Relatos con música

Scarlatti, el español

Fernando VI y Bárbara de Bragança con su corte, obra de Amigoni. Arriba a la derecha, Farinelli y Scarlatti sosteniendo una partitura.

Lo cuenta José Saramago en su Memorial del Convento. La princesa Bárbara de Bragança, hija del rey Juan de Portugal, se comprometió en matrimonio (la comprometieron, mejor dicho) con apenas doce años, con el infante Fernando, hijo del rey  Felipe V de España y, por tanto, heredero al trono. Era Bárbara niña muy culta. Hablaba cuatro idiomas con fluidez (su madre era austriaca) y cultivaba  una desmesurada afición por la música, gusto éste que le había inculcado su padre. En 1729 cruzó la frontera que divide a los dos países a través del río Caia, a la altura de la ciudad portuguesa de Elvas y la española de Badajoz.

La princesa Bárbara nunca más volvió a ver a sus padres ni regresó a su Portugal natal. Decenas de baúles, cajas, escuches, arcones, cofres componían el particular ajuar de la princesita que iba siendo cargado en una barcaza para atravesar el río. Pero de entre todo el equipaje que transportaba la futura reina destacaba un instrumento de grandes proporciones: un clavicémbalo del que no se despegaba un cuarentón con peluca canosa que estaba completamente abstraído del trasiego real. Se trataba de Domenico Scarlatti, compositor y clavecinista italiano, que había llegado a Lisboa en 1720, llamado por el rey Juan, para que transmitiera sus dotes musicales a la joven Bárbara. Scarlatti formaba parte del séquito de la futura reina de España, a cuyo lado permanecería hasta su muerte, en 1757, un año antes de que lo hiciera la reina. Así era el afecto mutuo que se tenían.

En España, el compositor italiano se impregnó de la cultura popular del país. Supo captar como pocos el percutir de las castañuelas, el sordo sonido de los tambores, el lamento amargo y ronco de los gitanos, la alegría contagiosa de la orquesta del pueblo y, sobre todo, el nervio contenido en las danzas españolas. Todo lo había aprendido en Sevilla, a donde se trasladó con el séquito de la princesa Bárbara. 

Ya en Madrid, Scarlatti adquirió el compromiso de tocar para la real pareja todas las noches. Se le contabilizan más de 500 sonatas compuestas para las veladas nocturnas, muchas de ellas dedicadas a la reina Bárbara. A los encuentros musicales en palacio se unía un cantante italiano que residía en España desde 1735 y que había sido llamado a la corte por orden del rey Felipe V. Se trataba de Carlo Maria Michelangelo Nicola Broschi, más conocido como Farinelli. El cantante tenía la misión de interpretar todas las noches arias que acompañaba con el clave. Felipe V, que padecía de fuertes depresiones y otros males psicológicos,  le escuchaba desde la cama. 

Muerto el primer Borbón y ascendido su hijo Fernando al trono, Farinelli se quedó en España, acompañando a Scarlatti en su misión ludicodidáctica de enseñar y entretener a los nuevos reyes. 

Todas las sonatas de Scarlatti están compuestas para el clave. Pero, lo que tiene estar al lado de una dama con tantos posibles como una reina, se sabe que el músico italiano probó un nuevo instrumento que Bárbara de Bragança había ordenado traer desde Italia: el pianoforte, o sea un piano. Pocos compositores de aquella época tuvieron la oportunidad de posar sus dedos ante un teclado tan novedoso. Claro que también muy pocos  pudieron poner en sus tarjetas de visita: profesor de la Reina. Ahí es nada.

Gabriel Sánchez

El pianista turco Fazil Say, interpreta a Scarlatti, Sonata en F minor K. 466:

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