Semanario Cultural

La literatura de los dioses, los científicos y los filósofos

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS

La disparidad de temas en los que ponen el foco cada semana distingue sutilmente a unos suplementos culturales de otros (veámoslo como rasgo de pluralidad y cierta distinción) y es difícil que en la misma semana coincidan sus portadas. El fenómeno se repitió esta semana, salvo si atravesamos con un fino hilo (que es lo que vamos a hacer) lo que podríamos denominar “un foco filosófico”: como género literario, en CULTURA/S con Javier Gomá, como “acto de fe (teología) en el más allá”, en LA LECTURA, algo místico, por Santa Teresa, en ABC CULTURAL, y hasta iconoclasta, con el escritor Fernando Vallejo, en ABRIL. Eso, a pesar de que la erudición más gozosa, el pensamiento lúdico, razonado y profundo a la vez, nos lo hemos encontrado en un pequeño librito ideado por un ensayista al que el pasado viernes echamos de menos en Oviedo: “¿Piensas que hay algo después de la muerte?”, le preguntó Nuccio Ordine a George Steiner. A lo que este respondió: “No… estoy convencido de que no hay nada. Pero el momento mismo del tránsito puede ser muy interesante. Me parece infantil la reacción de quienes, después de haber pensado siempre en la nada, cambian de idea en la etapa final de su vida y se imaginan un `mundo´ ultraterreno. Creo que no tener miedo es una cuestión de dignidad: no debe perderse el respeto a la razón, hay que llamar a las cosas claramente por su nombre. Es cierto que uno puede cambiar de idea. He tenido la fortuna de vivir siempre en contacto con grandes científicos y sé que cada día se aprenden cosas nuevas y se corrigen otras. Esto es normal en la ciencia. Pero en cambio, creer en una vida más allá es una cosa muy distinta…”. 

Estos párrafos corresponden a uno de los momentos de una de las muchas conversaciones que mantuvieron George Steiner y Nuccio Ordine durante su larga amistad, y que este último, a modo de destilación de un pensamiento y homenaje, ha recogido en un librito de apenas cien páginas que acaba de llegar a las librerías bajo el título G. Steiner, el huésped incómodo. Ordine falleció el pasado mes de junio, a los pocos días de conocer que se le había concedido el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Como dice L. Revuelta en ABC CULTURAL, en la reseña del libro, “sin duda, en los solemnes actos nos hemos quedado sin escuchar uno de los discursos que, tal vez, pudiera haber sido de los más brillantes de la historia de estos galardones”. 

Recordé la negación de Steiner sobre “el más allá” mientras leía las páginas con las que abría su última edición LA LECTURA, dedicadas a los que denomina como resurgimiento de las teorías “creacionistas” frente al “evolucionismo”. Lo hace a cuento del éxito obtenido en Francia por el polémico ensayo Dios, La ciencia, las pruebas, del que son autores “los ingenieros y empresarios Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré”, que, tras entrevistarse con varios científicos, afirman que con su investigación no tratan de “ofrecer una demostración científica o matemática definitiva de la existencia de Dios, sino presentar un conjunto de indicios”. No se aclara en el reportaje de qué Dios nos están hablando, si el de los judíos, el de los cristianos o el de los musulmanes (aunque se sospecha), un olvido de cierta notoriedad para haber triunfado en la Francia actual. 

Del Dios que inspira al cirujano, licenciado en Filosofía y profesor de Bioética de la Universidad de Navarra, Antonio Pardo, hay menos dudas. En su artículo argumenta que “querer probar la existencia de Dios desde la ciencia no lleva muy lejos. Pero ciencia y fe son perfectamente compatibles. Los posibles desencuentros se reducen al final a la mala ciencia o a conceptos equivocados sobre religión”. 

