Semanario Cultural

«El amor por los libros es el amor por la libertad»

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.

El título de esta crónica/resumen son palabras del filósofo Nuccio Ordine, de la entrevista mantenida con Anna Buj para el suplemento CULTURA/S. Cuenta en ella que le gustó mucho una frase que leyó de joven en la novela Memorias de Adriano, de Margarita Yourcenar, en la que Adriano dice: “Mi primera patria fueron los libros”.  Viene ello a cuento de que este pasado fin de semana estuvo cargado de libros, de actos públicos en torno al libro, de ventas de libros, de comentarios sobre la lectura de libros y de los libros leídos, de escritores hablando de sus propios libros; y, firmándolos, agazapados en librerías o minúsculas casetas, si es que así se lo pedían lectores que nunca acaban de llegar o lo hacen en cantidades insuficientes. Y todo ello porque ayer, 23 de abril, era el Día Internacional del Libro, con el que se conmemora a nivel mundial “el fomento de la lectura de la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor” (el entrecomillado no lo he extraído de ningún libro, está copiado de Wikipedia). Esta fecha la eligió la Unesco para su declaración por coincidir en morirse, un mismo 23 de abril, Cervantes (que en realidad lo hizo el día anterior, el 22); Shakespeare (pero según el calendario juliano, de aplicación en Inglaterra, lo que se corresponde por tanto con el 3 de mayo del gregoriano, que era el ya vigente en España cuando murió Cervantes); y también falleció ese día 23 de abril de 1616, este sí cumpliendo cabalmente con el origen de la efeméride, el poeta e historiador Inca Garcilaso de la Vega. Algunos destacados escritores tuvieron el detalle de morir en tan señalado día en años posteriores, como el poeta romántico inglés William Wordsworth o el español Edgar Neville. También en un 23 de abril, el de 1981, fallecía Josep Pla, el prosista más destacado de las letras catalanas, honrando así el día Internacional del Libro y de paso a Sant Jordi, que en Cataluña celebran por todo lo alto este mismo día regalando libros y rosas como bien conocen los asiduos a este Patio. Con un día más apacible que el del año pasado, cuando cayeron en Barcelona rayos y truenos, las perspectivas de los libreros catalanes eran las de superar en esta edición las ventas de 2022, que dejaron en caja nada menos que 20,5 millones de euros, según cuentan en ABRIL. Para que puedan comparar, la Feria del Libro de Madrid de ese mismo año recaudó la mitad, 10,2 millones. Aún no ha dado tiempo de hacer las cuentas de este año y saber en qué grado favoreció la victoria del Barça sobre el Atleti a la hora de que alguno se aflojara el bolsillo.

Los suplementos culturales han dedicado sus páginas literarias a recordar, unos de manera más exhaustiva que otros, las novedades literarias de los últimos meses con el fin de guiar por géneros y temas a los compradores de libros más despistados, a los menos habituados a frecuentar librerías. 

“Mi hogar es donde están mis libros” 

Portada de cultura/s

CULTURA/S ha realizado un gran despliegue en su última edición para comentar/recomendar libros. 68 páginas frente a las 12 habituales de semanas anteriores. También para dar cabida a ese otro despliegue por Sant Jordi que es la publicidad de las editoriales: 25 páginas completas, dos medias y cuatro faldones. El coordinador del suplemento, Sergio Vila-Sanjuan, dedica su columna a hacer una llamada a la reflexión sobre el papel que desempeñan en nuestra sociedad las librerías en un contexto de transformación tecnológica que está cambiando los hábitos de lectura, y lo hace recordando que “recientemente la Casa del Libro de Madrid ha celebrado su centenario (…) que fue durante mucho tiempo, antes y después de la Guerra Civil, punto cultural ineludible y está en el origen de la que es actualmente la principal cadena del país, con 54 librerías, siete de ellas en la provincia de Barcelona. Hoy forma parte del grupo Planeta (…) sirve uno de cada cinco libros que se compran en España”. Y trae a colación Vila- Sanjuan las palabras del presidente del grupo, José Creuheras, en un acto con motivo del centenario de la librería: “recordó que ´Casa´ es refugio, ´donde nos sentimos seguros´, y citó al explorador y arabista del siglo XIX Richard Francis Burton: `Mi hogar es donde están mis libros”. 

