El ‘mundo’ de Cercas: Literatura y periodismo
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS
Este resumen (siempre particular) de suplementos culturales se centra en esta ocasión, a partir de diversos protagonistas, distintos formatos y ángulos opuestos, en la relación entre periodismo, política y literatura, tan cerca en ocasiones por los recursos utilizados el periodismo y la literatura, y tan lejos en sus objetivos, aunque no siempre se cumpla. Nos ha parecido observar una confluencia en algunos de los temas leídos, como si se hubiera trazado involuntariamente un nebuloso mapa de cruces entre el ejercicio del periodismo, la política y la literatura que trataremos de resumir, o transitar. Sin destino previo, sin Gps intencional.
Una foto, la del escritor y articulista Javier Cercas en la portada de LA LECTURA, es el punto de partida. La adelantaba el diario El Mundo el jueves, la víspera de su llegada a los kioscos, con este titular: Javier Cercas y Anne Applebaum, en la nueva etapa de `LA LECTURA´; al que seguía una breve entradilla: “La revista cultural de `El Mundo´ actualiza su oferta con nuevas secciones y firmas, además de un rediseño de su edición impresa. El autor de Anatomía de un instante será el protagonista de la primera portada de esta era”.
Portada, pues, para Cercas, justificada por la extensa entrevista al escritor, realizada por Antonio Lucas, y no porque fuera a incorporarse al suplemento como colaborador, lo que alguno podría haber deducido, erróneamente, a partir de la redacción de dicho titular y la entradilla.
Cambia LA LECTURA no solo su formato, que adapta al del periódico, a modo de cuadernillo, sino que también lo hace de director: a la que venía siendo su directora, Mayte Rico, la sustituye en la nueva etapa Gonzalo Suárez. LA LECTURA deja de parecerse así en el formato impreso a EL CULTURAL (que en su día se distribuyó por El Mundo, y que ahora se vende digitalmente con El Español y de manera independiente y en papel en los kioscos) y se asimila con el resto de suplementos del rotativo, como son Crónica o Papel.
En cuanto al contenido, se anunciaba que en la nueva era tendrá dos partes, una primera dedicada a las ideas y textos de largo recorrido (en este primer número es la entrevista con Cercas), y una segunda con “intención prescriptora y de agenda, (que) atenderá al lanzamiento de libros más destacados de la semana, así como al estreno de películas, series…”, (un espacio ahora más reducido) y todo ello “con un punto de modernidad” (…) “hemos pretendido alejarnos de la solemnidad de la revista cultural al uso”, explicaba la directora de arte.
La actualidad de una entrevista con Cercas, con la que empieza esta nueva “era” el suplemento, se debe más a su faceta de articulista polémico que a la de escritor de ficción (no hay anuncio de nueva novela), actualidad provocada por cierto ruido mediático producido por uno de sus últimos artículos en El País, muy crítico con el acuerdo firmado entre PSOE y JxCat para la investidura de Pedro Sánchez. Una sorpresa después de que hubiera anunciado públicamente en los días previos a las elecciones que daría su voto al líder socialista. En el citado artículo, titulado “Un llamamiento a la rebelión”, arremetía contra la clase política en general y se declaraba huérfano político. Harto está, dice, de la politiquería, que es hacerse con el poder, y que distingue de la política, “que es otra cosa bien distinta”, se trata de qué hacer con ese poder. Cuenta Antonio Lucas que cuando le propuso la entrevista, “me sugirió (Cercas) que advirtiese a los jefes del periódico que `no solo de política vive el hombre (y la mujer)” (sic). A qué se pudiera deber la necesidad de esa advertencia no se nos ocurre; quizá solo fuera sorpresa por la mera propuesta. A saber. En resumen, en sus respuestas Cercas se explaya sobre la difícil convivencia en una misma persona entre el articulista, o intelectual público, con el novelista, y sobre el papel distinto que debe jugar cada uno de ellos. Del primero dice que debe tomar partido en el debate público, mientras que el segundo debe evitar hacerlo en sus novelas.
