Del complicado pasado colonial y las modernas interpretaciones… literarias
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.
Dos escritoras africanas que han alcanzado el éxito literario en una lengua diferente a la suya materna, o a la de su país de origen, protagonizan las portadas de dos de los suplementos semanales que leemos en el Patio, ABRIL y BABELIA. En el primero, la franco-marroquí Leila Slimani es entrevistada por Elena Pita con motivo de la publicación de su novela Miradnos bailar. Y en BABELIA, la mozambiqueña Paulina Chiziane, reciente premio Camões, repasa, en la entrevista que firma Tereixa Constenla, su trayectoria vital, marcada por la violencia de los últimos años de colonización portuguesa y la posterior lucha por la independencia.
Hablan de su condición de mujeres en países que fueron colonizados en su día, pero desde situaciones vitales muy diferentes; también en su condición social. Hasta su actitud hacia las preguntas son distintas. Se percibe en sus respuestas.
Ya advierte Pita en la entradilla que la visita de dos días a España de Slimani para promocionar su novela la hizo llegar a la entrevista “reventada y de mal humor”. “¿Llegó de mal humor o vive de mal humor?”, se pregunta, no obstante, la entrevistadora. Y pide al lector que juzgue por sí mismo. Y sí, el malestar de la entrevistada se deduce enseguida leyendo sus palabras transcritas. Aunque pudiera ser que no tanto por el cansancio del viaje como por las preguntas, reiterativas, que inciden en su condición de mujer proveniente de la cultura del islam. Un ejemplo: le pregunta la entrevistadora sobre sus personajes femeninos, de los que observa que tendrían una doble personalidad, pública y privada, de marcadas diferencias, y si es que ello responde a que así se ven obligadas a vivir las mujeres islámicas. Enseguida, Slimani matiza: “No, no es algo específico de las mujeres islámicas, sino una condición muy común del género humano”. Siguiente pregunta, la entrevistadora se interesa por cómo es el sexo “bajo el hiyab, el burka y otros velos y máscaras islámicos”. Slimani responde: “No entiendo bien la pregunta, en Marruecos las mujeres no se cubren la cara. Afganistán no es Marruecos. El sexo es exactamente igual que en cualquier otro lugar, hacemos básicamente lo mismo [ríe, incómoda]”.
En Miradnos bailar uno de los temas que se abordan es el incesto entre una tía y su sobrino, “algo que escritores conocedores del mundo árabe, como fue Juan Goytisolo, han descrito como habitual y fabulosamente intrigante (…) ¿No es esta historia algo común en su cultura?”, pregunta Pita, y Slimane contesta recordando la película Bellísimo noviembre, de Mauro Bolognini, donde se relata la relación entre una tía y su sobrino. Y explica que este tipo de relación “es algo muy usual en el cine occidental y, sobre todo, en el sur de Europa después de los 50. No tiene nada que ver con el islam ni con Marruecos, es simplemente algo habitual que sucede en muchas familias. No sé por qué me pregunta tanto por el islam”.
Pita, le dice entonces no querer “incomodarla”, y cambia de tema para hablar de colonialismo y de cómo acabar “con esa mentalidad que impregna las instituciones y relaciones de Occidente con el mundo”, pero añade otra pregunta: “¿qué hay de los países árabes, cuya cultura fue la primera en colonizar la península Ibérica, durante nada menos que siete siglos? ¿Cree que los marroquís han superado ese complejo de superioridad? (sic)”
Y Slimani discrepa: “Al-Andalus no fue una colonización, el colonialismo en términos históricos es la ideología moderna creada a finales del XVIII. Esto no quiere decir que los objetivos e incluso la violencia fueran los mismos que en el colonialismo moderno, pero es como si me dice que no fue una invasión lo que acometieron los españoles al descubrir América en el siglo XV. Es muy peligroso comparar diferentes periodos de la historia y es bastante ridículo establecer quién fue primero. No me parece lo mismo apropiarse de un territorio y una cultura en el medioevo que en el siglo XX. Como no es igual la forma en que los árabes echaron raíces en España y Portugal a como los españoles o franceses actuaron en los lugares que colonizaron”.
