Déjame llorar tres veces

Vuelve Händel a sentarse con nosotros un ratito en este rincón del patio. Y es que el prolífico compositor alemán, afincado en Londres, tiene muchas buenas cosas que contar. Y eso que todavía no hemos sido capaces de sacarle cómo fue capaz de componer El Mesías, el oratorio más famoso de la historia de la música, en tan sólo 24 días. Y mira que le damos pitarra y zurra a ver si se le suelta la lengua. Pero nada.
La zarabanda es una danza lenta, de origen español, muy famosa en la época barroca. Toda composición larga –óperas sobre todo- que se preciara, debía llevar una zarabanda en la partitura.

Con este propósito, el de estar al día, compuso Händel su Lascia ch’io pianga (Déjame llorar) para su primera ópera, que llevaba por título Almira, Reina de Castilla, en 1705 y que fue estrenada en Hamburgo. Él mismo se admiró de la calidad de su composición, y decidió que no podía morir en una sola obra. Remodeló algunas notas del pentagrama original y la metió de rondón en un oratorio que compuso en 1708, que llevaba por título El triunfo del tiempo y del desengaño. Pero la adaptó al formato de aria. La zarabanda, danza casi, casi profana, era demasiado escandalosa para ser incluida en un oratorio digno que ensalzaba a Dios y a su hijo. Le puso un título para despistar, que no pareciera huérfana y así justificar que se había copiado a sí mismo: Deja la espina, coge la rosa.
Seguía gustándose y valorando su composición desde que la pergeñó en su cabeza. Había que continuar explotando su gran inspiración. Convertida en aria era más fácil buscarle hueco en otra ópera. Y el momento llegó en el año 1711.

Händel estaba componiendo Rinaldo, una ópera basada en el poema épico de Torquato Tasso La Jerusalén liberada. El italiano Giacomo Rossi era su libretista de cabecera. Para las óperas, mejor un italiano que un alemán. La obra se estrenó en el Queen’s Theatre de Haymarket, en Londres, el 24 de febrero de 1711. Tanto éxito tuvo la representación, que Händel decidió quedarse definitivamente en la capital inglesa y no regresar a Hamburgo. Quería paladear el éxito que los ingleses le mostraban desde el mismo lugar donde se había producido el acontecimiento musical que todos celebraban.
Rinaldo, guerrero cristiano, partícipe en la primera cruzada (año 1100) que se había organizado en la Europa Occidental para liberar Jerusalén de las garras de los infieles sarracenos, se enamora de Alminera, hija de Godofredo de Bouillon, comandante de los ejércitos cristianos. Éste acepta la relación a cambio de que Rinaldo le preste ayuda. Pero la malvada hechicera Armida tiene encantado y retenido al guerrero y no le deja actuar libremente. El aria Lascia ch’io pianga, la pone Händel en la boca de Alminera que se lamenta por el rapto de su amado en las garras de la hechicera Armida y llora por su libertad.
Uno de los principales atractivos de Rinaldo en Londres fue la participación en el elenco de los dos principales y más prestigiosos castrati del momento: Nicolò Grimaldi, Nicolini y Valentino Urbani.
La ópera, después del éxito que obtuvo durante las representaciones en Londres, fue olvidada, y durante 200 años nadie se acordó de la partitura. Fue a partir de la década de los 70 del pasado siglo cuando los teatros comenzaron a programarla y los críticos se hicieron eco del trabajo de Händel en esta especialidad musical.
Gabriel Sánchez
La soprano alemana Anett Fritsch interpreta el aria Lascia ch’io pianga de Rinaldo de Händel en una grabación en directo en la Ópera de Glyndebourne en 2011:
