Relatos con música

Por los pelos

Escena final de El Padrino III, con Sofia Coppola y Andy García

Había que descubrir nuevos talentos. Los históricos, con Verdi a la cabeza, estaban ya muy escuchados y, aunque nadie dudaba de su grandeza y calidad que sería perenne, convenía aire fresco en los escenarios. Y al editor de partituras milanés Edoardo Sonzogno no se le ocurrió otra idea mejor que convocar un concurso para jóvenes compositores: una ópera, en un solo acto para los músicos que no hubieran estrenado nunca. El premio, la representación de su obra en un teatro de Roma, costeada por el propio Sonzogno. Ahí es nada. Corría el año 1888.

Pietro Mascagni, que había compuesto algunas óperas, pero no había estrenado ninguna, se enteró por casualidad de la oferta del milanés, un mes antes de que finalizara el plazo de presentación. Pidió a su amigo Giovanni Targioni-Tozzetti, poeta y profesor de Literatura en la Universidad de Livorno, que le escribiera un libreto porque tenía intención de concursar. El poeta le enviaba de vez en cuando versos sueltos de su trabajo en el reverso de una postal. Nada serio. Había elegido el cuento de Giovanni Verga, titulado Cavalleria Rusticana como argumento de la ópera. El músico le apremiaba (que no llegamos); el poeta le daba largas (tranquilo, Pietro). Al final la obra se presentó el último día de plazo. Era el 15 de marzo de 1890.

Cavalleria Rusticana (traducida al castellano sería algo así como Caballerosidad Rural o Rústica) ganó el concurso y la obra, promesa obliga, fue estrenada en Roma, concretamente en el teatro Costanzi, el 17 de mayo de 1890. Mascagni tuvo que salir 40 veces a saludar al público que aplaudía a rabiar y pedía bises constantemente. De entre toda la partitura destacaba un fragmento verdaderamente sublime: el intermezzo. 

El argumento de la obra es un drama rural en el que se ven involucradas dos parejas que sienten amores contrapuestos, lo que provoca adulterios, riñas y enfrentamientos que sacuden a todo un pueblo situado en la Sicilia profunda. En un momento determinado, todo el pueblo acude a misa y el escenario se queda sin actores a la espera de lo que ocurrirá cuando los dos hombres despechados salgan del oficio religioso. Y Mascagni deja el escenario vacío mientras se escucha el intermezzo. Esa sensación de incertidumbre por lo que puede acontecer, acompañada de melodía tan extraordinaria provoca en el público un clímax verdaderamente sobrecogedor. 

Después de Roma, Cavalleria Rusticana viajó por toda Italia, llegó a Berlín y Londres y cruzó el Atlántico en 1891. Los productores norteamericanos se peleaban por ser los primeros en representar la ópera en un escenario estadounidense. Hubo que recurrir, incluso, a los tribunales. Al final, el teatro de la Gran Opera House de Filadelfia tuvo el privilegio de estrenar en suelo norteamericano la exitosa partitura. Posteriormente viajó a Chicago y Nueva York. En esta ciudad, como también había litigio sobre quién estrenaba primero, se tomó una decisión salomónica. Por la tarde se estrenó en el Casino y por la noche en el Liceo Lenox.

Tuvieron que pasar nada menos que 100 años justos para que el intermezzo de la Cavalleria Rusticana formara parte del acervo cultural popular. Francis Ford Coppola eligió esta ópera para presentar a Anthony, el hijo de Michael Corleone, como tenor en un teatro de Sicilia en El Padrino III, rodada en 1990.  Cuando Mary, la hija de Corleone muere en las escaleras del teatro, a manos del sicario Mosca, de Montelepre, que ha sido enviado por Don Altobello, comienza a escucharse el intermezzo, sólo interrumpido por el grito más desgarrador de toda la historia del cine, en palabras de los críticos más reputados (el que lanza Al Pacino al ser consciente de lo que acaba de ocurrir) y continua hasta el momento final de la película y del mafioso, sentado en una silla en la finca siciliana, mientras un chucho olisquea el cuerpo inerte. El mejor final, por la música, claro.

Gabriel Sánchez

El intermezzo de la Cavalleria Rusticana, en la escena final de la película El Padrino III:

Y aquí, la ópera completa de Mascagni, con la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Georges Prêtre:

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