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Los árboles carcaj: morir, adaptarse o migrar

Fotografía de los árboles carcaj tomada por Jack Dykinga en 2018

La difícil supervivencia del kokerboom, también llamado choje (en la lengua san), quiver tree (en inglés) o árbol carcaj

El calentamiento global y las guerras han sido, y son, dos causas fundamentales de los flujos migratorios a lo largo de la historia. Los humanos conocemos muy bien el éxodo que provocan las guerras. Los animales se trasladan y migran por fenómenos naturales. ¿Y qué hay de las plantas y árboles, arraigadas al suelo por sus raíces? Pues que mueren. O se adaptan. O, finalmente, también migran.

Y lo consiguen, aunque les lleve años de minúsculos desplazamientos no visibles al ojo humano. Hoy traemos al Patio al kokerboom, también llamado choje (en la lengua san), quiver tree (en inglés) o árbol carcaj para entendernos nosotros. Es una especie que, como la welwitschia mirabilis, de la que ya hablamos hace un tiempo, se encuentra catalogada como especie en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN).

Con una vida que puede alcanzar los 300 años, el árbol del carcaj es un aloe del desierto, que sobrevive donde nadie puede hacerlo, en Karoo, una meseta semidesértica del sur de Namibia y Sudáfrica. Tiene un aspecto majestuoso, llega a medir diez metros de altura, y dicen que “crece al revés” pues sus ramas parecen raíces buscando nubes. Su peculiar metabolismo interno le permite vivir frente a las escasas lluvias. Sus hojas son lisas y cerosas e impiden que se evapore la humedad. Si la sequía es pertinente, y sufre estrés hídrico, es capaz de amputarse uno de sus ‘brazos’ cortando el flujo de humedad de alguna de sus ramas. Un superviviente nato, vamos.

Fotograma de 2001: una Odisea en el espacio, donde se ven los árboles carcaj

Odisea en el espacio

Su aspecto majestuoso no ha pasado desapercibido a los cineastas. Stanley Kubrick quedó maravillado por su imagen y quiso que apareciera en las primeras escenas de 2001: una Odisea en el espacio. Según cuenta Michael Benson en un libro sobre la película, la productora taló de manera ilegal varios árboles para trasladarlos al norte de Namibia y utilizarlos de fondo para las primeras escenas, aunque parece ser que los árboles que finalmente aparecen en la secuencia “El amanecer del hombre” son artificiales, creados para la ocasión por el departamento de Arte de los estudios británicos MGM.

Fotograma de la serie Raised by Wolves

También Ridley Scott quedó fascinado por estos aloes y los utilizó para su serie de ciencia ficción Raised by Wolves, rodada en las afueras de Ciudad del Cabo. La serie cuenta la historia de dos androides que deben cuidar niños en un planeta extraño y virgen después de que la Tierra haya quedado destruida. Nada mejor para ello que el aspecto de los árboles carcaj, pues parecen sacados de otro mundo. Scott trasplantó, tras solicitar permiso, varios de ellos al lugar del rodaje.

Un destino incierto

Hoy, los chojes son árboles protegidos en Namibia y Sudáfrica y desde 2010 están catalogados como vulnerables en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. Amenazados por recolecciones ilegales, el paso del ganado y la construcción de nuevas carreteras, es probablemente el cambio climático la principal amenaza para su  extinción.

Morir, adaptarse o migrar. Esas son las opciones de los kokerboom ante el aumento del calor y la disminución de las lluvias. Los investigadores han comprobado que con el paso del tiempo se están desplazando hacia el polo sur, lejos del ecuador. Todo ello gracias a la dispersión de las semillas a través del viento o de los excrementos de las aves que las comen. No es fácil pedir a una especie sedentaria que se mueva a la velocidad con que se está produciendo el cambio climático y por eso su futuro no es prometedor. Los pronósticos vaticinan una reducción del 76% de su población en los próximos 100 años, e incluso, si se ayuda a su dispersión y redistribución, la disminución de la especie será de un 30%, según la investigadora Wendy Foden, del Instituto Nacional de Biodiversidad de Sudáfrica.

Los nativos san

El nombre de este árbol tiene su historia. Fue descrito por primera vez en 1685 por el último comandante de Ciudad del Cabo, el holandés Simon van der Stel, un curioso de la botánica: «Su corteza es bastante dura, pero la médula es blanda, ligera y esponjosa. Los nativos san (bosquimanos) utilizan sus ramas como carcaj para sus flechas. Las ahuecan y cubren un extremo con un trozo de cuero, y así fabrican hábilmente con este árbol, al que llaman Choje, un carcaj fuerte y útil».

Y con ese nombre quedó también en su traducción inglesa: quiver tree (carcaj).

Tal vez a algún lector le suene el pueblo africano san, que, por cierto, habla un idioma que incluye hasta 80 tipos de chasquidos (todo un reto para lingüistas). La historia se recordará: el Museo Darder, en Banyoles (Girona), exhibió durante años a un varón embalsamado de la etnia san que habían comprado a unos hermanos franceses taxidermistas en 1916. El bosquimano fue exhibido durante más de 80 años. Las críticas por su carácter racista consiguieron su retirada en el año… ¡2000!. Vestigios racistas para vergüenza de todos.

Pero volvamos al árbol. Su uso como aljaba o carcaj no es la única cualidad de este aloe. Sus raíces se utilizaban para tratar el asma y la tuberculosis. Cuando caen y mueren, también sirven de nevera: al pasar el aire a través del tejido fibroso de su tronco se crea un efecto de enfriamiento muy útil para la conservación de alimentos, un frigorífico natural.

VIRUMBRALES

2 comentarios en «Los árboles carcaj: morir, adaptarse o migrar»

  • Bonita historia sobre la migración vegetal en la que el tiempo le da una dimensión diferente. Me recuerda al haya que desde los Urales hasta los Pirineos tardaron 3.000 años en llegar y otros mil por la cornisa cantábrica hasta llegar a Galicia. Nunca se me habría ocurrido llamarle migración climática. Aprendido.

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  • Casi puedo ver a los árboles carcaj andando y alejándose de ese calor y falta de agua que les deja secos.

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