Novelistas de ayer y hoy
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS
No hay semana en la que no encontremos en los suplementos culturales alguna buena conmemoración literaria, que suele conllevar nuevas reediciones de antiguas obras o la publicación de inéditos salidos de recónditos cajones. Por ejemplo, este está siendo el año de Kafka, por los cien años desde su muerte, y se están surtiendo las librerías de nuevas ediciones de sus relatos. También se celebran nacimientos, como el de Luis Martín-Santos, hace ya cien años, aunque para ser precisos habría que esperar a noviembre. Y también se escribe de onomásticas de libros, como observamos en LA LECTURA a cuenta de La montaña mágica.
Nos quedamos esta semana con Martín-Santos, el autor de Tiempo de silencio, novela rompedora en aquel 1962 que llegó a las librerías españolas (no sin ciertas mutilaciones de la censura), y que ahora es reeditada por Seix Barral con prólogo de Vila-Matas. Por su parte, Galaxia Gutenberg ha comenzado a publicar sus obras completas. Cuenta en ABRIL Eduardo Bravo los avatares de la novela, pero también de la trayectoria personal de Martín-Santos, que además de escritor fue un destacado psiquiatra, elogiado por Castilla del Pino, que pensaba de él que era “la cabeza más clara que la psiquiatría española poseía”. Su militancia clandestina en el PSOE le costó la cárcel y la cátedra. Y relata Bravo cómo al examen llegó escoltado por la policía y su propio padre, un militar de alta graduación vestido de general (la profesión paterna le permitió que pudiera presentarse). A aquel cortejo que llegó a la universidad le “faltaba, para una película de Buñuel o Saura, un cardenal, un coronel de la Guardia Civil, un torero vestido de luces, monjas, un coro de marquesas y otro de mendigos”, según palabras del también psiquiatra, Fernando Claramunt.
En la cárcel termina Tiempo de silencio y se la envía al editor Carlos Barral, que le responde, según cuenta Bravo, con entusiasmo: “Querido Luis: tu novela es sensacional. Y además va a caer como una bomba en medio del panorama uniforme del joven realismo patrio”. Josep María Castellet, en su informe de lectura, recomienda la publicación, y deja por escrito: “De un asunto vulgar, ha sacado una obra interesantísima hecha de comentarios, alusiones, ironía, crudeza y ternura”.
Pero como en la recepción de una obra, y más si se convierte en éxito, no existe la unanimidad, los hubo que mostraron menos entusiasmo, como su propio amigo Juan Benet, que tachó la novela de “costumbrismo puro”, en una descalificación en la que se ha visto cierta envidia por el éxito que obtuvo.
Antes que ABRIL ya publicó EL CULTURAL hace dos números un par de artículos en torno al centenario del nacimiento de Martín-Santos, de donde extraemos una valoración sobre la influencia de Tiempo de silencio, realizada por el catedrático de la Complutense, Epicteto Díaz Navarro, editor del tomo III de las Obras completas de Martín-Santos: “La influencia de Tiempo de silencio se debe a que era ejemplo de una novela distinta y que se escribía en un español deslumbrante. No cabe duda de que también tenía maestros, James Joyce y Marcel Proust, quizá el Nouveau roman, pero en su caso el experimentalismo no llegaba a construir un texto hermético o de imposible lectura. Llamaba la atención el reflejo del mundo marginal en las chabolas que rodeaban Madrid, que el narrador denomina “soberbios alcázares de la miseria”, y su yuxtaposición con el de la alta burguesía, entretenida por una conferencia de Ortega y Gasset. La misma distancia emocional aleja al lector de ambos mundos. La valoración de la forma y la composición minuciosa fueron quizá su gran legado”.
Los alemanes se lleva el Alfaguara
La novela Los alemanes, de Sergio del Molino, ha obtenido el premio Alfaguara de este año. Del Molino es un prolífico escritor de ensayo, ficción y también articulista. Hace algunas semanas fue noticia de manera involuntaria por el insulto que le dedica Fernando Savater en su último libro, que incluye una diatriba contra El País, en la que le tacha de “mindundi servicial” a Del Molino. No es el único periodista denostado. El objetivo de Savater, articulista ahora errante y antaño filósofo de gran éxito como divulgador (y “viudo doloroso, de público lamento”, añade un vecino del Patio) era que, en vez de irse, prescindieran de sus servicios. Y lo consiguió. Dejó de ser compañero-articulista de Del Molino en El País.
En Los alemanes se cuenta la historia de una familia, los Schuster, descendientes de los alemanes de la colonia de Camerún que, en 1916 y al caer frente a los aliados, se entregaron a las autoridades españolas de Guinea y acabaron asentándose en varias ciudades españolas, entre ellas, Zaragoza. El hecho es histórico, pero el argumento vuela hacia la ficción, de modo que se convierte en una “aleación de novela de aventuras, de crímenes y de intriga, todo ello levantado sobre el sedimento de un relato histórico que rastrea las consecuencias hasta hoy mismo de unos hechos de hace un siglo”, escribe Santos Sanz Villanueva en EL CULTURAL. La trama versa sobre varios miembros de dicha familia a partir de la muerte de un hijo de la última generación, “cantante famoso y provocador (…) También hay evocación del pasado que saca a relucir la complicidad del franquismo con los nazis. El ayer cercano, la actividad criminal del padre, pasa factura al ahora en forma de un chantaje político para llevar adelante un pelotazo inmobiliario que destroza a toda la familia”.
