Semanario Cultural

Ya apenas conoces a nadie

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.

Después de años de lector de ficción (uno ya tiene una edad), de ojear, u hojear, suplementos literarios, libros de teoría o de crítica literaria, de muchas conversaciones con amigos también lectores para intercambiar entusiasmos o condenas de autores y novelas recién leídas, después de todo ello, es un tanto deprimente asumir que ya no reconoce uno a buena parte de los escritores/as que cada semana aparecen en las reseñas de dichos suplementos; y no siempre es porque sean autores noveles o de libros recién editados, pues algunos ya publicaron antes. Y no se entienda esto como ironía o crítica velada a la industria editorial al amparo de esa corriente de opinión que considera que ahora se publica demasiado y a menudo de baja calidad. No me estoy refiriendo a lo que Valentí Puig denomina “Literatura low cost” en su artículo del último número de EL CULTURAL: “algo está a punto de acabar. La literatura tiene un pie en tierras de nadie (…) Tal vez cundan nuevos géneros literarios. Mientras, la literatura está pasando por una fase de avitaminosis que ha culminado con el premio Nobel otorgado a Annie Ernaux…”. No, no me refiero a eso, y ni siquiera creo que lo suscribiera si alguien pidiera que lo hiciera. Lo mío es una declaración sincera, de una derrota si quieren, la constatación de que es una quimera juvenil tratar de abarcar lo más destacado siquiera de la literatura de cierta calidad en el tiempo que te toca vivir.

Alia Trabucco y Olga Ravn (F. Mathilde Schmidt)

Me dio por pensar en ello al encontrarme con el último número de Babelia, que lleva a su portada a la, para mí desconocida, escritora chilena Alia Trabucco Zerán a raíz de la publicación de su última novela Limpia, con la que dialoga Rocío Montes para repasar su obra y trayectoria a lo largo de dos páginas. Interesante su decisión de dejar el ejercicio del Derecho y enviar al demonio “el lenguaje de la ley: áspero, jerárquico y, sobre todo, blindado”, y la diferencia de ánimo que la embargaba cuando dejaba atrás a la defensora de los derechos humanos y se volvía escritora: “Empezó a angustiarme el contraste: la felicidad cuando me sentaba a escribir ficción, la infelicidad cuando era una querella; la angustia cuando iba a tribunales, la alegría del taller”. 

Y después de Trabucco Zerán, estrictamente a continuación, en la sección que este suplemento dedica al “libro de la semana”, aparece otra escritora también para mí desconocida absolutamente (de la anterior al menos creí recordar el título de su ensayo Las asesinas). Se trata de la danesa Olga Ravn, de la que Anagrama publica su novela Los empleados, y de quien la autora de la reseña, Laura Fernández, dice que “cuestiona la noción de ser humano en una distopía donde las personas, reducidas a la ejecución de una única tarea, si ya son sólo máquinas”. 

Mary Gaitskill y Jen Craig (F: Felicity Jenkins)

Hay más ejemplos en sólo una semana. Por no cansarles, citaré sólo dos más. En ABC CULTURAL, Rodrigo Fresán nos habla de Mary Gaitskill, autora de Mal comportamiento, un libro de nueve relatos publicado en EEUU en 1988, que ahora edita en España Random House, y que cosechó buenas críticas y fue un éxito de ventas. Dice Fresán que además de la Gran Novela Americana estaría el Gran Libro de Cuentos Americano, y ahí compiten Hawthorne y Melville y Twain y James; Hemingway y Fitzgerald y Faulkner; Cheerver y O’Connor… y así una larga lista, en la que Gaitskill tendría un sitio. 

Y desconocida también me resulta la australiana Jen Craig, que aparece en EL CULTURAL a cuento de la publicación de su novela Panthers y Museo de fuego. Para nuestro descanso, el reseñista, Fran G. Matute, empieza su texto declarando que “hoy en nuestra sección “Escritores que no sabemos muy bien de dónde salen y mucho menos cómo han llegado hasta nosotros (cosa que por otro lado no nos importa en verdad demasiado)”… Pues bien, la desconocida aparecida, a tenor de lo que nos dice G. Matute, “seguramente sea la mayor sorpresa traducida del año (2022), por lo excelsa, fascinante y sinuosa que resulta su lectura, una auténtica virguería narrativa construida sobre una suerte de falso monólogo interior desplegado en lo que vendría a ser un no muy largo paseo en cuyo devenir se contienen numerosas capas de narración interpuestas…”. Como verán, a la vista de estas palabras, uno no puede sino temblar ante el desconocimiento de tantos autores que nos deleitarían si los conociéramos. Es descorazonador. Nos perderíamos esta novela de Craig, por ejemplo cuya lectura, en palabras del reseñista, es un placer que se saborea, “como quien se merienda una delicada milhoja artesana, saboreando cada una de sus capas con los ojos cerrados, sin necesidad de irse preguntando de qué está hecha, y menos cómo (…) terminando inevitablemente con las comisuras llenas de harina, pues su lectura mancha”. O sea, que hasta te deja berretes la novela esta. 