Por último, se cierra el dossier con una crónica de Daniel Capó titulada “Cuando la religión mudó en espiritualidad”, en la que reseña el ensayo de Dominic Green La revolución religiosa, donde podemos leer a modo de conclusión: “hoy, uno de cada tres estadounidenses cree en la reencarnación. Como mínimo uno de cada ocho practica yoga; y casi uno de cada cinco se describe a sí mismo no como religioso, pero sí como espiritual. La Revolución Religiosa continúa”.  

Y en estas llega a las pantallas Teresa 

“Espiritualidad es una palabra que nos da muchísimo miedo”. Con estas palabras titula Jesús García Calero en ABC CULTURAL la entrevista con la directora de cine Paula Ortiz y la actriz Blanca Portillo, con motivo del estreno esta semana de la película “Teresa”, que dirige Ortiz y en la que Portillo interpreta a la santa de Ávila. El guion está basado en el texto del autor teatral Juan Mayorga La lengua en pedazos, que a su vez lo está en El libro de la vida de Santa Teresa de Jesús. Escribe Mayorga un breve texto que acompaña la entrevista citada en el que define a Teresa como “un personaje tan fascinante y complejo como el mundo en que vivió. La España del XVI fue rica en hombres y mujeres capaces de empresas que hoy nos producen vértigo. Mas en esa misma España se llamaba perro al converso, como lo era el abuelo de Teresa, y resultaba sospechosa una mujer que escribía –y más si escribía con la imaginación y la inteligencia de Teresa–. Mujer contemplativa y mujer de acción, no hay en Teresa brecha entre la visionaria y la fundadora de monasterios. En Teresa la oración es acción, y cada acto es un modo de orar. Ambos están atravesados por el amor. Y ese amor hace de Teresa una subversiva que desestabiliza espíritus, pone en crisis instituciones y divide sociedades”. 

Y como lo que más nos suele interesar en estas páginas es la creación literaria, no nos resistimos a dejar una afirmación de Mayorga sobre la autora de Las moradas que compartimos: “Para dejarse arrastrar hacia Teresa es suficiente leerla y advertir lo mucho que le debe nuestra lengua y, por tanto, lo mucho que le adeuda nuestra experiencia del mundo. Sólo nuestros mayores poetas han sometido a tan extrema tensión la lengua castellana, sólo ellos han abierto para nosotros territorios como los que conquistó aquella mujer dueña de una palabra igual de poderosa cuando pinta las criaturas celestiales que cuando habla de las gentes”. 

Vallejo contra Dios y el mundo

“El ser humano no tiene salvación, va para la muerte y el olvido, no existe razón para que nazca (…) Detesto a todas las patrias y a todas las religiones tanto como quiero a los animales”, le dice el escritor colombiano Fernando Vallejo a Juan Cruz en ABRIL. La entrevista la justifica la publicación de su nueva novela La conjura contra Porky, y Vallejo, con sus respuestas, deja su huella iconoclasta, transgresora, remarca ese perfil de escritor maldito que le acompaña. Leamos. Le insinúa Cruz que, a raíz de este libro, podría pensarse que ha decidido que el humor es un buen modo de burlarse de la realidad e incluso de cambiarla, lo que Vallejo se apresura a desmentir: “Cambiarla, no; todo cambio es para mal. Por burla, sí; o sea, por joder, entendiendo por joder molestar”. Un ánimo, el de molestar, que lleva ejerciendo desde hace mucho tiempo, especialmente en lo relativo a la religión, sus infiernos y paraísos. ”La vida es una pesadilla de la materia y hasta donde sabemos solo se ha dado en este desventurado planeta nuestro, un planetoide insignificante. Sin vida el resto del cosmos ha de ser muy feliz. ¡Qué envidia les tengo a los cuásares y a las estrellas de neutrones! (…) La Iglesia católica, en la que me bautizaron, es infame. Y todo el cristianismo, y el judaísmo, y el islam, las monstruosas religiones semíticas. El jainismo, el de Mahavira, el del que fundó los primeros asilos para los animales viejos o enfermos en tiempos de Buda, no. Pero no sé si todavía existe esa religión”.

