Relatos con música

Cien años

Nueva York de noche (F: Berkeli Alashov)

Cuando terminaron la partida de pool (una variante del billar americano que se juega con nueve bolas), George y su hermano Ira se sentaron en un velador del bar y pidieron dos cervezas (sacadas de barriles clandestinos, naturalmente). En la mesa de al lado, un ejemplar del New York Herald había sido abandonado. Hojeando las páginas del diario, George vio un anuncio: el próximo 12 de febrero, el director de orquesta Paul Whiteman ofrecía un concierto titulado “Un experimento en música moderna”. Junto a un amplio conjunto de obras programadas para aquella sesión, el reclamo publicitario anunciaba la inclusión de una nueva obra de jazz, compuesta por George Gershwin. Como colofón, con la intención de animar al público para que acudiera a la velada, el anuncio del periódico daba cuenta de los espectadores, especialmente destacados, que habían confirmado su asistencia, entre ellos, Sergei Rachmaninov, el director de orquesta Leopold Stokowski y el  violinista Jascha Heifetz

George se bebió la cerveza de un trago, pidió a su hermano que pagara la cuenta, aunque había ganado la partida de billar, y salió corriendo. Se dirigió inmediatamente a su estudio, un apartamento modesto, muy próximo a la calle 42, mientras maldecía su mala memoria. Hacía dos meses o más que se había comprometido con Whiteman para componerle una obra con motivo del acontecimiento musical que anunciaba el Herald y se le había pasado por completo. Apenas le quedaba tiempo. El calendario era inexorable: 16 de enero; quedaba menos de un mes para el estreno de una obra que aún  no había compuesto. Pero no había que dramatizar: la partitura llevaba largo tiempo rondando su cabeza desde que, viajando en tren desde Nueva York a Boston, de repente, vio las notas transcritas en la partitura. Sería una rapsodia.

Gershwin compuso su Rapsodia in Blue en poco menos de tres semanas. Combinó los giros y ritmos del jazz, tan popular en la década de los 20 en los Estados Unidos, con una perfecta combinación del estilo que caracteriza la música sinfónica. La partitura estaba diseñada para piano y conjunto de jazz.

Llegó el día del estreno, el 12 de febrero de 1924. La noche previa al concierto, el director y mentor de la experiencia, Paul Whiteman tuvo pesadillas. En sus manos tenía una partitura extraordinariamente original, cuya combinación entre jazz y música sinfónica era un cartucho de dinamita. El público tenía la potestad de encender la mecha si es que el engendro resultaba un pastiche indigerible o aplacar el estruendo a base de aplausos. Antes de dirigirse al escenario, miró por una ventana del primer piso del Aeolian Hall de Nueva York. Con el miedo escénico reflejado en su cara, Whiteman vio que, a pesar de la nevada que había caído sobre la ciudad, el público se peleaba por entrar en la sala. Pensó que el aforo podría haber sido diez veces más grande y todas las entradas se habrían vendido. 

Ya en el escenario, Gershwin al piano, una banda de jazz y Whiteman batuta en mano, acometieron el inicio de la obra. ¡Oh, aquel trino,  ese glissando, que no es más que un efecto sonoro que consiste en pasar rápidamente de un sonido a otro más agudo o más grave, haciendo que se escuchen todos los sonidos intermedios posibles de esas notas del clarinete que dan paso a la magna obra! ¡Qué maravilla! Whiteman contó más adelante que, en ese momento, se le saltaron las lágrimas, al tiempo que mascullaba por dentro: lo hemos conseguido.

La obra fue definida por el autor como “una especie de caleidoscopio musical de América, como un vasto crisol de razas, de inigualable entusiasmo nacional, de la locura metropolitana”. Y no era para menos. Estados Unidos vivía una época de esplendor, los famosos años veinte, festivos, cambiantes, abiertos. La partitura de Gershwin combinaba todos estos elementos que, cien años después, aún siguen vivos.

En 1946, muerto ya el compositor, Ferde Grofé adaptó la Rapsodia in Blue para orquesta sinfónica, que es la versión que ha perdurado durante estos cien años y la más interpretada en todas las salas de concierto.

Gabriel Sánchez

Leonard Bernstein dirige la Filarmónica de Nueva York y toca al piano Rhapsody in Blue en el Royal Albert Hall (1976):

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