Semanario Cultural

El incierto futuro de los suplementos literarios

Después de cien entregas de estos resúmenes “particulares” de suplementos literarios, esta semana nos apartaremos de la actualidad (la crítica de novedades editoriales, que de esto va la cosa) para recordar algunos datos curiosos de la historia de alguno de estos suplementos, así como del estado de salud de la reseña o crítica literaria, que es al fin y al cabo lo que aquí queda reflejado, cuya labor anda puesta en cuestión y un tanto arrinconada en el presente por las nuevas formas de prescripción literaria que conlleva la revolución digital: podcast, influencers prescribiendo libros a través de YouTube y redes sociales. Tal es su influencia que editoriales y librerías se han visto obligadas a cuidar y aumentar su presencia en las redes con el consiguiente gasto de tiempo y dinero. Redes por las que vemos aparecer con frecuencia a no pocos escritores divulgando sus creaciones o los correspondientes eventos de promoción. 

Portadas del suplementos Babelia

En los suplementos culturales de la prensa escrita quienes se han venido ocupando de reseñar las novedades editoriales, tanto nacionales como extranjeras, han sido los denominados periodistas culturales, mediadores entre la obra y el público, aunque también se asoman a sus páginas como reseñistas no pocos profesores procedentes del mundo académico y algunos escritores.

Podemos afirmar que la tarea fundamental a la que se enfrentan los suplementos consiste principalmente en escoger qué libros reseñar cada semana entre el inmenso número de obras que se publican, y a partir de ahí analizar e interpretarlas con el fin de descubrir al lector aciertos y fallos, las intenciones del autor y contextualizar la obra en su tiempo, corriente, generación, etc. Una labor que irremediablemente provoca una jerarquización de la que sale un canon literario, lo que llamaríamos un “canon social”, muy distinto del llamado “canon académico”, que viene legitimado por instancias académicas y cuyas obras son consideradas alta literatura.

Portadas de El Cultural

Se menciona esta distinción, muy oportuna para lo que queremos reflejar aquí, en el estudio titulado La prensa como prescriptora de lecturas. Recomendaciones de los suplementos culturales españoles especializados en literatura, que firman Juan García Cardona y Manuel García Borrego, y que fue publicado en 2023 en la revista OCNOS que edita la Universidad de Castilla-La Mancha. Para llevar a cabo su investigación, los autores tuvieron la idea de cotejar las listas de “mejores libros” que confeccionan a finales de cada año cuatro de los suplementos que solemos utilizar en nuestros resúmenes: Abc Cultural, Babelia, El Cultural y Cultura/s. Y para ello acotaron esas listas de “los mejores libros del año” de 2010 a 2021. 

La crítica se olvida de los jóvenes

De los resultados destaca cómo en la selección por parte de los críticos de los mejores libros del año hay una “marcada preferencia por incluir autores de nacionalidad española o, cuando menos, por obras escritas en español, aunque la pujanza de los Estados Unidos y el idioma inglés es cada vez mayor. Se aprecia un claro dominio de los grandes sellos y grupos editoriales sobre los independientes: en los últimos años, solo Planeta y Penguin Random House aportan casi la mitad de las obras seleccionadas. Además, son mayoría los autores de edad avanzada —se recomiendan, de hecho, más libros de fallecidos que de menores de 40 años—, con las limitaciones que ello implica a la proyección de la literatura escrita por jóvenes”. 

Portadas de La Lectura

Esa presencia de libros de autores españoles, ampliamente mayoritaria, muestra sin embargo una curva descendente, pues si en 2010 era del 74.1% de las obras seleccionadas, situándose en segundo lugar las obras en inglés con un 14.8%, a lo largo de los años se aprecia una disminución notable de los primeros: de suponer tres de cada cuatro de los mejores libros del año, al final del período estudiado la cifra se queda en dos de cada cuatro. Así, la literatura escrita en español mengua en un 34.1% en once años. Por el contrario, el inglés casi se duplica en el periodo estudiado: de un 14.8% de libros en 2010 se asciende a un 28.8% en 2021. No ocurre lo mismo con el resto de idiomas. 