Por derroteros distintos transcurre la entrevista de Tereixa Constenla a la mozambiqueña Paulina Chiziane en BABELIA, a quien presenta como “la escritora que luchó contra la ocupación portuguesa, ha desafiado el colonialismo cultural con una obra de afirmación africana que la convirtió en el primer autor bantú en ganar el Premio Camões” (Este premio es un equivalente, en el ámbito literario lusófono, al “Cervantes” en la literatura en español). Cuenta Constenla que “Chiziane aprendió las primeras palabras de la lengua que luego se rendiría a sus pies en una escuela para negros”. Eran los tiempo en que Portugal se presentaba a sí mismo en los mapas como un país inmenso con sus territorios de ultramar: “La geografía sumaba y alimentaba los sueños de grandeza de la dictadura”. Aquel imperio segregaba a negros, mestizos y blancos en colegios separados. La familia de Paulina, bantúes de la provincia de Gaza, hablaban chope, una lengua minoritaria que debieron limitar a la intimidad cuando emigraron a los suburbios de la capital, donde el idioma común era el rongue. Cuando Paulina llegó a la escuela para negros de las monjas católicas descubrió que ni el chope ni el rongue existían. Aprendió a leer y a escribir portugués. “Y se apoderó del portugués, lo adaptó a la realidad mozambiqueña y lo llenó de palabras en chope y rongue, lo que provocó cierto desdén en los ámbitos literarios, pero siguió fiel a su estilo. Con una decena de libros en su haber, narrativa y poesía, en 2021 se convirtió en el primer autor negro en ganar el Premio Camões, que no pudo recoger hasta esta primavera a causa de la pandemia.
Habla en la entrevista de la colonización, del trato que recibían las mujeres: “En la mente colonial una mujer era una cosa inútil que solo servía para cocinar o para el sexo”; de su escritura no ortodoxa del portugués: “Aquellos que se consideraban eruditos, ligados a las academias, miraban hacia mis libros con desprecio. Primero porque soy mujer. Segundo porque no uso el portugués canónico. Tercero porque no procedo de una clase social considerada noble. Pero el lector común, que no tiene nada que ver con eso, fue leyendo. Y le encantó. Al final la opinión pública suplantó la opinión de estos puristas de la lengua”. Niketche, una historia de poligamia (2002) es su novela más famosa, en la que cuenta la historia de Rami y su proceso de crecimiento personal tras descubrir que su marido, funcionario de policía, tiene otras cuatro esposas. La poligamia contada desde dentro.
Dibujar El nombre de la rosa
Es lo que ha hecho el italiano Milo Manara, famoso por sus cómics eróticos, llevar a viñetas la novela de Umberto Eco, pero respetando en los textos elegidos para acompañar las imágenes las palabras del autor, “todas son de su novela, no he cambiado ninguna”.
Explica el dibujante en LA LECTURA, entrevistado por Darío Prieto, cómo ve él la Edad Media y sus conflictos doctrinales, sobre los que gira la novela, época a la que no le faltó fantasía, sostiene: “Es cierto que la Edad Media se caracterizó por los conflictos, la violencia y la crueldad. Pero también fue una época de una gran fantasía. La ciencia no estaba tan avanzada –en realidad no existió como tal hasta el siglo XVI– y se suplía la falta de conocimientos con la fe. Así que se inventaron el mundo. (…) No fue una época oscura, ni siquiera dramática. La visión que nos ha llegado era la que tenían los románticos del siglo XIX, como Edgar Allan Poe o Mary Shelley, que escribían novela gótica.” La actualidad de la novela sigue vigente, según Manara, por tres aspectos fundamentales: “En primer lugar, la risa, la capacidad de reírse de las cosas, que es una de las constantes de la novela (…) el segundo es el debate sobre la pobreza estructural. Es un aspecto fundamental, pues considero que la gran tragedia de nuestro mundo actual es la pobreza… y el último punto es la mujer (que es la venganza final de Eco: la mujer descrita con versos del Cantar de los cantares, como vehículo de santidad y salvación)”. El dibujante, que pasó por Madrid para presentar el primero de los dos tomos de la adaptación de la novela, explicaba que del proyecto “la mayor dificultad era quitar todo lo que fuera superfluo y quedarme con la estructura. Como un rascacielos: tenía que quitar las paredes, los adornos, pero conservando el armazón. La clave era que el rascacielos no se derrumbara”. Habrá que comprobar si se sostiene.
