Los «sin premio» Cervantes (Pombo, Goytisolo, Aira…)

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS
De los eventos del calendario literario español llegado el otoño, una vez desentrañado el misterio de si va de piratas, detectives o guerreros la última novela de Pérez-Reverte, destacan los fallos de los premios Nacional de las Letras Españolas, dotado con 50mil euros, y del Cervantes, este más generoso, 125mil. De momento no hemos encontrado apuestas destacadas para el “Cervantes”, por no decir ninguna, aunque sí alguna propuesta. Por ejemplo, la que hace, en su columna en El Cultural, Ignacio Echevarría, crítico antaño y editor actualmente, de acreditado criterio, al menos en este Patio. Viene a solicitar Echevarría que se tenga en cuenta que un escritor de la talla de Álvaro Pombo, con 85 años a sus espaldas y una relevante obra, no ha recibido aún el Cervantes, y apremia al jurado a poner solución: “¿A qué demonios esperan? ¿Puede ser tanto y tan perseverante el despiste de los jurados? ¿O se trata de un malentendido?”. Y para refrendar la apuesta, y que ésta no parezca excluyente, apunta que solo dos escritores estarían a la altura de Pombo para disputarle este año el galardón. Uno es Luis Goytisolo, que ronda los 90 años: “¿Se puede creer que el autor de Antagonía cumpla esa edad sin recibir tampoco él el Cervantes? ¿Pero qué es esto?” Y el otro que podría hacerle sombra a Pombo, este desde la América hispana, es César Aira: “En el horizonte completo de la lengua española, el único narrador que se me ocurre que pudiera arrebatar a Goytisolo o a Pombo el galardón sería César Aira. Pero Aira tiene 75 años y en estos asuntos la veteranía no deja de ser un grado”. Apela a la edad Echevarría, aunque no haya sido, nos permitimos apuntar, determinante en un premio de mayor enjundia como lo es el Nobel. Además existen otros factores a tener en cuenta a la hora de la elección, que no se le escapan: “Conforme al disparatado sistema pendular que determina que el Cervantes se lo lleve un año un autor español y el siguiente un latinoamericano, Aira tiene más probabilidades de llevárselo en la próxima edición. Si además tenemos en cuenta que de un tiempo a esta parte se procura que el premio se conceda con razonable proporcionalidad a mujeres, y que se vela asimismo porque distinga también a poetas, la probabilidad de que este año se lo lleve un narrador español, después de que el año pasado fuera galardonado Luis Mateo Díez, se reduce drásticamente”.

En este Patio tenemos también nuestros favoritos, como seguramente muchos de ustedes. Para la edición del pasado año se citaron como tales los nombres de Pere Gimferrer, Clara Janés, Enrique Vila-Matas, María Victoria Atencia, Luis Mateo Díez, Luis Landero, Rosa Montero, Soledad Puértolas, etc., siendo al final Mateo Díez el elegido. Pues bien, nos quedamos de la cuota Echevarría con César Aira y de los españoles con Vila-Matas. Que no se diga que no arriesgamos. O que no erramos…
En cuanto al Premio Nacional de las Letras Españolas, que en la pasada edición se concedió a Cristina Fernández Cubas, tampoco hay muchas pistas, o no las hemos visto. En todo caso, antes del 10 de diciembre, según exigen las convocatorias de ambos galardones, se tienen que haber decidido. Teniendo en cuenta que en las últimas ediciones fueron Premio de las Letras Españolas Luis Goytisolo; Emilio Lledó; Carme Riera; Juan Eduardo Zúñiga; Rosa Montero; Francisca Aguirre, Bernardo Atxaga, Luis Mateo Diez, José María Merino, Luis Landero y Cristina Fernández Cubas, les animamos a darnos sus candidatos. ¡Se abren las apuestas!
Date un atracón de cuentos (con Coupland y Lydia Davis)

