Relatos con música

La memoria como partitura

Causeway Coast and Glens, Irlanda

¿Cómo es posible que una canción que nació sin partitura, cuyo autor es desconocido, que tiene un origen completamente oscuro, que no puede ubicarse geográficamente en ningún lugar concreto, haya traspasado hojas de calendario, océanos, mares, montañas y se haya instalado en la cultura popular de muchos pueblos con verdadera veneración?

La memoria. Esa es la respuesta.

Danny boy -la van a reconocer enseguida, en cuanto la escuchen- es una balada irlandesa, convertida, casi casi, en himno que se interpreta tanto en acontecimientos deportivos como en funerales, que se canta por la calle y en conciertos de música culta, que ha formado parte tanto del repertorio de artistas consagrados como Elvis Presley o Johnny Cash, o se escucha en un pub, con dos pintas de más, o mientras se esquilan ovejas en la campiña irlandesa.

No hay partitura de este himno tradicional, posiblemente nacido en la localidad irlandesa de Limavady, en el distrito de Causeway Coast and Glens, al noroeste del territorio. Pero no hay certeza, sólo sospecha, que ya es bastante. Jimmy McCurri era un violinista ciego que se ganaba unas monedas interpretando canciones tradicionales irlandesas. Vivía en un hospicio y todos los días elegía un rincón distinto de la ciudad para tocar su violín. Un día se detuvo ante la casa de una tal Janne Ross, que escuchó el Danny boy. Memorizó las notas y escribió una especie de partitura rudimentaria. La tonada comenzó a extenderse, poco a poco, entre los habitantes del condado de Causeway Coast and Glens. 

Frederic Weatherly

En 1885, una irlandesa residente en Colorado (EEUU) llamada Margaret escuchó el himno a un grupo de mineros irlandeses que buscaban oro en el territorio del cañón. Y le envió el registro a su cuñado, el abogado Frederic Edward Weatherly, quien reconoció enseguida la tonada: era Aire de Londonderry, una melodía tradicional de Irlanda del Norte. La misma canción con dos títulos distintos y la misma incógnita en cuanto a su origen. Weatherly compuso la letra en 1913. En ella, el abogado y aprendiz de poeta hablaba de la añoranza del territorio, de la pérdida de los seres queridos, del sufrimiento y su compensación en la vida más allá de la muerte… Enseguida, Danny boy se convirtió en el himno de la diáspora irlandesa, al tiempo que quedaba marcado como un clásico en los funerales, como la mejor forma de despedir a quien abandona este mundo. La popularidad llegó en 1915, cuando la canción, con muy pocas certidumbres y muchas incógnitas, pero ya en aquella época tremendamente popular, la grabó en tenor Ernestine Schumann-Heink.

Ernestine Schumann-Heink

Ha sido utilizada como himno para elevar la moral a los soldados británicos, entre los que también se encontraban irlandeses del norte, en las trincheras de la I Guerra Mundial; como himno en los acontecimientos deportivos, organizados por la Commonwealth y en los que participa Irlanda del Norte; como canción fúnebre de despedida en funerales, entre ellos, los de John F. Kennedy, Lady Diana Spencer o Elvis Presley, quien llegó a afirmar que la canción estaba compuesta por ángeles y que, por esa razón, quería que se interpretara en su funeral.

Pero, sobre todo, el Danny boy se ha interpretado siempre que un irlandés es protagonista de algo. Prueba de ello es la cantidad de veces que se ha escuchado en bandas sonoras de películas que tienen al pueblo irlandés como referente directo o indirecto de la trama, ya sea en el argumento, por los personajes o simplemente en el paisaje. Y todo esto, sin que nadie cobre derechos de autor. 

Los irlandeses, que son muy dados a las tradiciones y a respetar las costumbres, deberían levantar un monumento al autor desconocido, pero que, paradójicamente, ha dado a conocer un pedacito de la cultura de su isla. 

Gabriel Sánchez

La cantante y música irlandesa Sinéad O’Connor interpreta a capela Danny boy (1993):

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