En cuanto a los países latinoamericanos sorprende su poca representación en esas listas de los mejores: “no entran en escena hasta la posición número 5, con Argentina, que muestra como máximo un 6.1% en Babelia y menos del 5% en el resto de suplementos, y México, en la posición número 9, con un 2.7% de máximo en Babelia. Europa acumula el 76.8% del total de obras, muy por delante de Norteamérica (18.2%) en todas las cabeceras, que a su vez aventaja en más del doble de libros a sus vecinos sudamericanos (7.4%), quienes de manera conjunta se encuentran incluso por debajo de países como Reino Unido (7.6%). 

Portadas de ABC Cultural

Por grupos editoriales, Anagrama es la editorial por excelencia para tres de los cuatro suplementos culturales. Seix Barral aparece en segundo lugar y detrás Tusquets y Alfaguara. Abc Cultural es, según el estudio, el suplemento que más reparte sus recomendaciones entre las editoriales más pequeñas, mientras que Babelia muestra una mayor preferencia por los más vendidos.

¿Un modelo en extinción?

El crítico de Abc Cultural, José María Pozuelo, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura comparada en la Universidad de Murcia, durante una conferencia pronunciada hace ya algunos años, fechaba el nacimiento de los actuales suplementos hacia mediados de los noventa del pasado siglo, “toda vez que el pionero, el madrileño Informaciones, cerró o el diario El Sol tuvo efímera vida. Es en los años finales del siglo XX y lo que llevamos de XXI, cuando han nacido los actuales suplementos literarios de la prensa española”. Babelia vino a sustituir a El PAIS de los libros, y de ABC Cultural se desgajó El Cultural, que nació con La Razón para marchar luego a El Mundo, y recalar en 2022 en el periódico digital El Español. Para sustituirlo, el diario El Mundo puso en marcha La Lectura. También La Vanguardia creó su propio suplemento, Cultura/s. Y añadía Pozuelo Yvancos en esa conferencia:“Lo que está ocurriendo en nuestros días con ese cambio de Internet solo es comparable a lo que ocurrió en Europa hace casi seiscientos años con la Imprenta. Si la Galaxia Gutenberg nació con un cambio científico y modificó el estado de cosas del siglo XV, la Web Galaxia todo puede transformarlo. Dentro de diez años nada será igual que lo que hoy tenemos”. Y efectivamente así ha sido. De lo que ya no estamos tan seguros es de que acertara en una predicción que hizo en aquel momento, hace ahora diez años: “Me atrevo a pronosticar que habrá dos bandos en ese debate futuro: en el uno estarán los Apocalípticos (para quienes el fin del libro y de la literatura se halla próximo) en el otro se situarán los Integrados (para quienes la Literatura se ha beneficiado siempre de sus hipotéticos enemigos para salir fortalecida). Sin duda habrá argumentos sostenibles con rigor por parte de los Apocalípticos y de los Integrados”. Pero, reiteramos, no estamos tan seguros de que acertara pues no se ha producido ese debate apasionado que pronosticaba. Lo que verdaderamente sí se ha modificado desde aquel momento inaugural de los nuevos suplementos a hoy es su influencia en el público a la hora de elegir sus lecturas.

Portadas del suplemento de La Vanguardia Cultura/s

Como ha comentado en alguna ocasión Blanca Berasategui, que dirigió Abc Cultural y posteriormente creó junto a Luis María Anson El Cultural, la crítica literaria se ha visto socavada por la cantidad de voces que hay y la capacidad creciente de influencia de los blogueros con miles de seguidores en algunos casos. “Por lo tanto, la crítica literaria seria, rigurosa y de calidad está mucho más escorada, y nunca ha tenido tantas dificultades en mantener el rigor y la independencia con agentes externos que opinan con las tripas y sin pasar por la cabeza”, afirmaba en un debate que tuvo la Biblioteca Nacional como escenario. En la actualidad, la gente se informa por muchas vías sobre qué libro quiere leer. Está por ver la influencia del librero en la elección de qué libro comprar. En ese mismo debate que citábamos, el crítico de Babelia Rodríguez Marcos les consideraba como piezas fundamentales, mientras que Berasategui sostenía que el librero ya no es tan esencial vista la vida efímera del libro en las librerías: “Si no hablas de ello, al día siguiente ya no están en la librería”, sentenciaba. 