La escritura del dolor y de la muerte

Alejandro Palomas (F: Qué leer) y María Negroni (F: La Tercera)

Vayamos a terrenos más conocidos. ABRIL publica una amarga entrevista realizada por Inés Martín Rodrigo al escritor y traductor Alejandro Palomas, autor de varias novelas, entre ellas Un amor, con la que obtuvo el Premio Nadal en 2018. El entrevistado dice estar “agotado” tras la promoción de su último libro, Esto no se dice, un texto en el que relata su calvario de niño abusado por un religioso del colegio La Salle y el desprecio de su padre a lo largo de su vida. Palomas denunció a principios de 2022 el abuso al que fue sometido cuando tenía ocho años, denuncia que sirvió para que otros que padecieron el mismo calvario (¡qué imagen la del calvario hablando de curas pederastas!) se atrevieran a denunciarlo y así contribuir a nuevas investigaciones sobre la pederastia en el seno de la Iglesia. De la promoción del libro ha quedado, como decíamos, agotado, y por sus palabras también dolido con los periodistas con los que ha hablado: “Esta promoción ha sido muy dura, porque nadie me ha preguntado cómo estoy. La primera persona que me lo pregunta es usted. Los grandes entrevistadores se han ceñido única y exclusivamente a los hechos, a entrevistarme, no sobre el libro, sino sobre una crónica de sucesos, ninguno realmente ha entendido que esto era un libro, que era una creación, nadie lo ha entendido (…) (a los lectores) no les cuesta nada, ven el libro y piensan: aquí tiene que haber creatividad. En cambio, los periodistas, ni uno (…) Me doy cuenta, también, de que los periodistas no tienen capacidad lectora. La lectura pasa por su vida sin pasar por ella, no entran, y ninguno ha entendido nada (…) Tenían que entender que lo de los abusos es lo que menos importa, que es única y exclusivamente el punto de partida. Yo no quería volver atrás, ni volver a explicar todo aquello que pasó en febrero. Además, es que odio la actualidad, yo no quería otro pico de actualidad (…) Hice un máster en actualidad (…) Aprendí que hay tantos periodistas que supuestamente hacen periodismo social y comprometido y no es verdad; hacen actualidad pura y dura, pero se venden como los grandes adalides de la cosa social, del espíritu de la solidaridad… ¡Mentira! Tú eres un producto de usar y tirar. Además, es un mundo muy feo… Me llegaron a ofrecer dinero en un programa de fin de semana de cotilleos para que fuera”.

Dolor, rencor, perdón… Sobre estos términos se asienta El corazón del daño, de María Negroni, “una divagación voluptuosa de ajuste de cuentas con la madre”, según leemos en la reseña que firma Adriana Bertorelli, en La Lectura. “La literatura como forma elegante del rencor”, escribe en algún momento Negroni, en “esta carta doliente a la madre, a la frustración de ambas por no ser lo que la otra espera, necesita o imagina…”. El corazón del daño, se apunta, es también “una reflexión poética sobre la escritura y la necesidad de escribir como una trampa ‘porque decora el dolor, le pone plantitas, fotos, manteles, y después, se queda a vivir ahí para siempre, en la capilla ardiente del lenguaje, confiando en que nada pueda agravarse porque si ya duele ¿cómo podría doler más?’”

Portadas de La Lectura

Y como curiosidad de cierre de este caprichoso resumen, no se pierdan el reportaje dedicado a lo han dado en llamar “El boom de las letras aragonesas” en el suplemento CULTURA/S del diario La Vanguardia, boom que se basaría en el éxito actual de escritores como Luz Gabás, Manuel Vilas, Irene Vallejo o Martínez de Pisón, pero no sólo, y se cita una larga lista de autores que abarcan todos los géneros literarios. También se menciona a prestigiosos historiadores de la literatura como son José Manuel Blecua y José Carlos Mainer, e, incluso, el boom también se reflejaría en el número de editoriales que se han creado en los últimos años, hasta doce se citan por su nombre. Atentos.

Por lo demás, La Lectura, que cumple un año acompañando los viernes a El Mundo, elige al pintor Antonio López para ilustrar su portada. Con esta, son ya “50 portadas de autor, una galería de artistas esenciales que se ha convertido en una de nuestras señas de identidad”, según cuentan en su último número. En su páginas exponen todas las portadas de este su primer año y explica su contexto y el objetivo de la apuesta Gianluigi Colin, responsable de las portadas de La Lettura, suplemento cultural del Corriere de la Sera, hermano de La Lectura. Es un placer visual verlas reunidas. 

                                                                                                     E. Huilson

2 comentarios en «Ya apenas conoces a nadie»

  • Pues si usted, señor Huilson, dice no reconocer a una parte de los escritores que aparecen en esos suplementos culturales, imagínese el resto de los mortales. ¿Será posible que cada vez se escriben más libros y cada vez menos gente lee? ¿O las lecturas y los lectores van por otros caminos lejos de los teóricos de la literatura? Me he quedado impresionado de una escritora llamada Colleen Hoover que debe ser muy conocida y, sobre todo, muy leída. Una incógnita que ha vendido millones de ejemplares de sus novelas. ¿Es esto normal?, me pregunto y no sé qué contestar.

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  • Pues, señor Huilson, ya tiene usted tarea: póngase a leer a los autores o autoras que no conoce –y nosotros tampoco–, pero que tienen buenas críticas por parte de los que han leído sus obras, e ilústrenos con su particular percepción de la obra, por si merece la pena ser leída y colocada en las estanterías de nuestras casas para engordar la biblioteca con la vanguardia, no vaya a ser que el día de mañana se conviertan en clásicos y nos los estemos perdiendo.

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