El impredecible vuelo de ‘Los Vencejos’
Vuelve septiembre y regresan los suplementos culturales de fin de semana que cerraron por vacaciones en agosto. Una práctica no generalizada pues cada uno gestiona las vacaciones a su manera. Babelia (El País) no echó la persiana, mientras que El Cultural (El Mundo) y ABC Cultural sí cerraron en agosto. Sus razones tendrán, obviamente, y hasta podemos imaginarlas.
Y con septiembre aparecen en escena, como cada año, las novedades literarias, las apuestas editoriales, con su reflejo en páginas de publicidad, y por otro lado sometidas al escrutinio de la crítica, cuya influencia para que se conviertan en éxito, o fracaso, es difícil medir.
“No es fácil para un hombre honrado ser crítico literario”, dejó escrito George Steiner en un artículo dedicado al teórico marxista Georg Lukács recogido en el libro Un lector, publicado este año. No se refiere, no pensemos mal, a un problema de presunta puesta en venta por parte del crítico de su criterio y consideración, no. Resumiendo, lo que Steiner viene a decir es que, en una época de hegemonía de las ciencias naturales y sus logros científicos, donde ya hasta la economía o la sociología o la historia se consideran incluidas en el amplio cajón de las ciencias, “en la crítica literaria no hay tierra prometida de hechos establecidos, ninguna utopía de la certeza”. Por eso debemos acercarnos a la crítica con esa prevención, puesto que, como nos recuerda Steiner, “un crítico literario es un individuo que juzga un texto dado de acuerdo con la afición momentánea de su propio espíritu, de acuerdo con su humor o la tesitura de sus opiniones. Su criterio puede ser más valioso que el de ustedes o el mío solo porque está basado en un conocimiento mayor o porque aquél está presentado con claridad más persuasiva. No se puede demostrar de manera científica ni puede aspirar a la permanencia. Las ventoleras del gusto y la moda son inconstantes y cada generación de críticos empieza a juzgar de nuevo”.
Por lo visto y leído, de cara a esta temporada que comienza, destaca al inicio del curso como novedad y gran despliegue editorial, mediático y publicitario, la última novela de Fernando Aramburu, Los Vencejos. Setecientas páginas en las que el autor de Patria relata minuciosamente el último año en la vida de un cincuentón profesor de filosofía que ha decidido poner fin a su existencia fijando la fecha con un año de antelación. Los tres suplementos antes citados han reseñado la novela de Aramburu. Sólo en Culturas, el suplemento de La Vanguardia, no hemos visto aún publicada la correspondiente crítica, aunque sí recogió el diario una amplia entrevista con el autor el día que salía a la venta su novela. No es la única entrevista. Aramburu se ha prodigado por varios medios importantes en las últimas semanas, donde ha dejado un buen puñado de respuestas inteligentes, y, dicho sea de paso, sin atisbo de soberbia o vanidad, o eso me ha parecido, que bien podría tener que ver con su distancia de lo que ocurre en el corral patrio al vivir desde hace muchos años en Alemania. Para un autor que ha conseguido un éxito del calibre del que obtuvo con Patria no es circunstancia que pasar por alto.
De las reseñas que hemos podido leer sobre Los Vencejos en los principales suplementos culturales, firmadas, además, por sus críticos más destacados, saca uno la impresión de que debería no demorarse mucho en ir a la librería ante el riesgo de que se agote la edición. O no.
José-Carlos Mainer, en Babelia, se extiende sobre la trama y la nómina de personajes que aparecen en la novela, que no duda en calificar de “admirable”, y a la que augura que “volará alto y lejos”. ABC Cultural, que dedica su portada al propio Aramburu, al que, además, entrevistan, recoge la crítica de José María Pozuelo Yvancos, quien se prodiga algo más en explicar los aciertos de la novela y las virtudes de su autor. De Aramburu resalta el compromiso con su propia obra, por ser capaz de no repetirse, y su valentía por afrontar el reto de escribir setecientas páginas sobre “un don nadie”. Y escribe: “la prueba del algodón de la calidad de esta novela la ofrece que pese a no tener casi intriga el lector que no tenga horizontes simples continúa atrapado en ella y leyéndola, y es lo que aconsejo a todos, que sigan hasta el final…”. Entre líneas podríamos leer que lo de las setecientas páginas pesa un poco. Al respecto, más explícito es el crítico Santos Sanz Villanueva, en El Cultural, pues a pesar de resaltar que la novela cuenta con ciertas virtudes, como “una atractiva galería de personajes con gancho, un rico y recurrente anecdotario y excelentes pasajes narrativos sueltos”, termina su reseña calificando como excesivas las “700 compactas páginas” y una declaración que pareciera acompañada de un bostezo: “A pesar de dichas virtudes Los vencejos me ha resultado cansina”. El tiempo nos dirá si finalmente las setecientas páginas de la novela les son atractivas a los primeros lectores, esos que con el llamado boca a boca tiran hacia arriba de las ventas. De momento, un amigo que cumplía años el fin de semana me confesaba que ya le habían regalado tres ejemplares de Los vencejos. Y otro preguntaba, conocida mi afición a leer crítica literaria, si había visto alguna al respecto. De lo que deduzco que la campaña de publicidad sí está funcionando. La prueba del algodón, parafraseando a Pozuelo Yvancos, estará en si las setecientas páginas no se le hacen difíciles de digerir a ese tipo de lector medio que buscará en Los vencejos la emoción que le produjo el testimonio de dolor colectivo del que le hablaba Patria.
ALFONSO SÁNCHEZ
No sé porqué, del artículo sobre Los Vencejos, se me queda grabado sobre todo eso de que las setecientas páginas pueden resultar cansinas. Serán las manías de cada uno.