En su última novela Vallejo narra su propia muerte en el primer párrafo. Pero el personaje sigue viviendo. Al final muere Brusca, su perra, “el ser más amado del libro”, comenta el entrevistador, y Vallejo lo explica: Brusca aún está, es el ancla que tengo en la miserable vida. Y no puedo morirme antes que ella, no puedo dejarla huérfana. Protegiéndola de toda tristeza y todo dolor siento que estoy protegiendo a todos los animales de la Tierra. A todos los quiero inmensamente, son mis hermanos, mi prójimo, así el infame Cristo no lo haya dicho ni sentido”. Un amor, a su perro, que nos recuerda, mira por dónde, y volvemos al principio, lo que Steiner comentó a Ordine: “En los últimos tiempos me ha costado mucho renunciar a la compañía de un perro. Después de la muerte de Muz me di cuenta de que, a mi edad, era muy arriesgado tener otro. Adoro a estos animales, pero a punto de cumplir noventa años me parecería terrible ofrecerle una casa a uno para, después, de repente dejarlo solo…”.

La filosofía como género literario: Gomá

Para seguir el hilo de estas disquisiciones filosóficas, o teológicas, o científicas, qué mejor que hacerlo con la portada de CULTURA/S a la que se asoman las reflexiones del filósofo Javier Gomá con palabras, en un adelanto editorial, de su último libro: Universal concreto. Escribe Gomá: “En el seno de la filosofía han convivido históricamente dos almas muy distintas en permanente contienda: un alma literaria y otra científica. La filosofía de la ejemplaridad se declara abiertamente literaria y, yendo más lejos todavía, sostiene que la filosofía, la mejor parte de ella, no es otra cosa que literatura, por lo que haría bien en renunciar para siempre a la pretensión de soñarse científica, porque cada vez que ha intentado emular a la ciencia no sólo ha fracasado, sino que ha traicionado su auténtica naturaleza”. 

En la reseña del libro, Miquel Escudero explica que Universal concreto, dividido en cuatro partes, responde a las dos preguntas que formula acerca de la ejemplaridad: qué hay en el mundo y qué hacer con lo que hay. Señala Gomá, nos dice, que la mejor parte de la filosofía no es otra cosa que literatura, y no es saber científico. Y que las obras maestras de la literatura no se pueden verificar como sí procede hacerlo en ciencia: “Lo que representan el laboratorio y el experimento para la ciencia, lo cumple para la literatura el aplauso continuado a una obra escrita y sostenido en el transcurso de muchas generaciones”. La filosofía, deduce, es un género de literatura y ha de ser mundana para meditar las vivencias y enseñar a pensar por uno mismo y no de forma escolar. Requiere de paciencia y vocación (una visión y una misión para producir algo que no sirve para nada), escribe el reseñista.

Viene a cuento de lo que estamos diciendo lo que registra, en la segunda parte del libro, que titula Ontología, cuando se filosofa con el ser y el ente, con el anhelo de perduración humana; sabiendo que en cualquier momento puede sobrevenir el final y con “la esperanza de que, contra toda experiencia, se prorrogue su mortalidad después del hecho biológico de su muerte”. Y un último apunte que nos ha llamado la atención. Ante la pregunta “¿Qué es ser culto?”, escribe el reseñista, para Gomá lo es quien “tiene conciencia histórica, porque comprende que el elemento de lo humano es un fluido dinámico en permanente discurrir”, y no ignora el carácter efímero, tentativo, provisional y reversible de lo humano.

