Semanario Cultural

Elogio de la ficción

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS

Para saber de qué va La traducción del mundo, el último libro del colombiano Juan Gabriel Vásquez, lo mejor será escuchar lo que dice su autor: “Es un elogio de la ficción, de la actividad de leer ficción, y es también un testimonio de inquietud por lo que se supone que es la ficción en la sociedad de hoy, en la que ocurre esa apropiación cultural que le prohibió a una traductora holandesa y blanca traducir un poema de una mujer norteamericana y negra, o que le prohíbe a un escritor hombre escribir desde el punto de vista de una mujer. Esta que vivimos es una nueva conversación cultural que te pone a pensar en la salud de las ficciones. Nuestra sociedad podría estar apartándose de lo que hemos buscado durante siglos en las historias inventadas. Esas historias son importantes, han llevado a grandes descubrimientos que han hecho posibles enormes conquistas sociales”. Se lo cuenta Vásquez a Juan Cruz en ABRIL, en una entrevista donde el autor de Volver la vista atrás expresa su temor a una de las muchas caras que tiene la autocensura: “Hay cierto temor a adentrarse en terrenos que no son los nuestros. Parece que la ficción que se escribe ahora se mide por el patrón de lo que se llama autenticidad. Y eso, claro, está muy bien sobre el papel, pero no es lícito que nos cierre posibilidades, que nos corte la sed de aventuras, de ir a lugares que no conoces e investigar en ellos para traer las noticias de lo que pasa allí donde es imposible llegar, que es lo que para mí siempre ha hecho posible la mejor ficción”.

La traducción del mundo es el resultado de las muchas conversaciones que Vásquez pudo mantener con el mundo académico estadounidense mientras conferenciaba en la Universidad de Columbia: “Ahí me di cuenta de que la escritura corría el riesgo de sufrir la censura previa. Había alguien que se moría de miedo ante la necesidad que abrigaba de escribir una novela sobre una escritora gay. También conocí a una fotógrafa con una preciosa colección de retratos que no sabía si sería capaz de retratar a hombres y mujeres negras que habían sufrido agresiones de la policía, porque podrían acusarla de estarse apropiando del dolor de los otros para su propio beneficio…”.

En resumen, “es una carta para lectores (…) que consideren que la literatura es un lugar de encuentro y de humanidad en un mundo cada vez menos humano y más narcisista. La literatura es un espacio que niega el narcisismo. Es un acto de fe, un ejercicio de curiosidad por el otro, es un viaje hacia el otro”.

Tampoco es Vásquez un ingenuo, un optimista ciego de la ficción. En otra entrevista, la que publica ABC CULTURAL, firmada por su director, Jesús García Calero, matiza un posible exceso de entusiasmo: “yo nunca he creído que la lectura de ficción haga mejor a la gente, a los individuos. Hay sobradas pruebas de grandes lectores de ficción que son perfectos desgraciados en la vida real. Sí creo que la existencia de la ficción es un testimonio de rebeldía constante… [porque] somos seres insatisfechos, porque no soportamos bien las restricciones en lo social, lo político o lo íntimo que impone la vida, y la ficción es una manera de romper esas camisas de fuerza”. Y la ficción también se alza a veces sobre el propio creador, como le ocurrió a Tolstoi que en su Anna Karenina se propuso censurar el comportamiento adúltero de su protagonista y dio a luz a un personaje que se convertiría en icono feminista. 

En este libro, Vásquez compila cuatro discursos pronunciados en Oxford en el marco de las Conferencias Weidenfeld en 2022. “No es cualquier cosa: por allí pasaron antes de Vásquez gigantes como Steiner o Vargas Llosa”, recuerda Diego S. Carrocho, que firma la correspondiente reseña. “Se trata de un libro escrito, leído y posteriormente fijado en su forma definitiva para que el lector pueda acceder a reflexiones que hablan de la legitimidad, la misión y las paradojas de la creación y la escritura”. Vásquez admira a Vargas Llosa y su La verdad de las mentiras, el ensayo sobre ficción del peruano, al que tanto debe este Traducir el mundo. 

Dictaduras contra la ficción

Lo primero que una sociedad hace cuando bascula hacia el totalitarismo o hacia el autoritarismo es perseguir a los novelistas, a los poetas, a los escritores de imaginación, porque la imaginación se vuelve peligrosa, decía en una de estas entrevistas el colombiano. Lo experimentaron en Chile, hace hoy, 11 de septiembre, cincuenta años, con el golpe militar de Pinochet. De sus estragos en la cultura se ocupan varios suplementos. EL CULTURAL lleva la efeméride a su portada. Aquello no fue una ficción, sino una salvaje realidad del género del terror. “Aquél 11 de septiembre Pablo Neruda se encontraba enfermo de cáncer en su casa de Isla Negra. Comunista y amigo personal de Allende, aunque planeaba huir a México para establecer un gobierno en el exilio, el 19 fue trasladado a una clínica de Santiago, donde murió el 23 de septiembre”, escribe Nuria Azancot en EL CULTURAL. Y da cuenta de cómo el escritor Jorge Edwards fue de relevado de su puesto de secretario de la embajada de Chile en París y se exilió en España; de que a Nicanor Parra lo quisieron convertir en poeta del régimen, y él se convirtió en disidente… y de que Bolaño se fue a México, y José Donoso, que estaba en España, se declaró exiliado… y de que fue encarcelado Óscar Han y torturado Raúl Zurita y condenado a prisión Luis Sepúlveda