Portadas del suplemento Abril

¿Responsabilidad de los críticos/as?

Sobre esa decreciente influencia de los críticos en los potenciales lectores me van a permitir que nos citemos a nosotros mismos, pues ya hace un par de años escribíamos aquí sobre la crisis de la crítica. Nos hacíamos eco de los lamentos por la merma del poder de prescribir lecturas que han sufrido los reseñistas literarios a los que hoy nadie haría caso a la hora de comprar un libro, derrotados en el campo de batalla de “las recomendaciones” por la fuerza de la publicidad en sus variadas manifestaciones: anuncios en prensa, maniobras editoriales mediante premios, la manipulación de listas de libros más vendidos o los mejores libros del año; por no hablar de los posicionamientos pagados en buscadores de internet o la “subvención” de los gustos de youtubers. 

Stephen Vizinczey (F: Bernard Gotfryd/ Wikimedia)

Claro que el asunto del prestigio de la crítica es casi tan viejo como la imprenta. Hace algún tiempo, hablando un poco a la ligera del tema, como hacemos en el Patio a menudo, se preguntaba un vecino si es que alguna vez tuvieron tal poder los críticos, y se respondía a sí mismo que pensaba que no, que siempre los leyeron cuatro gatos. Y citó a eminencias como Steiner, WilsonConnollyBloom con ánimo de epatar, críticos poderosos, añadió, a los que ya nadie citaba. Entonces me acordé lo que en Verdad y mentiras en la literatura escribió el autor húngaro Stephen Vizinczey, sobre la valentía moral que había que tener para decir de un libro “esto es una basura, aunque todo el mundo diga que es arte supremo”. Y recordaba esta anécdota: mientras su novela En brazos de la mujer madura obtenía en Nueva York el más clamoroso silencio, o desprecio más bien, recibió una llamada del afamado crítico Edmund Wilson para decirle cuánto le gustaba su novela. “Le pedí que lo dijera públicamente, pero rehusó hacerlo –se lamentaba Vicinczey–. Me sorprendió que Edmund Wilson quisiera felicitarme en secreto, pero esto me dio una idea acerca de los críticos y lectores que desde entonces he venido verificando: si su reacción ante una novela difiere de la opinión aceptada y es probable que despierte desaprobación u hostilidad, la mayoría de ellos se guardan la opinión para sí mismos. Así, incluso un libro del que disfrutan todos los que realmente lo leen puede morir por falta de publicidad `de viva voz´ si los críticos no lo alaban”. 

Elizabeth Hardwick (New York Review Books)

Pero nada de esto es nuevo ni siquiera limitado a nuestro país. Y como muestra vean lo que escribía ya en 1959 la novelista Elizabeth Hardwick sobre el estado “de lamentable complacencia” que abundaba en la secciones de reseñas de libros… ¡en Estados Unidos! En su diatriba no salvaba ni al suplemento de libros del New York Times: “Para el mundo del libro –decía–, para lectores y escritores, la torpeza del New York Times Book Review es todavía más sobrecogedora. Vienen a la mente todos esos profesores de literatura en bachillerato, todos esos bibliotecarios y libreros fieles, aquellos habitantes de los suburbios confiados, esos jóvenes y jovencitas brillantes de provincia, todos ellos, que creen en el juicio del Times y que requieren de su orientación. La peor secuela de su decadencia es que actúa como una especie de preventivo oculto, que cancela suave, blanda, respetuosamente cualquier vivo interés existente por los libros o los asuntos literarios en general. El elogio plano y la tenue disensión, el estilo minimalista y el pequeño artículo ligero, la ausencia de involucramiento, pasión, carácter, excentricidad –la carencia, a fin de cuentas, de un tono literario propio– han hecho del New York Times un periódico literario de provincia, más extenso y más grueso, pero en nada distinto de todas esas `páginas literarias´ dominicales de periódico pueblerino”. 

Pero seguirá el debate, eso seguro.

                                                                                                                   E. Huilson

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