Y también el negocio, no nos olvidemos. Los datos son elocuentes: el 64,8% de los españoles dice leer en su tiempo libre; el 52,8 compró algún libro el año pasado; la librería tradicional sigue siendo el principal canal de ventas, con un 69,9%. Y el mercado del libro está en pleno crecimiento tras haber obtenido un 2021 histórico en sus ventas. Y en este marco, ¿qué futuro espera a las librerías? Es la pregunta que subyace en su artículo. Un estudio realizado por una agencia de consultoría, tras reunir a un grupo de analistas del sector en Barcelona y en Madrid para debatir “la revolución librera”, reconoce que existe un lector que acude en busca de una experiencia completa y una reafirmación de sus valores; se subraya el valor de las librerías, que se convierten en centros culturales locales, con presentaciones, clubs de lectura (…) una suerte de promotores y catalizadores de actividades de barrio. Y barriendo para casa, el autor del artículo reivindica, como elemento clave a favor del trabajo de las librerías, la prescripción que llevan a cabo los suplementos literarios de algunos medios informativos: “también quienes elaboramos el suplemento Cultura/s de La Vanguardia consideramos que comentar las novedades con seriedad y amenidad constituye un servicio a los lectores tan útil como necesario y placentero…”. Desde nuestro Patio nos adherimos a la observación.

Bibliotecarias a caballo

Las Pack Horse Librarians

Sin embargo, poco se ha hablado (es al menos nuestra impresión) de bibliotecas. No siempre estuvieron los libros a nuestro alcance de manera gratuita. Por unas u otras razones, acudir a una biblioteca no ha sido en todas las épocas fácil. En la época de la Gran Depresión en EEUU, un grupo de mujeres se empeñaron en paliar las dificultades de acceso a los libros mediante un servicio de bibliotecas móviles. Se convirtieron en la ventana al mundo de muchos hogares estadounidenses. Las Pack Horse Librarians formaron parte de un programa creado por el gobierno con el que se pretendía paliar los estragos económicos y sociales derivados de aquella gran crisis. El programa de bibliotecarias se desarrolló entre 1936 y 1943 y su objetivo era llevar la lectura a las zonas rurales de los Apalaches, una región montañosa en el este de EEUU y una de las más aisladas y empobrecidas del país, cuenta Antònia Justícia en CULTURA/S. Se contrató a casi mil mujeres que, a lomos de sus caballos, recorrían los caminos más difíciles y peligrosos para llevar libros a las zonas más remotas. Eran mujeres que de otro modo no hubiesen podido trabajar. Llegaron a 50.000 familias y 155 escuelas rurales. “La gente de la montaña amaba a Mark Twain”, explicaba la escritora Kathi Appelt en la presentación del libro Down cut Shin Creek. Cobraban unos 28 dólares mensuales, con los que tenían que hacer frente no sólo al mantenimiento de la familia sino también a la comida del animal y su equipo propio para cabalgar: ropa y calzado cómodos y abrigo para el invierno. Varios libros han dejado constancia de esta épica historia al otro lado del Atlántico. La ilustradora Concha Pasamar incluso la dibujó para los niños en Bibliotecarias a caballo. Nos hacemos eco de ello como homenaje al personal bibliotecario.

Un “Cervantes” para el territorio de La Mancha

Rafael Cadenas

Y coincidiendo con las celebraciones del libro, hoy, 24 de abril, tiene lugar la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, concedido en su última edición al poeta venezolano Rafael Cadenas. Parece haberse convertido en norma no escrita alternar en la concesión del premio a escritores españoles y latinoamericanos, según cuenta Jaime Cedillo en EL CULTURAL. Del otro lado del Atlántico, recibieron el premio en lo que va de siglo cuatro mexicanos, Fernando del Paso, Sergio Pitol, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco; dos chilenos, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra; dos uruguayas, Ida Vitale y Cristina Pieri Rossi; un colombiano, Alvaro Mutis; un argentino, Juan Gelman; un nicaragüense, Sergio Ramírez; y el último un venezolano, el citado Cadenas. 

Otro fenómeno de esta “hermandad” en la misma lengua es el asentamiento de numerosos escritores hispanoamericanos en España. Escribe del tema en ABC Cultural Bruno Pardo Porto. Las razones de los que decidieron venir y quedarse son variadas, unos por seguridad, como el colombiano de Medellín Sebastián Velásquez: “Necesitaba poder caminar por la calle sin temer que me mataran”; otros, como el argentino Andrés Neuman, por circunstancias del azar: “Conocí a una española, nos enamoramos, tuvimos un hijo”. El mexicano Jorge Volpi, que dirige el Centro de Estudios Mexicanos en España, explica que con la crisis de 2008 muchos de los que habían llegado a España se fueron, pero ahora están volviendo, “en parte por las condiciones políticas y sociales de Latinoamérica”. Decía Gabriel García Márquez que “es mucho mejor ser pobre en Europa que en Colombia”. Lo recuerda Carlos Granes, quien sostiene que “no hay un motivo para cruzar el océano: hay mil.” Él viajó hasta Madrid por considerar que sería más fácil publicar, por eso de que aquí están las grandes editoriales. También Juan Gabriel Vásquez tiene pensado instalarse en Madrid (vivió en Barcelona varios años) y habla de la migración como “intercambio y luz”. Recuerda la relación de Latinoamérica con Barcelona en los setenta: “fue un gran momento de la conversación literaria. Ahora se ha ampliado y está en Madrid también, y esto es fundamental, valiosísimo. Soy un militante de lo que Carlos Fuentes llamaba el territorio de La Mancha. (…) Siento que mi lengua es mi patria, y lo vivo con mucha naturalidad y gratitud. No veo la necesidad de separar la literatura de una orilla y otra del Atlántico.” 

