Relatos con música

Apartheid musical en Estados Unidos

Willliam Grant Still

Unimos estos tres conceptos: música, negros, Estados Unidos. El resultado es obvio, ¿no? Jazz. Y si consideramos este movimiento, esta cultura musical  por debajo de la música culta, de la música clásica, para entendernos, puede ser que consideremos también que los compositores e intérpretes de este género musical tan peculiar, nacido a finales del siglo XIX entre las comunidades de afroamericanos de Nueva Orleans, estén por debajo de lo que tradicionalmente conocemos como grandes compositores. Y no es del todo cierto.

En una pequeña localidad del Misisipi profundo nació en 1895 William Grant Still. De familia media, el muchacho comenzó a sentir el gusanillo de la música desde muy niño. Huérfano a temprana edad, su madre, una maestra con condición de clase, pero con perspectiva de futuro, buscó un nuevo marido que sintiera especial sensibilidad por sus hijos. Y lo encontró en el territorio de Arkansas, concretamente en Little Rock. Y hasta allí se trasladó la familia Grant, con el pequeño William como primogénito. El tirón por la música seguía creciendo en su interior y su padrastro no le quitó el gusto, todo lo contrario: le matriculó en una escuela donde estudió violín y comenzó a dar sus primeros pasos como músico aficionado. Corría el año 1908 y las bandas de jazz y de blues proliferaban por los ambientes negros en los que se movía el joven William. Y llegó el día en el que tuvo que decantarse por su futuro: para no disgustar a su madre, se matriculó en la facultad de Medicina de la Universidad de Wilberforce, en Ohio. Pero pasaba más tiempo ensayando con la banda universitaria que en las aulas. Al final, dejó los libros y abrazó las partituras. Ésa era su verdadera vocación. En el conservatorio de Oberlin, en Pensilvania, aprendió a tocar el oboe. W.C. Handy, un prestigioso músico de jazz (negro, por supuesto) le dio la oportunidad de tocar en su banda. Pero estos ritmos y movimientos le quedaban un poco pequeños. William quería dedicarse a la gran música, a las obras potentes y, sobre todo,  a componer. De Boston a Nueva York, de conservatorio en conservatorio, aprendiendo composición y gastándose los pocos dólares que obtenía tocando jazz y blues aquí y allá. Recaló en Harlem, como no podía ser menos. El barrio neoyorkino le abrió la mente, no sólo para experimentar con la música, sino también como reivindicación cultural de toda una raza. Y conoció los movimientos sociales y culturales que nacían en aquella década (años 20) en aquel gueto, sólo aptos para negros que comprendieran a los negros. Combatir la segregación racial, ése era otro de sus grandes retos desde los movimientos culturales que proliferaban por las calles de aquella esquina de Nueva York. 

A Hollywood

Paul Whiteman, conocido director de orquesta (blanco), especializado en el music hall, se fijó en él mientras tocaba en la Harlem Orchestra. Y se lo llevó a Hollywood para que participara en algunos arreglos musicales para las películas que se rodaban en la meca del cine. Willian Grant compuso la banda sonora de seis filmes, entre 1936 y 1937, uno de ellos dirigido por Frank Capra, Horizontes perdidos, la mítica cinta sobre Shagri-La y la eterna juventud. Pero no busquen su nombre en ninguno de los títulos de crédito de las cintas. No aparece. Era negro.

Howard Hanson

En 1930 compuso su primera sinfonía, a la que le dio por nombre Sinfonía Afroamericana. Llevó la partitura de despacho en despacho: empresarios, directores de orquesta, casas discográficas… Nadie quería saber nada de una sinfonía compuesta por un negro. Hasta que el director Howard Hanson se atrevió a dirigir a la Filarmónica de Rochester y estrenar, por primera vez en la historia, una sinfonía compuesta por un negro, interpretada por una gran y prestigiosa orquesta. 

A partir de esta decisión, se le abrieron las puertas para dar a conocer sus composiciones. En 1945 la obra se había interpretado en Nueva York, Chicago, Los Ángeles, París, Berlín y Londres. Este éxito y su reconocimiento como autor de música culta,  le hizo merecedor de tristes récords: estrenar por primera vez una ópera, compuesta por un negro, en Nueva York. Fue en 1949 y la obra llevaba por título, Troubled island. Y, por su fuera poco, Grant se vistió de frac y, en 1955, dirigió la Orquesta Filarmónica de Nueva Orleans. Era la primera vez que un negro se subía al podio para dirigir una gran formación de música clásica. Incluso siguió acumulando reconocimientos después de muerto: su ópera La leyenda de A Bayou, que tiene por escenario los pantanos del sur de Estados Unidos, donde habitan extraños seres que nacen de las leyendas tradicionales, la magia negra o el vudú, como la Tía Julia o la mujer lobo de Mobile, fue puesta en escena por primera vez en 1981 en la televisión pública norteamericana. La primera vez que una  cadena de televisión se atrevía a programar una ópera escrita por un negro. Tristes récords para un músico de extraordinaria solvencia. Eso sí, solvencia negra.

Gabriel Sánchez

La Tampa Bay Sinfony, dirigida por Mark Sforzini, interpreta la Sinfonía Afroamericana, de William Grant Still:

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