Semanario Cultural

Novela negra: crímenes para un género poliédrico

El escritor irlandés John Banville aseguraba, durante una visita a España hace ya algunos años, que la novela negra, que él mismo cultiva bajo la firma de Benjamin Black, no era un género menor: “No hay género mayor o menor; hay buena literatura, nada más importa –dijo–. La narrativa policiaca puede ser tan buena, si está bien escrita, como cualquier otra”. Salía al paso de la fama que arrastra la novela policiaca de ser una literatura de segunda, libros de leer y tirar sin más consecuencia que el buen rato que el lector pasa tratando de adelantarse a averiguar quién es el asesino, papel que tradicionalmente estaba reservado al mayordomo del chaleco a rayas. “O, como en las novelas de Agatha Christie, esperar el momento final en que el inspector Poirot reúne al total de los sospechosos alrededor del fuego de la chimenea, todos cómodamente sentados, para explicarles los entramados del crimen y señalar al culpable, que se halla invariablemente entre los circunstantes”. Estas últimas palabras corresponden al escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que también cultiva el género policiaco. Escribía Ramírez hace ya algún tiempo en El País que se suele olvidar que la novela negra, tan vilipendiada, tiene por fundador nada menos que a Edgar Alan Poe: “Y yo, tras repetidas lecturas de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, entrenándome en el género, los coloqué sin vacilaciones en el santoral de mis autores de culto. Para empezar, ambos fueron capaces de desarrollar un estilo inconfundible, cortante y a la vez contundente, capaces de describir con trazos duros a tipos duros que se mueven en un ambiente crepuscularmente corrompido; y sus detectives estrella, Philip Marlowe y Sam Spade son pesimistas y desilusionados, cínicos y un tanto alcohólicos, pero dueños de un cierto espíritu ético, que los lleva a resistir a las infaltables femmes fatales, y a la no menos erótica tentación del dinero”.

Viene a cuento este largo preámbulo para hablar de BCNegra, el festival de novela negra que se va a desarrollar en Barcelona desde hoy lunes y hasta el próximo domingo. El lema elegido para este año es: “Espías como nosotros”, lema que justifican los organizadores puesto que “se espían secretos de Estado, pero también nuestra intimidad, y nosotros, la de los demás. La geopolítica, el terrorismo, la política de bloques han hecho que el espía esté de actualidad. Como este año se pone el foco en el espionaje, variante del género policiaco que se mueve entre el thriller político (y en ocasiones cerca de la novela histórica, por ejemplo la guerra fría) el homenajeado será un maestro del género: Graham Green.

El policía-escritor sueco De la Motte

Leemos en ABC CULTURAL que antes de convertirse en uno de los diez escritores más leídos de Suecia, Anders de la Motte fue policía y desde sus inicios en una comisaría de Estocolmo supo que en algún momento escribiría sobre el Departamento de Casos Perdidos, una pintoresca división de agentes desahuciados a la que relegan a la inspectora Leonora Asker en la novela El asesino de la montaña, la primera que escribió De la Motte, traducida ahora al español, y ya en librerías. En la conversación que ha mantenido con Marina Sanmartín para dicho suplemento, De la Motte recuerda que al final del pasillo donde estaban sus despachos de policía había tres puertas cerradas: “Creíamos que escondían oficinas vacías, pero un día alguien trajo una tarta para celebrar su cumpleaños y esas puertas se abrieron, y de ellas salieron tres hombres que cogieron la porción de pastel que les correspondía antes de volverse a encerrar. Tenían los ojos rojos y olían a menta, y nunca más los volvimos a ver. Nunca supimos quiénes eran ni de qué se ocupaban… con el tiempo, aprendí que muchas organizaciones cuentan con este tipo de equipos, cuya misión nadie sabe muy bien cuál es”. Esta experiencia le serviría de germen para la historia de su novela: Un thriller en el que se narra el secuestro de la hija de una familia adinerada, mientras una policía, Leonora, desciende desde el liderazgo del departamento de Delitos Violentos a la jefatura de los Casos Perdidos, un departamento muy peculiar, como peculiares y “olvidados” son sus componentes. Personajes que nos recuerdan inequívocamente a los espías degradados de la Casa de la Ciénaga y sus heterodoxas técnicas de espionaje de Caballos lentos, la novela del británico Mick Herron. Modelo del que no se alejará mucho esa Organización ideada por Eduardo Mendoza para enfrentarse a los tres enigmas de su última novela. 

