Relatos con música

Napoléon entra en el pentagrama (1)

QUE REPIQUEN LAS CAMPANAS Y ATRUENEN LOS CAÑONES

Napoleón está de moda gracias a Ridley Scott,  que le ha llevado a la pantalla  con el despliegue cinematográfico al que nos tiene acostumbrados el director norteamericano, maestro de las grandes superproducciones.  Joaquin Phoenix encarna la figura del emperador, cuestionado por unos, admirado por otros, respetado por todos. Incluso por los aficionados a la música, porque el carismático corso, su trayectoria, sus batallas, sus victorias y sus derrotas han servido para componer partituras verdaderamente gloriosas, firmadas por los más prestigiosos músicos del siglo XIX. El primero de ellos, Piotr Tchaikovski.

Corría el mes de septiembre de 1812. Las tropas de Napoleón habían atravesado el río Nemen, en Lituania y se dirigían hacia Moscú. En la ciudad de Borodinó, a 120 kilómetros de la capital rusa, las tropas francesas, compuestas por medio millón de soldados y 1.200 piezas de artillería, vencieron al ejército ruso comandado por el general Mijaíl Kutúzov. Hubo 100.000 bajas y los franceses, a pesar de la victoria, quedaron seriamente diezmados. Los supervivientes se dirigieron hacia Moscú. Conscientes de que la victoria rusa era imposible, los moscovitas decidieron incendiar la ciudad. Cuando Napoleón llegó se encontró con un panorama desolador: los habitantes habían huido, la ciudad había sido abandonada, las condiciones climáticas eran insoportables, carecían de víveres y las inclemencias meteorológicas, sobre todo la nieve, habían provocado el aislamiento del ejército francés, que no podía ser abastecido ni establecer cuarteles de invierno. Ante este panorama, Napoleón decidió abandonar Rusia.

El patriarca de la iglesia ortodoxa, consciente de la situación, había pedido a la población que se concentrara en las iglesias, y que rezara, como única arma para vencer a los invasores. Y la petición dio resultado. Cuando Napoleón abandonó sus intenciones de conquista, todas las iglesias lanzaron sus campanas al vuelo como símbolo de victoria.

La alegría de los vencedores duró nada más y nada menos que 60 años, el mismo tiempo que tardó en construirse la catedral de Cristo Salvador, obra encargada por el zar Alejandro II para conmemorar la derrota de las tropas francesas. Corría el año 1880 y al año siguiente se celebraba el vigésimo quinto aniversario de la coronación del zar. Para ese acontecimiento –como los 25 años de paz en España, más o menos-, Rusia preparaba la Exhibición de Arte e Industria, una especie de Expo Universal como las que conocemos en la actualidad. Nikolái Rubinstein, amigo y mentor de Tchaikovski le invitó a participar en el gran evento conmemorativo  y le sugirió que compusiera una obra en la que describiera la batalla de Borodinó y la posterior derrota del ejército francés. Tchaikovski recogió el guante y en seis semanas ya tenía compuesta la partitura de la Obertura 1812. La obra se estrenó en Moscú en 1882, bajo la dirección del maestro Ipolit Altani.

El compositor utilizó todo tipo de recursos para dar la majestuosidad que la obra merecía. Al principio, La Marsellesa, descripción del avance francés, domina la partitura. Poco a poco se van escuchando himnos religiosos –los feligreses rezando en las iglesias- hasta que el estruendo de los cañones y el repique de campanas corroboran el final feliz de la campaña.

En el pentagrama consta dónde deben dispararse los cañonazos y dónde deben empezar a escucharse las campanas. Naturalmente, en una sala de conciertos estos sonidos proceden de la percusión de los instrumentos. Pero si se tuviera la tentación de programar la Obertura 1812 en directo, tal y como la concibió el compositor, con cañones de verdad y repiques de campana procedentes de las torres de las iglesias, los artilleros y los campaneros deberían tener la partitura delante para ejecutar su trabajo. Son 16 precisos cañonazos que deben ser disparados por un cañón moderno, pues los cañones antiguos, de carga frontal no están preparados para soltar su estruendosa carga con la cadencia exigida por el compositor. Y las campanas lo mismo: su tañido tiene que responder a determinadas notas que Tchaikovski precisó en su composición. No valen unas simples campanas, ubicadas en las espadañas de las miles de iglesias que jalonan nuestra geografía, por muy preciosas que sean, que lo son. 

Tchaikovski dirigió su Obertura 1812 en el Carnegie Hall de Nueva York en 1891, en uno de los primeros viajes que un compositor europeo realizó a los Estados Unidos. Naturalmente, fue todo un éxito. 

Gabriel Sánchez

Ensayo de la Obertura 1812 con cañones de Pedraza:

Obertura 1812, Interpretada por la Banda de la Fuerza Terrestre de Autodefensa del Ejército Oriental de Japón, y la Unidad de Artillería, con obuses M101 de 105 mm. Dirigido por el mayor Shiga Tōru (Octubre 2010, Campo de Entrenamiento de Asaka):


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