De las novedades que nos hemos encontrado esta semana nos llamó la atención Atracón, el último libro de relatos de Douglas Coupland, donde los protagonistas “ni son atractivos ni son ejemplares. Más bien neuróticos, impetuosos y de dudosa catadura, pero existen a nuestro lado, están aturdidos, desbordados y son parte de todo lo que somos como sociedad”. Ya el subtítulo tiene su punto sarcástico: “60 historias para que tu mente se sienta diferente”. Con estas historias, dice Lourdes Ventura en El Cultural, “nos divertimos, nos identificamos, nos dejamos tragar por las microtramas y salimos tan autoindulgentes como los personajes. Esta modernidad líquida y fragmentada de los relatos encadenados del autor canadiense se nutre de las existencias de innumerables individuos que en ocasiones se deslizan de un relato a otro”. Son personajes atrapados en las redes sociales, apáticos, desilusionados, consumistas… gente de hoy. Ventura explica en la reseña que “las historias de Atracón están marcadas por referencias a la cultura de masas, al consumo de tecnologías, a la seducción del mercado y a la publicidad hipercapitalista”, todo ello contado con humor por su autor. Y nos recuerda que el título original en inglés, Binge, se puede traducir como atracón, pero también como borrachera, colocón, un exceso de cualquier tipo. En ingles se utiliza la palabra bingeing, por ejemplo, cuando alguien se traga un montón de series de televisión en un corto periodo de tiempo. Los relatos de Coupland se caracterizan por la brevedad, en la tradición de los cuentos breves que se remonta al Decamerón de Bocaccio, o los que cultivaron con maestría escritores ya clásicos como Kafka, Chéjov, Borges, Cortázar, Monterroso. O las short stories que en el ámbito anglosajón han frecuentado escritoras como Joyce Carol Oates, Elizabeth Strout o Lydia Davis.
Davis/Auster

Precisamente de esta última, Lydia Davis, se ha publicado recientemente en España un nuevo libro de cuentos bajo el título Esa gente que no conocemos. Davis dice de su obra que se trata de un conjunto de “meditaciones; parábolas o fábulas; una narración oral con hipo” que no se ciñe a ningún formato tradicional, aunque se nutre de formas como las de Beckett, Kafka, Isaak Bábel o Clarice Lispector. Esa gente que no conocemos, se apunta en la reseña del libro que firma Paloma Cruz Sotomayor en Cultura/s, “continúa la exploración de esa poética tan singular, y del estilo que atraviesa toda su gran obra”. Aunque no es muy conocida en España, Davis goza de reconocimiento internacional como una de las autoras más destacadas del cuento breve norteamericano. Cuentos que, según apunta Cruz Sotomayor, “son dispositivos literarios brillantes y extravagantes, que desafían los géneros, pero que logra fusionar de una manera que se percibe como radical”. Y en su última entrega lo vuelve a hacer explorando lo cotidiano “con una claridad quirúrgica, transformando las interacciones más nimias en reflexiones sobre las relaciones humanas”.
A la vez que el libro de cuentos, se ha publicado otro libro donde podemos encontrar sus propias reflexiones sobre la literatura y su obra. Bajo el título Ensayos I, la autora indaga en su mundo literario y es también una guía hacia un canon poco habitual al examinar “quirúrgicamente a sus contemporáneos” y declarar con determinación a sus favoritos de todos los tiempos. Un gesto de generosidad, según la reseñista pues es un “privilegio, especialmente para los que buscan entender sus procesos creativos, y la simbiosis posible entre la escritura y la lectura”. Este formato de ensayo le permite a Davis abordar otros espacios como críticas de arte, fotografías, extractos de sus anotaciones cotidianas, poesía, y hasta análisis de traducciones, pues lo es ella del francés: ha traducido a Flaubert y Proust, por ejemplo. Y además ofrece hasta consejos prácticos sobre cómo desarrollar el hábito de escribir. Ahí van algunos ejemplos para los interesados:
1.- Toma notas con regularidad.
2.- Trabaja siempre (cuando observes o escribas) a partir del interés propio. Confía en lo que te interesa.
3.- Sé autodidacta en todo lo que puedas.
4.- Revisa las notas una y otra vez…
… y así un buen puñado de consejos más entre los que no podía faltar el de leer y estudiar a los autores que nos mueven: “Lee a los mejores escritores de la historia. Lee a los contemporáneos en la correspondiente proporción. Ya eres hijo de tu tiempo”.
Por cierto, que se apunta en la reseña que si se hace una búsqueda rápida en Google de Davis uno de los datos que primero se menciona de ella es su condición de ex-esposa de Paul Auster. Un cierto menosprecio que también padeció, y lamentó, su última esposa, la también escritora Siri Hustvedt. Hace justo una semana que Hustvedt estuvo en Madrid para participar en el homenaje que se rindió al escritor norteamericano, recientemente fallecido. Recordó, emocionada, y emocionando al público asistente, que cuando Auster ya no podía hablar, “pero podía oírme”, le dijo: “Dios mío, nos hemos divertido”.
Elena Garro, otra escritora ensombrecida