Decía Mendoza que vivimos tiempos en los que la parodia ha sustituido a la gran novela, y así lo recogiamos en nuestra última entrega. En este marco se mueve la ficción de De la Motte, con apuntes hacia lo que se ha venido en llamar cozy crime, un subgénero de la novela policiaca en clave amable e irónica respecto a sus antecedentes y que anda en pleno auge editorial en toda Europa. El concepto de Cozy Crime se traduce literalmente como “crimen acogedor”, lo que da una idea de por dónde camina este subgénero de la novela negra en el que los elementos más truculentos suelen quedar fuera de escena. 

Andreu Martín no es cozy en sus novelas

Andreu Martín vuelve a las librerías (lo hace prácticamente cada año) con Lo que solo les pasa a los demás, una novela que nada tiene que ver con el “crimen acogedor”, si nos atenemos a la sinopsis del libro: Marc Olván es un abogado de oficio en horas bajas, enamoradizo y alcohólico, que no pasa precisamente por un gran momento. Lidia Pedralba es una madre desesperada porque su hijo está en prisión preventiva, a la espera de juicio, acusado de violar a un niño de cuatro años. Pedralba necesita un abogado para actuar contra Daniel Trujillo, el juez qua ha enviado a la cárcel a su hijo sin ni siquiera escucharlo, a la vez que ha dejado en libertad al jefe del peligroso clan de los Klimovski, que hace ya unas décadas que controla el tráfico de drogas y armas en Barcelona. Olván será el escogido para llevar a cabo la investigación.

Prolífico escritor de “policiales”, Andreu Martín se declara satisfecho de su labor: “porque he podido ganarme la vida con lo que a mí me gusta hacer, que es escribir”. Lo cuenta en la entrevista que Inma González le ha hecho para el suplemento ABRIL, y es consciente de que el reconocimiento se queda en los fieles lectores, que los tiene: “Sé que nunca ganaré el Cervantes ni el Nobel, tampoco tengo un best seller, pero llegar a los 75 años viviendo de esto ya es ser un escritor de éxito”. No oculta que ganar un gran premio o vender millones de libros le hubiera permitido “tomarme con más calma mi trabajo y algunas de mis novelas malas, que las hay, no las habría escrito. En ocasiones, me he encontrado en la tesitura de no saber cómo iba a pagar la hipoteca a final de mes y he tenido que negociar con las editoriales para cobrar un adelanto de un libro que aún no había escrito”.

Andreu Martín será uno de los escritores que participará en los actos programados en el festival BCNegra, una presencia más que justificada la de este escritor que empezó en los años 60 como guionista de cómics en Bruguera para convertirse en especialista del género policiaco. En la entrevista le preguntan qué término identifica mejor sus novelas,  ¿negra, de detectives, criminal, thriller…?, y su conclusión es que todo es novela policiaca y que dentro de ella existe la novela enigma, la novela negra, el thriller… «Tradicionalmente, la novela enigma era de derechas y la negra era de izquierdas. Pero no todo es blanco o negro. Por eso me gusta hablar de novela policiaca, porque, para mí, lo engloba todo, y además tiene cierta relación con polis, con policía e incluso con política. No hay que olvidar que este género te permite denunciar las desigualdades, hacer crítica social, sacar a la luz los conflictos del alma humana”.