Reconoce el crítico que el “enredo argumental” mantiene la atención del lector, pero nota que “la fuerza comunicativa de una peripecia intensa y dura no se acompaña de un tratamiento narrativo satisfactorio. La familia obedece a un determinismo hereditario decimonónico. Los personajes no esquivan el carácter maniqueo, y el judío malo es malísimo, retorcido, una caricatura. Momentos de la acción resultan folletinescos”, lo que le lleva a concluir que “la interesante peripecia de Los alemanes queda en los mismísimos confines del melodrama.”
Por el contrario, en ABRIL, Otero Barral elogia la habilidad narrativa de Del Molino: “consigue enhebrar la descripción, el monólogo interior, la acción y los diálogos de una manera fluida y natural. Pero, además, en tanto que el pasado es un asunto fundamental en este libro, el autor se las arregla para introducirlo de un modo muy orgánico –a veces nostálgico, a veces tormentoso– y que sirva como pincel preciso para dibujar tanto a los personajes como a toda la comunidad”.
Un premio bien dado, defiende Otero Barral, lo que viene a desmentir que “los galardones se den siempre a las obras de mejor deglución para los lectores. Es la novela más arriesgada de Del Molino. Y la mejor”.
Y como no hay dos sin tres, en LA LECTURA, Juan Marqués se rinde a la capacidad narrativa de un autor que se ha prodigado sobre todo en el ensayo: “pronto se comprueba que Del Molino lo hace todo bien también en la jurisdicción de la novela, y tanto los diálogos como el uso de tiempos y espacios, así como el abordaje psicológico o, por supuesto, la documentación, son magistrales”. Una novela para encandilar por su planteamiento y personajes, afirma.
(Aviso a malintencionados: Alfaguara dejó de pertenecer al grupo Prisa el año 2013, cuando Santillana se la vendió a Penguin Random House por 72 millones de euros. Fuente: Wikipedia).
El sucesor de Mr. Amis
De ser cierto lo que anuncia Rodrigo Fresan en ABC CULTURAL, los fans del escritor británico Martin Amis, fallecido apenas hace un año, estamos de enhorabuena pues ya tiene sucesor. Su nombre: Adam Thirlwell, de quien afirma categórico que “es, no solo el heredero legítimo del gran Martin Amis, sino además el mejor escritor inglés de su generación”.
Y por si nos quedaba alguna duda, inicia su reseña de El futuro futuro, novela de la que es autor Thirlwell, con esta referencia al maestro Amis: “En Desde dentro, la novela meta-memoriosatotal de Martin Amis, ocupa un sitio importante y reverencial la despedida a uno de sus dos maestros (…) Saul Bellow. Igual sensación de orfandad habrán sentido muchos tras la muerte del autor de Campos de Londres o La información o La zona de interés. Algo de consuelo para todos ellos: Thirlwell es no sólo su heredero a la altura del testador sino, también, el mejor escritor inglés de su propia generación”. Thirlwell sorprendió con su debut en Política, “continuó maravillando” con sus siguientes novelas y con ensayos formidables, y, ahora, en opinión de Fresán, “todo lo anterior confluye en El futuro futuro”.
Si nos atenemos a la descripción de la novela que hace la editorial, Anagrama, parecería, de inicio, de género histórico, situada en el París del XVIII, con una joven Celine, casada con un funcionario del gobierno mucho mayor, cuya reputación está en juego y de la que circulan panfletos anónimos con ficciones pornográficas. Pero no es así, que sea una novela histórica, porque el lector se encontrará con anacronismos, palabras y detalles impropios de esa época en la que se sitúa la acción. Y “porque esos panfletos pornográficos que condenan a Celine se parecen demasiado –en su toxicidad y contagio y velocidad– a los tuits de aquí y ahora”, remata Fresán. Y concluye explicando que, en definitiva, lo que más importa es el estilo de Thirlwell: “su muy particular idioma dentro del idioma inglés, su indisimulable vocación por divertirse escribiendo para que uno se maraville leyendo. No hay muchos narradores de su edad así, no quedan demasiados así mayores que él”.
Y la despedida
No sin antes reflejar que Mariana Enriquez sigue cosechando elogiosas críticas para su último libro de relatos. En ABC CULTURAL, Pozuelo Yvancos escribe: “Los procedimientos de la originalidad de Mariana Enriquez le llevan a entregar cuentos a mi juicio muy buenos con tan solo alguno menos logrado de los doce que componen Un lugar soleado para gente sombría (…) Mariana Enriquez domeña muy bien los estratos imaginarios y los ancla en mundos muy conocidos por los lectores de su literatura anterior”.
Y en ABRIL, Anna María Iglesia defiende que el último libro de la argentina es excepcional, y la autora “se impone al género de relato, lo hace suyo huyendo de categorizaciones, llevando a su terreno lo fantástico y lo terrorífico, mirando la realidad desde lugares distintos, introduciendo citas, referencias, canciones… Un ejercicio de libertad creadora por parte de una escritora que nunca decepciona”.
Y el punto final a nuestra lectura particular de suplementos culturales que sea con una frase sobre la crítica literaria del escritor, y también crítico, Patricio Pron en CULTURA/S. Viene a cuento de la reseña que firma sobre el último libro de Saunders, del que ya hemos hablado aquí. Dice de él: “No es `el mejor escritor de cuentos norteamericano vivo´ ni `el maestro del cuento contemporáneo´, dos expresiones que –con su machacona y perezosa repetición– degradan al escritor George Saunders a la condición de cliché, y a la crítica literaria, a la de publirreportaje. Pero Saunders es muy bueno, uno de los mejores”. La buena medida del elogio, tan difícil de encontrar.
E. Huilson