Lecturas

Una lectura de otoño

En su monumental obra de ficción Mil ojos esconde la noche / La ciudad sin luz, Juan Manuel de Prada exhibe un envidiable y apabullante dominio del castellano, de sus raíces latinas y griegas y también de algunas palabras en desuso que el autor rescata, supongo que por su sonoridad y contundencia y porque le da la gana. Todo ello nos llega por boca de Fernando Navales, el amoral periodista camisa vieja de la Falange joseantoniana, que narra y describe la flora y la fauna de aquel París ocupado por la Alemania nazi en la que los funcionarios del franquismo disfrutaban de palco de honor, especialmente en los primeros años. 

De su relato, mención especial me merecen expresiones como zangolotino, mamola, satiriasis, hipálage, mazorral, zarramplín, eutrapélicamente…Un sunami verbal que a menudo hace que, más que leerse, este libro se rumie y se disfrute pausada y lentamente y trastoque la mente del lector en estómago bovino. 

El malvado narrador reserva sus calificativos más ponzoñosos para Picasso al que tilda reiteradamente de “pintamonas”. No sale mucho mejor parado el doctor Gregorio Marañón al que además de humillarle personalmente le describe como “emboscado y tartufo”. Entre tanta joya expresiva, el autor no le hace ascos al tremendismo escatológico y se regodea en el precipicio de lo desagradable, sin llegar a caer en él, gracias a su natural desparpajo y desprecio por lo convencional y lo políticamente correcto. También incide en algunas conductas poco edificantes de destacados personajes de aquellos años como Luis Buñuel, pero siempre guarda sus dardos más envenenados como queda dicho para Picasso y el doctor Marañón. El siniestro policía Pedro Urraca y el periodista y traficante de arte César González Ruano son otros de los figuras que encabezan el reparto de grandes villanos que revolotean por las 800 páginas de esta primera entrega de Mil ojos esconde la noche / La ciudad sin luz.   

Y en medio de este turbio mundo de cobardes, arribistas y rufianes surge como contrapunto la actriz María Casares, insobornable y decidida a triunfar en la escena parisina, a pesar de los obstáculos y zancadillas, tanto burocráticas como sentimentales, que le ponen los ocupantes alemanes y los acogotados colaboracionistas franceses. También ofrece la novela un perfil merecidamente elogioso de la poetisa Ana María Sagi, a la que Juan Manuel de Prada admira profundamente y sobre la que publicó un importante libro en 2022.

Queda ahora leer y rumiar la segunda parte de estos mil ojos esconde la noche: Cárcel de tinieblas, que seguramente es tan apasionante como la primera y que me emplazo a comentar en una próxima Lectura de invierno en este patio sin red.

Paco Pérez Galán

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