El día a día
Siete de la mañana. Salta la alarma. Lucho contra el edredón para llegar a la mesilla de noche y apagar el beep beep insoportable. Contemplo hacer deporte, pero me decido por TikTok. Sonidos, canciones distorsionadas, filtros de inteligencia artificial, cuerpos imposibles, voces chirriantes, el genocidio palestino, polémicas de influencers, podcasts de misóginos. Cientos de imágenes y sonidos que no acabo de procesar inundan mi cerebro. Las siete y media. Me levanto y me arrastro hasta la ducha (según mi padre, un antidepresivo fantástico). Funciona, pero no del todo.
Una necesidad casi espiritual me lleva de la ducha a la máquina de café. El primero a modo chupito, el segundo para disfrutarlo. Ocho de la mañana. Cincuenta y cuatro miligramos de metilfenidato, Concerta para los amigos. A los quince minutos los estimulantes empiezan a hacer efecto y entro a trabajar.
Una y media de la tarde. Llevo horas sin beber agua, pero me dan la enhorabuena por mi trabajo en la reunión de las doce. Lo celebro con una bolsa de patatas fritas y un vaso de agua. Hago una pausa de la pantalla del ordenador sustituyéndola por la del teléfono. Mensajes de WhatsApp, historias de Instagram, cinco minutos en TikTok que se convierten en media hora. Vuelvo al ordenador.
Son casi las cinco y media y me duele la espalda, la cabeza y el alma. Cierro el ordenador y voy directa a la nevera. Me abro una cerveza para desconectar de la jornada laboral.
Cena, serie, otra cerveza. Nueve de la noche. Juzgo a mi pareja mentalmente mientras se fuma un cigarro. “Hay que cuidarse”, pienso.
Once. Dolor de cabeza. Lo combato con 600mg de ibuprofeno y dos tragos de agua. Me meto en la cama. Ignoro el libro que vive en mi mesilla de noche y abro TikTok. Me quedo dormida mientras una recopilación de videos de gatos se repite una y otra vez.
Siete de la mañana. Salta la alarma.
Paula Sanchez Amador
Cuentas muy bien lo que no es infrecuente. Móvil💩
Planes para el finde?