o el Tico-Tico  competían con el trombón de Glenn  Miller o con la trompeta de Harry James.  La orquesta de Pérez Prado se fijó en los arreglos del catalán y comenzó a imitarle. El éxito, por fin, había llegado para aquel niño emigrante. 

A partir de ese momento el nombre y la fama de Xabier Cugat subieron como la espuma. Asiduo de los casinos de Las Vegas, participó en la inauguración del famoso hotel Flamingo, junto a su orquesta. Actuó para Lucky Luciano o Frank Costelo. Ya lo había hecho antes, durante tres años, para Al Capone: “me pagaba todos los sábados”, llegó a decir. Y reconoció que actuar en Las Vegas era actuar para la mafia, “porque controlaban la ciudad entera. Pero yo no llevaba revolver ni mataba a niños”, se justificaba.

Xavier Cugat, de pie, junto a Rita Hayworth, Shirley Temple y Fred Astaire

Hay que reconocerle su participación en grandes producciones cinematográficas como Bailando nace el amor, protagonizada por Fred Astaire o Escuela de Sirenas, con Esther Williams en la cabeza del reparto. 

Tanto ha sido su reconocimiento como músico que fue el primer español que tuvo una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. En la novela de Stephen King 22/1/63 se le menciona en dos o tres capítulos. En la película Good morning, Vietnam, Robin Williams, que interpreta al locutor que programa música en la radio de las fuerzas norteamericanas, le cita en alguna ocasión. En las primeras escenas de la película Un tranvía llamado deseo, la música y el nombre de Xavier Cugat se escucha nítidamente. 

Los últimos años de su vida los pasó en Barcelona, viviendo en el hotel Ritz y recordando sus años de gloria. Merecida gloria.

Gabriel Sánchez

Xavier Cugat y su orquesta:

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