No sólo escritores llegan de América

“Más allá de los tópicos, el chocante nombre de Costa da Morte está tristemente justificado”. Con estas palabras inicia Andrés Seoane, en LA LECTURA, el reportaje donde habla del auge literario del “noir” gallego y que titula Galicia, paraíso… criminal. Lo ejemplifica con cinco novelas y los testimonios de sus autores: Los muertos también gritan, de David Lema; La Dama del Norte, de Ulises Bértolo; Infamia, de Ledicia Costas; El hombre que mató a Antía Morgade, de Arantza Portabales y El ladrón de huesos, de Manuel Loureiro

“La droga forma parte de Galicia como el paisaje. No es un tópico. Pero no se trata de demonizar a Galicia: que nuestra costa sea idónea para que los fardos se amontonen por las noches en las playas no quiere decir que los gallegos andemos hasta arriba durante el día (…) pero que no se consuma hasta provocar la muerte de equipos de fútbol no quiere decir que no permee las diferentes capas de la sociedad” (Lema). 

Arantza Portabales y Manuel Loureiro

“Si algo ofrece el tráfico de estupefacientes es dinero, mucho dinero, aún a riesgo de perderlo todo, incluso la vida. Uno de los policías que participó en la operación Temple en la que fue detenida (Ana Garrido, cuya peripecia se cuenta en La Dama del Norte), me dijo que podría haber sido tan buena vendiendo hortalizas al por mayor como cocaína (…) Creo que la pieza fundamental es que Galicia tiene todos lo requisitos estéticos: bosque, ciudad, costa (…) y tenemos un acervo literario muy potente, una comunidad muy rica en voces, géneros y temáticas, por lo que es normal que nos hayamos sumado a la tendencia del “noir” (Bértolo).

“Somos hijos de la emigración, la estrategia geográfica nos colocó en el centro del contrabando y el narcotráfico, sufrimos un atraso cultural, ya paliado, como consecuencia de nuestra geografía y de la situación política, mantuvimos estructuras caciquiles que afectaron a nuestra composición social, nos afectó la crisis del mar, la del naval, la reconversión. Un caldo de cultivo perfecto” (Portabales).

“Un paisaje boscoso, retorcido, húmedo, lleno de recovecos y rincones, un clima lluvioso y nublado que genera inquietud, sus habitantes, sobre todo en el ámbito rural, apegados a sus tradiciones, reservados y desconfiados, que dan la sensación de estar llenos de secretos… crean la mezcla ideal para crear ese paisaje de fondo en el que este tipo de historias encajan a la perfección” (Loureiro).

Historias para llevar al cine

Pedro Almodóvar (Forbes)

Son historias que algún día quizás veamos llevadas a la pantalla. De hecho, de los relatos que Pedro Almodóvar ha publicado recientemente algunos eran apuntes de películas futuras. Almodóvar era la estrella que se esperaba para firmar ejemplares de su libro en este Sant Jordi. Y por las primeras crónicas que leímos parece que se cumplió lo esperado: cientos de admiradores tratando de obtener su firma. Lo que confirma que poco efecto tuvo la demoledora crítica que en ABC CULTURAL firma Karina Sainz Borgo. Una reseña que comienza así: “Cineasta brillante, pésimo narrador. Ese es el saldo que queda de Pedro Almodóvar tras leer ‘El último sueño’, una antología de doce relatos de juventud. Deslavazados, irregulares y faltos de edición, los textos que componen este volumen son apuntes de películas futuras o bocetos autobiográficos tópicos y pueriles. Almodóvar, que es todo un maestro en el uso de la lentitud y los elementos dramáticos de su cine, se muestra aquí repetitivo, predecible e inexperto. A veces lo suelta todo de golpe, apelmazando metáforas como pegotes de escayola, en otras sacrifica la idea por una estructura confusa y pretenciosa”. Sainz Borgo nació en Venezuela, tiene pasaporte venezolano y también español. Además de ejercer la crítica literaria es una de las escritoras de allá que escribe acá.


E. Huilson

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