Relatos con música

Mudo y cabezón

Harpo con su arpa

The Garden of Allah, o sea El Jardín de Alá, era como Marina D’ Or, pero en Los Ángeles. Los grandes artistas de Hollywood acudían a sus lujosos apartamentos con el fin de desconectar de la agitación de los platós y pasar unos días de vacaciones y relax en sus instalaciones. Por ejemplo, Marlene Dietrich confesaba que le encantaba bañarse desnuda en la piscina del jardín.

En 1931, Adolph Marx, más conocido como Harpo Marx, el mudo de los tres hermanos cómicos, alquiló un apartamento en El Jardín de Alá para poder practicar el instrumento que dominaba: el arpa. No era un virtuoso, pues nunca había acudido al conservatorio ni sabía leer partituras. Su madre le había enseñado las técnicas básicas y, a partir de ahí, Adolph se buscó la vida para crear su propio estilo. Esa originalidad en el dominio de las cuerdas y los pedales se hacían patentes en las escenas de las películas que rodaba, donde siempre había un momento para que el músico-actor exhibiera sus dotes, a vece extravagantes.

El hotel The Garden of Allah

En el apartamento de al lado, alguien tocaba el piano de una forma tan estrepitosa que impedía la concentración del hermano Marx con su instrumento. Bajó a recepción y pidió al conserje que advirtiera al vecino  que el ruido escandaloso que procedía del piano le estaba molestando. El empleado le pidió disculpas, pero le confesó que nada podía hacer. El vecino que tanta molestia le estaba causando era Serguéi Rajmáninov. El pianista ruso, instalado en Estados Unidos desde 1918, preparaba una gira de 50 conciertos por distintas ciudades norteamericanas. Antes de acometer tal maratón musical, había decidido descansar en El Jardín de Alá. 

Verdaderamente, era imposible hacer callar a tal celebridad. Harpo no se lo pensó dos veces. Subió a su apartamento, abrió todas las ventanas y puertas y se puso a tocar en el arpa el famoso Preludio en do sostenido menor del compositor ruso, una pieza que el propio Rajmáninov odiaba. Compuesta en 1892, nada más salir del conservatorio, el Preludio era una obra de principiante. Pero al público le encantaba. No había concierto en el que los asistentes no gritaran desde el patio de butacas: ¡Do sostenido! para pedir al pianista esa pieza. De tanto tocarla, terminó aborreciéndola.

Rajmáninov

Durante dos horas, Harpo tocó los primeros cuatro compases del Preludio. Tenía los dedos casi entumecidos, pero no paró hasta que oyó un estruendo atronador de manos golpeando las teclas del piano y luego silencio. Rajmáninov pidió que lo trasladaran a otra parte del complejo turístico.

 Harpo tenía una gran destreza para el arpa. Y sacar las notas del Preludio a través de las cuerdas de este instrumento es tarea bastante complicada, pues, siendo una pieza nada fácil para el piano, es casi imposible tocarla en el arpa. En el piano,  todas las notas (naturales, sostenidas y bemoles) están dispuestas frente al pianista. En el arpa, cada cuerda sólo puede estar en una posición a la vez (natural, sostenida o bemol). Si la tonalidad cambia o hace falta una alteración, hay que utilizar los pedales. Una serie complicada que obligue al uso continuo de los pedales del arpa  puede hacer que una pieza sea difícil, incluso si las notas son fáciles de tocar.

No se sabe si la afrenta continuó o si fue casualidad, pero en 1937, seis años después del incidente en El Jardín de Alá, Harpo Marx volvió a enfrentarse con el famoso Preludio. Fue en la película Un día en las carreras. En una escena, el hermano mudo toca la pieza en un piano de cola, lo aporrea… Su forma de tocar se vuelve cada vez más frenética hasta que la tapa del piano se cae, numerosas teclas vuelan por los aires y, finalmente, las patas se derrumban. Alegremente, Harpo pisa las teclas y saca el marco interno donde se encuentran las cuerdas del piano. Tiene forma de arpa. Ya tranquilo, se sienta e interpreta  una pieza romántica, sosteniendo el marco como si fuera un arpa. ¿Se acuerdan?

Gabriel Sánchez

Desternillante escena de la película Un día en las carreras, donde Harpo Marx interpreta Preludio en do sostenido menor, obra de Serguéi Rajmáninov:

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