También Elena Garro, a quien se considera precursora, junto a Juan Rulfo, del realismo mágico, padeció la sombra alargada de un esposo escritor, en este caso el poeta Octavio Paz. Veinticinco años después de su muerte, su obra está siendo reeditada por algunas editoriales. Bamba Editorial acaba de publicar Testimonios sobre Mariana, su segunda novela, que reseña para El Cultural Ascensión Rivas, quien señala que “Garro fue una mujer complicada que nunca encajó en la sociedad de su tiempo. Su mirada feminista sobre la situación de las mujeres en una cultura eminentemente patriarcal fue la causa del rechazo de sus contemporáneos, incapaces de comprender esa visión moderna de la realidad”.
Su matrimonio con Octavio Paz además de cerrarle algunas puertas literarias “la condujo a un laberinto de pasiones interiores de las que no supo desembarazarse”. Su biógrafa, Patricia Rosas, explica que Testimonios sobre Mariana describe la experiencia con Paz durante sus viajes a París y Nueva York, en “un intento de aproximación a la figura de Mariana, una mujer huidiza a la que muchos tratan de entender, aunque ninguno lo consigue”. Entre lo que parece entreverse es que su matrimonio está atravesado por la desdicha.
El marco de la historia es la posguerra europea, “cuando el existencialismo se extendía entre la intelectualidad parisina y la vida se interpretaba desde el nihilismo y la náusea”.
Garro exprime ese estado neurótico de la sociedad y de sus individuos, concluye Rivas, aunque le resulta excesiva no solo en los interrogantes sobre su protagonista, sino también en una exposición de acciones demasiado descriptiva y pormenorizada.
Un DÍA en la pandemia

Nos había llamado la atención lo que escribía en la reseña de May Zamora en Cultura/s sobre Día, la última novela de Michael Cunningham, hace un par de semanas. No teníamos más espacio y lo obviamos. Esta semana, Rodrigo Fresán escribe la crítica de la novela para ABC Cultural, así que cerraremos este resumen con las opiniones de ambos sobre Día. Escribe Fresán que Cunningham hace en su octava novela lo que tantas veces hizo. “Lo que hizo en las magistrales Una casa en el fin del mundo y Cuando cae la noche o Las horas, donde reescribió en tres tiempos/variaciones/épocas a La señora Dalloway a la vez que se contaba el final de su creadora Virginia Woolf”, y eso que hace Cunningham no es otra cosa que marcar, ya de entrada, ese tempo perfecto para poner en escena y en marcha una trama.
El contexto, aunque no se llega a mencionar, es la reciente pandemia. En una estructura dibujada en tres actos en la que hay una editora fotográfica de nombre Isabel y un ex-rocker y ex-adicto, Dan Walker-Byrne, quienes ya no se aman como alguna vez se amaron, y también sus hijos, Violet y Nathan, intuyen que ya nada volverá a ser como alguna vez fue.
Por su parte, escribía Zamora en Cultura/s que al concluir la lectura de Día, la cita inicial de Anna Ajmátova resuena con fuerza: “Alzándose del pasado, mi sombra/acude en silencio a mi encuentro”. Porque la narración refleja la relación de los personajes con lo vivido y la reflexión sobre el cumplimiento de expectativas, en esa estructura tripartita: “Conocemos a los protagonistas de esta historia en tres momentos del mismo día –5 de abril– de tres años consecutivos –2019, 2020 y 2021–. Cada capítulo transcurre en un tramo de la jornada –mañana, tarde y noche–.” Y apunta algunas influencias. El primer capítulo, el más descriptivo, recuerda en la ambientación de la cotidianidad a Colm Tóibín. “En el segundo aparece la pandemia –como realidad y metáfora– aunque nunca se la mencione explícitamente. El aislamiento encapsula a cada uno de los personajes”. La influencia, de nuevo, de Virginia Woolf, escribe Zamora, “aparece en comportamientos o actuaciones como la inmersión en el lago de Nathan. El ambiente se densifica, pesa, demasiado, mientas la búsqueda del amor –en el matrimonio, en los diversos modelos de pareja, en la amistad, con los hermanos o con los padres– se perfila como la única salida”.
E. Huilson