Y cerramos: Aixa de la Cruz

Que el asunto está en “el candelabro”, que decía aquel mal chiste, lo resume bien el fino artículo que firma en BABELIA Aixa de la Cruz: “Si algo he sentido en el movimiento tectónico que nos agita desde la pandemia es precisamente el auge del furor por el yoga, las terapias energéticas, los challenges de meditación, la relectura de las místicas, las monjas y sus conventos. Transitamos un presente en el que Rosalía —`lo segundo es chingarte, lo primero es Dios´— postea libros de Simone Weil, se estrena la serie La Mesías, de Los Javis, mientras asistimos a una nueva temporada de Sex Education protagonizada por la crisis de fe de un adolescente queer católico, y las figuras de Santa Teresa o Hildegarda se reivindican desde lugares que las transforman en personajes pop, susceptibles de convertirse en gifs y pegatinas. ¿Por qué estamos fetichizando la clausura y el misterio? (…) si es significativo este acercamiento generacional hacia la religión y la espiritualidad —`yo era ateo, pero ahora creo´—, la pregunta que me hago es si se está llevando a cabo desde la derrota o desde el júbilo, desde lo nostálgico o desde lo revolucionario. Y es que no es lo mismo recurrir a Dios en tiempos de crisis, aferrarse a un clavo ardiendo cuando lo das todo por perdido, que redescubrir a Dios como una esencia que siempre estuvo ahí y nos habían intentado arrebatar a base de alienación y culto al consumo. ¿Rezamos porque nos estamos mentalizando para el apocalipsis o para recabar la fuerza para prevenirlo? No tengo respuesta a esta pregunta, pero sí muchas ganas de leer sobre sus complejidades. Y diría que, en lo que se refiere a la producción literaria, se agradecerá cualquier renovación temática que pueda venir auspiciada por este movimiento desde el yo hacia lo divino”. 

¿Qué añadir? Poco más. Que nos sumamos a esa espera.

A tener en cuenta: lo último de Le Clezio

“Ocho bellísimos y duros relatos de la errancia, el olvido y el desarraigo más absoluto componen el último libro, El amor de Francia, del Premio Nobel francés J.M.G. Le Clézio, escribe Mercedes Monmany en ABC CULTURAL. Le Clézio tiene una extensa producción literaria detrás: una treintena de novelas y varios libros de relatos. Y una vida viajada por África, Sudamérica y Asia, con residencias estables en México y en Nuevo México. 

El nexo que une los magníficos, sin excepción, relatos de Un amor en Francia es la existencia de todo un planeta de `invisibles´ (palabra que se repite a menudo en estas historias), de refugiados, desarraigados e indeseables errantes, expulsados de una existencia común, visible y de identidad reconocible, en nuestras existencias del llamado primer mundo”. 

En ABRIL, Javier García Recio elogia la trayectoria de Le Clézio: No hay más literatura que la que intenta decir lo que quiere decir, esa es la auténtica literatura, la que ejerce desde hace 60 años JeanMarie Gustave Le Clézio. Esto se puede apreciar con claridad leyendo cualquiera de los libros que han jalonado su carrera literaria. Pero ahora nos basta con leer El amor en Francia (…) Hoy en día, cuando el mundo literario vive cada vez más prisionero del mercado y de las grandes cifras de ventas, y la calidad queda relegada a dos o tres pasos más atrás, es bueno contar con un autor auténtico y acreditado, un escritor con una poderosa fuerza narrativa, con un lenguaje diversificado y amplio, y una enorme capacidad de retratar mundos diversos”.

También en CULTURA/S encontramos la correspondiente reseña, que aquí firma Mauricio Bach, que nos advierte de que en la edición original en francés el libro lleva por título Avers, tomado del primer cuento, que en castellano sería “Anverso”. Da por hecho que el cambio ha tenido “el beneplácito del autor, porque a todo un premio Nobel no le das un cambiazo de este calibre sin previa consulta. Y doy también por hecho que se ha optado por el nuevo título porque tiene más gancho que el aséptico original. Pero más allá de tratar de seducir al potencial lector, el cambalache puede despistarlo. Francia es solo uno de los muchos escenarios en esta obra cuya geografía es el mundo: Panamá, Mauricio, México, Perú, Líbano… Y lo más sorprendente es la total desaparición en la edición española del subtítulo que figura bien visible en la tapa de Gallimard: `Des nouvelles des indésirables´ , es decir `Relatos sobre los indeseables´. Dejémoslo, pues, registrado. Y también advierte el crítico que a pesar de que los temas que aborda el Nobel francés “son campo abonado para la demagogia y la sensiblería”, el libro no es “ni un cursi ni un panfletario de verborrea facilona”, sino la obra de un escritor errante, que ha recorrido los cinco continentes y conocido realidades no siempre cómodas. 

Recuperación de Cristina Fernández Cubas 

Se recupera ahora una novela de Cristina Fernández Cubas, El columpio, cuya primera edición data de 1993, lo que siempre es de celebrar, porque, como dice José Mª Pozuelo Yvanco en ABC CULTURAL, la escritora catalana “publica poco, pasa años de silencio entre sus obras y no le conozco, sobre todo cuando ejecuta cuentos o novela corta, ninguna baladí o desmayada. Es la narradora española que más se parece a Henry James.  Espacios reducidos, agobiantes, personajes que esconden secretos que el lector únicamente atisba”. Y de esta novela en cuestión nos dice el crítico: “tengo por seguro que de ser inglesa o norteamericana quien la firma constituiría un hito universalmente reconocido. Esta novela corta está a la altura de Otra vuelta de tuerca (una de las obras más reconocidas de James)”. La novela que ahora se reedita “tiene un portentoso estilo narrativo de enigma por resolver. Un enigma que reside en el pasado, en las relaciones de la madre de la protagonista con sus hermanos y un sobrino”. Y concluye avisándonos de que en el estilo de la autora es fundamental la posición del lector, “al que respeta tanto que le deja tejer sus hilos hermenéuticos. Nada hay peor cuando se trata de la categoría de lo fantástico que explicarlo. Es el lector el que supone, conjetura, se sorprende o teme”. 

Y un inédito Vázquez Montalbán

Los papeles de Admunsen es una novela inédita, de 1965, del escritor barcelonés. De ella escribe Jordi Gracia en BABELIA (esta semana el suplemento más citado en este Patio), que es “un opulento meteorito catapultado desde más de medio siglo atrás, insólito, inverosímil, fascinante y profundamente conmovedor. En miniatura, o incluso en una especie de concentrado nutricional, esta novela terminada hacia 1965 contiene el repertorio de virtudes que harán de Vázquez Montalbán uno de los novelistas de la democracia menos fáciles de tasar, dada la ingente cantidad de obra publicada y la incontinencia de un ansioso de manual, en perpetua huida del miedo a ser pobre y volver a la miseria y el sacrificio de su modestísima familia en el Raval barcelonés”. A sus 25 años, nos dice Gracia, Vázquez Montalban se muestra ya profundamente escéptico, y en esta novela, que retrata las vicisitudes de un técnico publicitario, Admunsen, “arroja a borbotones sobre el lector la purga del dolor de una militancia comunista, la expiación del miedo a volver a la cárcel tras haber pasado dos años en Lleida (1962-1964), la rabia de la virtud heroica como autodestrucción infértil y la evidencia de la inutilidad del sacrificio humano frente a una dictadura con la proa lanzada hacia la felicidad económica de sus clases medias”. Carvalho aún no nato está ahí –escribe Gracia– está el cinismo escéptico y la ironía metódica, están la cocina y las recetas como tregua contra la vida, está el ajuste de cuentas contra el magisterio de intelectuales subidos a la parra de la soberbia y con la víscera del corazón más seca que un corcho (Manuel Sacristán), está la lucidez realista y pragmática frente al ensueño utópico y destructivo (los militantes antifranquistas caben en una furgoneta o un vagón de tren) … y sigue el reseñista descubriendo los indicios del que sería luego el novelista consagrado.

                                                                                                      E. Huilson

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