El sexo en la Edad Media: la castidad y la lujuria
“A la hora de evocar el Medievo quien más y quien menos piensa en suciedad, violencia, superstición y todo tipo de horrores y brutalidades”, escribe Andrés Seoane también en LA LECTURA. Son prejuicios que se aplican a todos los aspectos de la vida. También al sexo. Unos prejuicios, en lo que se refiere a las prácticas sexuales, que la investigadora y profesora británica Katherine Harvey desmiente en su ensayo Los fuegos de la lujuria, donde nos invita a no creer para nada en lo que nos han contado, desecha estereotipos y falsos mitos, y detalla sorprendentes prácticas, así como las grandes diferencias y los muchos parecidos que guardan con las de hoy, explica el reseñista.
Por ejemplo, Harvey niega que existiera el derecho de pernada o el cinturón de castidad: “Muchos de estos mitos tienen una larga historia. Por ejemplo, la creencia de que los señores medievales tenían derecho a arrebatar la virginidad de la novia en su noche de bodas se remonta al menos al siglo XVIII y aparece en la ópera de Mozart Las bodas de Fígaro. Y el del cinturón de castidad es igualmente antiguo y falso. Creo que surgen de una tendencia más amplia a ver la Europa medieval como atrasada: violenta, supersticiosa, ignorante…” Y considera que el sexo es, en muchos sentidos, un construcción social: “lo que hacemos y sentimos al respecto y lo que los demás sienten sobre ello viene determinado por el mundo en que habitamos”. En este sentido apunta que la mayoría de los medievales no habrían compartido nuestra opinión de que lo que hacen los adultos en privado no es asunto de nadie más: “En la Edad Media había mucha presión –de la Iglesia, de los tribunales y de la sociedad en general– para comportarse según ciertas normas: evitar las relaciones prematrioniales, ser fiel al cónyuge, tener una vida sexual más bien prosaica… Cualquier relación sexual no reproductiva, incluida la masturbación, era pecado en potencia, y eso afectó al comportamiento de la gente: las referencias al sexo oral son muy escasas, y aunque el sexo anal se menciona con más frecuencia, era una práctica tabú. Que alguien se involucrase en prácticas sexuales `erróneas´ no era solo un pecado individual, sino un problema de la comunidad, ya que podía causar desorden social o enfadar a Dios. Y por supuesto, la abstinencia sexual (incluida la virginidad) se consideraba algo positivo”.
Sin embargo, Harvey nos anima a “no dejarnos llevar por la idea de que la Iglesia medieval se oponía totalmente al sexo. La mayoría de los medievales se casaban, y, a finales de la Edad Media, la Iglesia estaba dispuesta a admitir que era algo bueno: salvaba las almas de quienes eran incapaces de abstenerse de y por vida, y producía descendencia cristiana”.
La obsesión por el pecado generó prácticas e ideas muy curiosas. Entre ellas, según cuenta la autora del ensayo, estaba “el coito interfemoral (en el que se coloca el pene entre los muslos) que es probablemente la que más nos sorprende: parece que se utilizaba como método anticonceptivo y se consideraba menos pecaminoso”.
