Soy una adicta (y tu hijo también)
Es lo último en móviles, el detector sentimental. Cuando hablas face-to-face con otra persona, el teléfono reconoce tu estado de ánimo e incluso se adelanta a tu pensamiento. Así, cuando mentí a mi jefe con la fecha de entrega de mi último trabajo, me soltó un “oye, sé que es una trola lo que me estás contando”, y cuando pensé que era idiota, me espetó “a mí eso no me lo dices a la cara”. Os juro que aluciné a colores. Peor fue cuando mi hijo habló con una chica que le hace tilín y a ella le apareció un mensaje en su móvil que decía “le gustas”. Mi hijo no entendió la respuesta que le estaba dando, “pues tú a mí no”, hasta que habló conmigo y leyó en su propio móvil “ojo, mamá cabreada” antes de que yo le manifestara mi enfado por no haber venido a comer el sábado.
De acuerdo, de momento es ciencia ficción, el detector sentimental aún no ha llegado… ¡pero llegará! Por el momento, hay aplicaciones que estudian nuestros gestos y expresiones faciales, y ya tenemos incluido en el teléfono la novedad de que aparezca en pantalla la manita 👍 con solo levantar nuestra mano en señal de ok, sin necesidad de teclear nada. Lo más de lo más, por lo visto.
Yo, de verdad, confieso que soy una adicta (al móvil). La primera señal de esta adicción y del peligro de los móviles en su conjunto no me la dio Sandy Parakilas, que fue director de operaciones de Facebook hasta 2012 y muy crítico con el manejo de los datos, ni Sushana Zuboff alertando de los peligros de las grandes empresas tecnológicas. Yo cuando de verdad pensé que esto era un tipo de droga todavía sin definir fue cuando me enteré de que los CEOs de Silicon Valley no dejan que sus hijos se acerquen a un móvil ni de lejos y los llevan, a los hijos, a elitistas colegios donde no hay ni wifi. O sea, me dije, que los creadores de juegos interactivos, de aplicaciones, de softwares ultramodernos, los que idean en sus laboratorios la más alta tecnología para móviles, tablets y ordenadores ¿no dejan que sus hijos los usen? A lo mejor no vemos lo que no queremos ver. Acabo de fijarme que la edad para utilizar el aparentemente inofensivo WhatsApp es de 12 años 😳 !
Hay cientos de artículos alertando del peligro de vivir pegado a un móvil, pero la historia no va con nosotros, que no nos dejamos engañar por los algoritmos. Ay, qué ilusos somos. Los móviles se compran y regalan, como antes se regalaba un reloj, a niños en edades cada vez más tempranas y como son tan intuitivos, los niños digo, aprenden su manejo con una facilidad pasmosa. Eso sí, “hablar” por teléfono se convierte en un esfuerzo y hasta irrita; ahora son los dedos los que comunican todo. Y los mayores, pues ya lo estamos viendo estos días con la indiferencia de los bancos, van quedando relegados por analfabetos tecnológicos al rincón del olvido.
¿Somos capaces de estar un día sin móvil? Los que dicen que sí, ¿no será porque perdieron el móvil y tardaron un día en adquirir otro nuevo? ¿Habéis probado a quitar el móvil a vuestro hijo durante un día? Qué digo un día, ¿durante unas horas? Se revolverán contra vosotros, apelarán a su derecho de propiedad, se mostrarán irritables y cuando por fin lo recuperen se esconderán en su caparazón frente a la pantalla angustiados por haberse perdido el último meme.
Este miedo y ansiedad extrema de carácter irracional, esta angustia por permanecer durante un período de tiempo sin poder utilizar el móvil tiene ya un nombre: nomofobia (non-mobile-phone-phobia). Yo tengo bastante miedo de pensar que soy nomofóbica, un día de estos tengo que hacer la prueba, pero es verdad que siempre encuentro excusas, por ejemplo, dar a conocer este artículo en las redes.
A veces nos damos cuenta de lo que nos perjudican ciertos hábitos un poco tarde, pero acabamos poniendo remedio. Recuerdo hace ya unos cuantos años a nuestro pediatra fumándose un cigarro mientras atendía a nuestro hijo, todavía bebé. Los bares nuestros, tan llenos de gente y de niños a los que se les atufaba de humo y de vez en cuando se les animaba a tomar un traguito de vino. La gente, y mea culpa me incluyo, viajaba en coche a la playa o a la montaña con los chicos en el coche y el cigarrillo en la boca. Ahora nos parece un desaguisado, pero entonces no llamaba la atención.
¿Darías hoy un cigarrillo a tu hijo de dos años? Está claro que no. Pero me permito copiar un texto del neuropsicólogo Álvaro Bilbao publicado el 9 de enero en el diario El País que pone los pelos de punta. Habla del tiempo cada vez mayor que pasan los niños conectados a las pantallas. “Pon a un niño de un año delante de una (pantalla) para ayudarle a comer y no conectará durante toda la comida con la mirada de su madre. Pónsela a un niño de dos años y se sentirá frustrado cada vez que come sin ella”.
Da que pensar. Yo, por mi parte, me voy a obligar a guardar el móvil en el cajón un día a la semana. Si es que, encima, a mí me gusta leer en papel, qué narices.
ANA AMADOR
Artículos interesantes sobre este tema:
¿Cómo sé si padezco nomofobia?
El País: Dale otra calada al móvil
En Silicon Valley no quieren tecnología para sus hijos (…)
A mí el móvil nuevo me avisa del tiempo que pierdo miserablemente mirándolo y ha sido como una bofetada y un revulsivo a la vez. Ahora hago “ayuno intermitente” de móvil!!
Besos
Una gran reflexión 👏👏👏👏👏
Pues habremos ido al mismo pediatra. El que atendía a mis hijos, después de la exploración rutinaria, sacaba del cajón de su mesa una cajetilla, me ofrecía uno, cogía otro para él y fumábamos los dos, hablando de lo divino y lo humano. Y el niño, en el cuco, esperando el final de nuestra conversación, entre nubes de humo blanco. En la próxima entrega invito a la autora a que haga mención al uso de móviles por jóvenes universitarios durante las clases (imagino que en los institutos estará prohibido, todavía se puede controlar al bachiller, no al universitario). Es una auténtica desesperación ver cómo consumen la hora y medida de clase en sus particulares cuitas, mientras el pobre profesor se esfuerza en que conozcan la materia que tiene asignada impartir. Envidio a los colegas que dan clase de aplicaciones informáticas o como se llame la asignatura que enseña a los jóvenes a utilizar estas herramientas Al menos se van a casa con los deberes hechos….