Política y prensa: relaciones de cama
A renglón seguido de la entrevista a Cercas, Rodrigo Terrasa firma un reportaje sobre las relaciones entre el periodismo y la política y la confusión de sus relatos. Argumenta que vivimos tiempos en los que vemos a periodistas dar el salto a la política y políticos que se creen periodistas. “Asesores y gurús que pasan de las redacciones a los gabinetes. Las otras puertas giratorias … Políticos y periodistas intercambian sus papeles sin rubor”, y observamos una prensa que ha dejado de ser el rival irreconciliable de la política para ser a menudo la misma política: “Medios que hacen campaña en cada titular y dirigentes que protagonizan más titulares que decretos”. Periodistas son Puigdemont y Díaz Ayuso (Boquita Hiperbólica la llama con ironía, y no sin cierta gracia, un vecino de este Patio), y también Ximo Puig, Uxue Barkos, Andoni Ortuzar, Hermann Tertsch, Cayetana Álvarez de Toledo, Pablo Montesinos o Irene Lozano, por citar algunos de los que se mencionan en el reportaje.
Y el periodismo se va acercando de este modo a la trinchera… y al descrédito, deriva de la que no solo habría que responsabilizar a los periodistas, pues tampoco son ajenos a ella destacados escritores, intelectuales, que en sus tribunas en vez de tratar de ilustrar mediante una narración sosegada sobre la siempre compleja realidad, apuestan por el trazo grueso, circunscribiéndola a un dualismo de blanco o negro. Escritores que van llenando su tiempo como colaboradores esporádicos, articulistas o tertulianos; pongan ustedes los nombres, que seguro que más de uno tienen en mente.
Y en las redacciones (cada vez más virtuales) unos y otros. Quizá venga al caso recordar aquí aquella irónica reflexión del periodista Manuel Bueno, también escritor de novelas y teatro, crítico y diputado conservador, el mismo que de una paliza dejó manco a Valle-Inclán, en la que decía que en las redacciones de los periódicos “cuando asoma un escritor con ideas, un poco culto y dotado de cierta pulcritud de léxico, suele decirse de él con una reticencia desdeñosa: es un literato. Luego, andando el tiempo, cuando aquel escritor ha contraído cierta anquilosis mental que le cohíbe para ver el espectáculo vario del universo, cuando su pensamiento tropieza espontáneamente con el tópico y la frase hecha, y avillana del todo el estilo con la descripción sistemática de la estepa y los sucesos pedestres que ocurren en nuestra sociedad, entonces acabamos por decir de él: es un periodista”.
El periodismo novelado de Guerriero
Entre el mejor periodismo y la buena escritura literaria se mueve, según leemos en la críticas, el último libro de la periodista y escritora argentina Leila Guerriero, La llamada. Un retrato. Es el relato del calvario padecido por Silvia Labayru, secuestrada con 19 años por su pertenencia al movimiento montonero. Corrían los primeros meses de la dictadura argentina y la Escuela Superior de Mecánica de la Armada se había convertido en un centro de tortura de opositores. Allí terminó Labayru, embarazada de varios meses, a pasar un año y medio de terror: tortura, violaciones, esclavitud. En LA LECTURA, Antonio Lucas elogia la calidad de la escritura de esta historia real: “Como ocurre con la escritura voltaica de Guerriero, lo que se cuenta aquí pisa la dudosa luz que separa periodismo y literatura. Por vocación y por destino, la periodista argentina no acepta pasos de frontera”.
En palabas de Jordi Gracia, que lo reseña en BABELIA, “este libro es hijo de la fascinación obstinada e irremediable de una mujer por la vida de otra mujer, 10 años mayor, y con una experiencia excepcional de juventud, primera madurez, edad adulta y declive sin declive alguno”. Cuenta Gracia que Leila Guerriero supo de la peripecia de Labayru por un reportaje en prensa publicado en 2021, “y ya no suelta la presa para hacer un libro imborrable sobre una mujer enamorada con locura a los 65 años y feliz fidelizada al sexo, al humor, la coquetería, la elegancia y la vitalidad. Además de hablar, y hablar casi siempre sin tasa ante la grabadora de Leila Guerriero: dan ganas de invitarla a una copa de vino (que no tocará) sin pensárselo dos veces”. Y con alguna ironía, nos informa de que los personajes son casi todos argentinos, así que hay mucho psicoanálisis “la jerigonza lacaniana, y otras”.