Y explica también que, al contrario de lo que se cree en la actualidad, “las mujeres eran consideradas el sexo más lujurioso”. La literatura medieval está repleta de mujeres insaciables que se quejan de que sus maridos no las satisfacen y aceptan amantes y se involucran en todo tipo de travesuras sexuales, aunque, fuera de los relatos la realidad era distinta: “La preocupación por la legitimidad de los herederos significaba que la sexualidad femenina estaba sujeta a un escrutinio considerable, sobre todo entre las élites…”
Dos ausencias notables
Al todavía reciente fallecimiento de Martin Amis se sumaba la pasada semana la de Cormac McCarthy. Dos mundos literarios en una sola lengua, el inglés, para seguir explorando.
En LA LECTURA, Gonzalo Torné dice de Amis que “siempre fue dos escritores. Uno escribía ficción y otro no ficción. Convivían dos Amis, pero Amis fue siempre el escritor-hijo. Y tenía dos padres: el biológico, el escritor Kingsley, su doble sombrío: Larkin, Bellow (que le ahijaba al judaísmo), Iris Murdoch, Nabokov… e incluso un padre de su edad para que le regañase: Hitchens. (…) el hijo de la ficción buscaba a su padre en el estilo y en la influencia: de Bellow extrajo la ansiedad y la euforia de medirse con el presente, de Iris Murdoch la ventolera de inteligencia y el gusto por el diálogo descontrolado, y de Nabokov la afición de decirlo todo con arabescos y desvíos barrocos”.
De Cormac McCarthy escribe en BABELIA Javier Aparicio Maydeu: “Pistolas, caballos y graneros. Pero versos de Yeats junto a reflexiones de Valéry. Destemplanza, sordidez y conflicto. Pero historias de redención y de conocimiento. Tras los pasos de Melville en la lucha del hombre contra la naturaleza desolada y contra sí mismo. Y tras los pasos de Faulkner a la hora de asumir que el mejor estilo posible es el que uno mismo pergeña para la ocasión, más allá siempre de modelos y de consignas. Cormac McCarthy ha sido un narrador excepcional por su obra sobrecogedora, pero no lo ha sido menos por su dominio del equilibrio entre épica y ética. Harold Bloom lo entronizó, y en la nómina de sus adoradores figuran John Banville y Javier Marías”. Meridiano de sangre está considerada como su obra maestra, avisamos desde aquí.
Y para terminar tomamos nota de…
. La reedición de Estío, de Edith Wharton, novela que según escribe Rodrigo Fresán en ABC CULTURAL, “no es tanto El retrato de una dama de James, sino La letra escarlata de Hawthorne (…) y –escándalo– en el relato del caluroso y sofocante despertar sexual de la inicialmente aburrida por el de sopor de pueblo chico y humilde pero inquieta huérfana Charity Rollal hay avances pecadores (…). Los lectores habituales de Wharton se sintieron incómodos por Estío, que llegó a ser prohibida en algunas ciudades”.
. La publicación de El libro vacío y Los años falsos (en un solo tomo), de Josefina Vicens, que reseña Patricio Pron en BABELIA. Dice Pron que Vicens, “al igual que Juan Rulfo, solo necesitó dos libros para convertirse, a ojos de muchos de nosotros, en una de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX”. Las novelas son existencialistas, dice Pron. Su personaje, José García –“nombre mediocre, vida mediocre y profesión mediocre”, escribe Sara Mesa en el prólogo– no puede escribir, pero tampoco puede dejar de hacerlo, y esta doble imposibilidad da cuenta de lo que para esa corriente filosófica es la condición del hombre.
. Ensayos completos, de E. A. Poe. “Editar la totalidad de los ensayos de Poe en tres gruesos tomos es una proeza que no está al alcance de cualquiera. La edición es impecable, de lujo. Las traducciones impecables también, excelentes. Para seguir adorándole.” En estos términos glosa Andrés Ibáñez, en ABC CULTURAL, la edición que acaba de publicar Páginas de Espuma de los ensayos de Poe, que versan sobre la composición poética, la métrica, así como los que escribió ejerciendo de fino crítico literario.
E. Huilson