Relatos con música

CIEN AÑOS DE RADIO EN ESPAÑA (1924-2024) (5)

Alberto Oliveras entrevista al padre Vicente Ferrer para su programa de radio en 1965 (Fundación Vicente Ferrer)

Una sinfonía formidable

Corría el año 1960 y la España triste y desanimada, que se apegaba a la radio como tabla de salvación para sobrevivir en el mar de  la apatía, la soledad, la incertidumbre ante un futuro incierto, se despertó de esa cabezada involuntaria que nos amodorraba, sin quererlo, en el sillón raído, arrumbado en el salón, decorado con papel pintado, último grito de supuesta modernidad a la que nuestro país parecía asomarse. Todo fachada. La culpa de ese despertar inoportuno la tenía una música, de primera oída estridente, pero con una potencia y una fuerza capaz de devolver a la vida a un moribundo. Aquellos contrabajos y cellos anunciaban la llegada de los fuertes metales que prefiguran un estado de ánimo vivo, fulgurante. Esos instrumentos eran como los heraldos que anunciaban las buenas nuevas desde las almenas de los castillos medievales. La variedad de ritmos que contiene esa parte de la gran obra queda… Bueno, el durmiente que se espabila con la llegada de la música estridente no puede escuchar más, porque lo que ha oído se desvanece poco a poco a través de ese aparato pequeño que descansa en la estantería del salón, cargado de modernidad. Es la sintonía de un programa que Radio Madrid y sus emisoras asociadas, acaba de poner en antena. Una voz grave, profunda lee un guión perfectamente ensayado y medido. Y la música de nuestro despertar desaparece. Pero queda el locutor. Esa simbiosis, música y palabra, nos hace reaccionar y ya hemos sido captados para mantenernos atentos al programa durante las dos horas de duración.

“Ustedes son formidables”, nos dice el locutor de voz profunda, “y nos lo van a demostrar esta noche…”. 

Oliveras

El programa –ya lo habrán reconocido los nostálgicos- comenzó a emitirse en España en el año 1960. La idea la había traído de París el periodista Alberto Oliveras, quien residía en la capital francesa desde que ganó en premio Ondas con la novela Nunca pasa nada en 1957. Desde ese año, Oliveras ejerció como corresponsal en París de la cadena de radio. Un día oyó en la emisora francesa Radio Europe 1 un programa en el que se ponía a prueba la solidaridad de los franceses, y decidió traer la idea a España. El formato no podía ser más adecuado para la época. Paternalista, empalagoso, mostrando una realidad cargada de dramatismo, exageraciones, situaciones surrealistas, daba rienda suelta a la hipócrita solidaridad de unos españoles que veían en las desgracias ajenas la conformidad con sus propias vidas: yo estaré mal, decía el que se amodorraba en el sillón, pero esos que salen por la radio están todavía peor. Y no le faltaba razón. Se subastaba el amor al prójimo y ganaba el que ofrecía la puja más alta, ya fuera para los afectados por unas inundaciones, para dar de comer a  cinco mil niños de la India, con representante infantil traído de Nueva Delhi a los estudios de Radio Madrid para la ocasión, o recaudar fondos para llevar una paella a un grupo de misioneros españoles en el Congo. Todo valía para enaltecer el espíritu patriótico de los españoles que se apresuraban, a través de las ondas, a demostrar que, verdaderamente, ellos eran formidables.

En 1977, los españoles se cansaron de participar en la subasta altruista y melodramática y decidieron cambiar el rol de formidables para aplicarlo a otros aspectos de esa España que comenzaba a nacer poquito a poco. Además, la radio pacata y propagandística también se sometió a una cirugía de modernidad y decidió renovar su antena para orientarla a las cuestiones que verdaderamente interesaban a los ciudadanos.

¿Y la música estridente pero cautivadora? ¡Ah, sí! Oliveras trajo consigo la idea de París y una sintonía, basada en la música culta que se escuchaba en Europa: el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Dvorák, la que conocemos como Sinfonía del Nuevo Mundo, partitura que tuvo su hueco en este Patio allá por septiembre de 2021.

La Sinfonía termina con este movimiento, que lleva el sobrenombre de Allegro con fuoco y que culmina la obra con una explosión de energía y emoción, llevando al oyente a vivir un momento apasionado y triunfal. A los oyentes de Ustedes son formidables ¿o es a los oyentes de la Sinfonía? Pues a los dos, venga.

Gabriel Sánchez

La Filarmónica de Viena interpreta el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Dvorák, bajo la batuta de Gustavo Dudamel (2019):

Y así se escuchaba en la cabecera de Radio Madrid:

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