La otra cara de la desgracia la vivió Labayru en libertad: logró recientemente que se condenara por violación sistemática y tortura a dos de los jefes militares, pero el hecho de haber sobrevivido (200 personas, frente a las 4.800 arrojadas al mar) otros lo entendieron “–los suyos, los propios, los montoneros, casi todos hombres— como síntomas de colaboracionismo o hasta síndrome de Estocolmo”.
Sergio Ramírez, el mago fabulador
El caballo dorado ha titulado Sergio Ramírez su última novela, una “imaginativa trama que viaja por diversos países de dos continentes (entre 1905 y 1914) en una ingeniosa y divertida fábula que tiene más miga de la que aparenta”, según escribe en ABC CULTURAL Pozuelo Yvancos, y para ello el escritor nicaragüense se sirve de la invención de un ingenio como es el carrusel, o los caballitos de feria que decimos por aquí. Ramírez, Premio Cervantes en 2017, ha tallado un argumento lleno de engaños, robos, disfraces, crímenes urdidos o perpetrados que llevarán la historia a Rumania, Estambul, Viena, París, y que “concluye en la convulsa Nicaragua de comienzos del siglo, con su sucederse de dictadores varios, en golpes de Estado continuos, que parecen increíbles y funcionan como historias inventadas por febriles e inverosímiles imaginaciones, siendo tan ciertas como históricas. La miga de la novela está ahí: el sucederse de la política nicaragüense parece la herencia de reyezuelos de países o condados eslavos en la disolución del que fuera Imperio austrohúngaro”.
En EL CULTURAL, Sanz Villanueva se muestra rendido a la capacidad fabuladora de Ramírez: “No podía imaginar un narrador tan entregado a la pura fábula, al intrínseco encanto de la ficción, el divertimento sin cortapisas o el arte de narrar incontaminado de cualquier transcendencia que no sea la antiquísima seducción de hilvanar historias al modo de Scheherezade como el que encuentro en El caballo dorado”. Este canto a la pura invención tiene mucho que ver con la idea de ver a Sergio Ramírez como el antiguo sandinista que fue, exiliado desde hace tiempo en España, a resguardo de su otrora “compañero” Daniel Ortega (y señora). Sanz Villanueva no descarta que pueda verse una alegoría en la novela, pero prefiere no llegar tan lejos: “Mejor quedarse en una loca, encantadora y divertida ficción donde vibra el gusto por vivir”.
Los cuentos romanos de Jhumpa Lahiri
Como nos hemos propuesto promocionar desde este humilde Patio el cuento como género mayor, cerramos hoy el resumen con una escritora que “pertenece a esa estirpe de almas que cuestionan sin cesar su pertenencia: las almas libres”. No en vano, Jhumpa Lahari es estadounidense de origen bengalí, nacida en Londres en 1967, criada en Rhode Island y vive en Brooklyn. Elena Pita traza su perfil en la última entrega de ABRIL. En 1999 ganó el Pulitzer de Ficción y el Pen/Hemingway con un libro de relatos. Asegura Pita que “lo primero que se te pega a la piel de la literatura de Jhumpa Lahiri, y que ya no te suelta jamás, es su punto de vista doméstico, que recuerda al tan familiar léxico de Natalia Ginzburg y otras anteriores maestras (algún maestro) de la vida sencilla en apariencia”. Uno de los puntos comunes de sus relatos es la puerta de la nevera como plano cerebral de la vida en común, “nada casual dadas las referencias italianas de la autora, licenciada en Arte por la Universidad de Boston, que escribió su primer ensayo en italiano”. Cuentos romanos su último libro publicado en España (2023) da cuenta de esa formación. Y recuerda Pita cómo la crítica italiana se lo ha reconocido, y elogia sus juegos con la identidad, “como lo hiciera Pessoa… pero con una geografía más sentimental que biográfica”.
Nos despedimos dejando la palabra a Lahiri: “Los escritores estamos para hacer que los lectores lleguen al borde de algo, sin dejarlos caer, claro. Solo alguien como Dante llevaría a sus lectores al infierno. A mí me interesa avanzar con cuidado y llegar al borde del precipicio, pero sin caer”.
E. Huilson