Unos buenos “padrinos”

Un día le dijo su padre a Andreu Martín que sin padrinos no llegaría muy lejos, y no los tenía, hasta que… Cuenta en la entrevista que envió una novela a un premio literario que no ganó, pero si despertó el interés de personas que fueron claves en su posterior carrera: “Un día fui a entregar los guiones de cómic a la revista Muchas gracias y el director me preguntó si era yo el que había escrito una novela policiaca y la había enviado a un premio. El mismo – le contesté–. Pues ven un momento que quiero presentarte a unos señores que te quieren conocer. En el mismo pasillo, estaba la revista Por favor y los que llevaban esta revista fueron los que me recibieron: Manolo Vázquez Montalbán, Juan Marsé y Perich”. Le hablaron de su novela “y Marsé me dijo algo que nunca olvidaré: `Tu novela es buena, pero no es muy buena´. Como es natural, salí de aquella reunión pensando qué bueno es Montalbán, qué gracioso es Perich y qué coño sabrá Marsé de cómo tengo que escribir mis novelas”. Gracias a Montalbán se publicó la novela a la que previamente hizo unas correcciones que, “casualmente, coincidían con lo que me había dicho Marsé…”, le comentaba, entre risas, Andreu Martín a la periodista.

El Nadal se vistió de negro

Coincidiendo con esta semana “negra” llegará a las librerías (el miércoles) el último premio Nadal, la novela Bajo tierra, de la que es autor César Pérez Gellida, que tiene en su haber varias novelas del género. La reseña en CULTURA/S Lilian Neuman, que ve rasgos de Tarantino en la ferocidad de lo que se cuenta en la novela. Escribe Neuman: “No todos los amantes del género policial son afines a esta vertiente, en la que este señor graduado en Geografía e Historia es un as: vértigo, relato descarnado siempre al filo, sin soslayar sus múltiples inquietudes (sean los Balcanes o lo que queda de la Guerra Fría)”. Para esta novela, Pérez Guellida se ha basado en una historia verdadera, la de una mujer atractiva y letal que acabó con una serie de maridos y pretendientes y afines: “Así construye a esta viuda huidiza, una niña criada en un circo que sufre un ataque atroz. Y entonces se reinventa: cambia su nombre eslavo por el de Antonia Monterroso. Y en 1917, con Europa sacudida, en la dura tierra de Extremadura ella empieza de cero y lo consigue todo. Todo”.

Todo empezó con Allan Poe

Decía Borges que el lector de novelas policiacas (policiales, las denomina él) fue engendrado por Edgar Allan Poe: “En 1841, un pobre hombre de genio, cuya obra escrita es tal vez inferior a la vasta influencia ejercida por ella en las diversas literaturas del mundo, Edgar Allan Poe, publicó en Philadelphia Los crímenes de la rue Morgue, el primer cuento policial que registra la historia. Este relato fija las leyes esenciales del género: el crimen enigmático y, a primera vista, insoluble, un investigador sedentario que lo descifra por medio de la imaginación y de la lógica, el caso referido por un amigo impersonal y un tanto borroso del investigador. El investigador se llamaba Auguste Dupin; con el tiempo se llamaría Sherlock Holmes”.

Y en una de sus conferencias, recogida en el libro Borges oral definía al lector de “policiales” con su habitual genialidad irónica: “Vamos a suponer que no existe ese lector, o supongamos algo quizás más interesante; que se trata de una persona muy lejana de nosotros. Puede ser un persa, un malayo, un rústico, un niño, una persona a quien le dicen que el Quijote es una novela policial; vamos a suponer que ese hipotético personaje haya leído novelas policiales y empiece a leer el Quijote. Entonces, ¿qué lee? En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo vivía un hidalgo… y ya ese lector está lleno de sospechas, porque el lector de novelas policiales es un lector que lee con incredulidad, con suspicacias, una suspicacia especial.
Por ejemplo, si lee: En un lugar de la Mancha, desde luego supone que aquello no sucedió en la Mancha. Luego: … de cuyo nombre no quiero acordarme…, ¿por qué no quiso acordarse Cervantes? Porque sin duda Cervantes era el asesino, el culpable. Luego … no hace mucho tiempo … posiblemente lo que suceda no será tan aterrador como el futuro”. 

                                                                                                                     E. Huilson

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