De las muchas páginas que se escriben estos días sobre aquellos acontecimientos ocurridos hace cincuenta años destacarán las escritas por Ariel Dorfman en la novela que ha titulado Allende y el museo del suicidio. La reseña Fernando R. Lafuente en ABC CULTURAL: “Memoria, ficción, autobiografía, análisis político, interpretación histórica, dramas personales se confunden, con un absoluta agilidad y solvencia en el complejo arte de contar una historia. Dorfman, con Joseph Horta, Angélica, Pilar Santana y el resto de personajes que componen esta imponente obra coral dan sentido a la Historia. Hay novela dentro de la novela, asunto cervantino y shakesperiano por excelencia, hay pasado y presente que se confunden, asunto borgiano capital, pero, sobre todo, hay una decencia moral en cuanto a lo que trasciende de la narración, ante estos tiempos blandos, líquidos y patéticos, muy de agradecer por el lector”.

En EL CULTURAL, que además de la portada dedica varias páginas a recordar los efectos del golpe militar en la cultura, Ascensión Rivas resume cómo Dorfman, tras varios avatares provocados por la militancia comunista de su padre, deja EEUU para afincarse en Santiago de Chile, donde se hará amigo de las hijas de Allende y terminaría trabajando para el presidente chileno en el Palacio de la Moneda. Esta circunstancia personal es la que le ha llevado a, como escribe Lafuente, enfrentarse “a sus propios fantasmas y a los del Chile de 2023, que como en cualquier sitio, no son pocos. Allende, la gran figura referencial de una cierta dignidad política se suicidó o murió acribillado por las balas, mientras heroicamente defendía los principios en los que había creído desde su adolescencia en Valparaíso. No es asunto baladí. Porque uno u otro, llevarán al lector a decidir si hablamos de tragedia (personal, en cuanto un suicidio es una derrota o una victoria de sí mismo, pues asume la libertad de decir hasta aquí he llegado) o épica (muero defendiendo las ideas por las que mi vida ha tenido sentido)”.

¡Ficciones, más ficciones, que es la rentrée!

Y sí con el otoño llegó la lluvia también lo hizo una especie de “dana” en toda regla de novedades editoriales. Casi que no dan abasto los suplementos literarios para reflejar mínimamente tanto material que les deben estar enviando desde de los distintos sellos. Ya reflejamos aquí la semana pasada que, por lo leído hasta ahora, Muñoz Molina y Pérez-Reverte se perfilaban como los más destacados en el aprecio del público… y de la crítica. Dos críticos de renombre, Pozuelo Yvancos en ABC CULTURAL y Sanz Villanueva en EL CULTURAL, no ahorran en elogios en sus respectivas reseñas de las ultimas novelas de Molina y Reverte, respectivamente.

Tras escarbar en los suplementos llegados el fin de semana, y los que llegarán, que la rentrée es larga, iremos dando cuenta de nuestra propia selección, que, por respeto al espacio, es obligadamente corta. Esta semana nos quedamos con dos escritoras.

Empecemos con Otaberra, de la sevillana Elisa Victoria, una novela en la que “vuelve a explorar la transición entre la infancia y la madurez para reflexionar sobre qué significa hacerse adulto, qué implicaciones tiene, pero cambiando una vez más el ángulo de observación”, según explica en su reseña para LA LECTURA, Anna Mª Iglesia. Y esto lo hace la autora a través de Renata, “una mujer que regresa a su infancia y adolescencia después de años de huida en un intento desesperado por olvidar” un lugar y unos hechos dolorosos. 

En EL CULTURAL, Nadal Suau, aventura que Otaberra es la mejor de las novelas escritas hasta ahora por Elisa Victoria; Vozdevieja y El evangelio fueron las anteriores. La califica de “valiente”, y explica lo que quiere decir con este término: “en los sentidos en que tal adjetivo tiene valor al hablar de literatura: estilo, estructura, tema, juego con las expectativas que su obra anterior pudiera provocar…”. Es una novela triste, cuenta Suau, “y muy contenida acerca de dos asuntos nucleares: el tiempo (o, si se prefiere, su mejor sinónimo: la pérdida) y la culpa”. Y utiliza otros adjetivos que no dejan duda de que realmente le ha gustado Otaberra, tales como “elegante”, “sutil”, “demoledora”.

Y desde el panorama internacional aterriza en las librerías (¡a que les suena la frasecita!) Fragua, de la muy apreciada por los lectores Ali Smith. Y no los defraudará si nos atenemos a lo que dice en su crítica, en LA LECTURA, Gonzalo Torné: “Después de escribir la que probablemente sea la mejor novela de la última década, el Cuarteto Estacional (Otoño, Invierno, Primavera y Verano), existía cierta expectativa por ver hacia dónde se encaminaba Ali Smith (…) Leída desde el agradecimiento o desde la exigencia se corría el riesgo de amplificar o distorsionar sus logros”. Pues no, Fragua dispersa esos temores. La protagonista de Fragua es una pintora que se llama Sandy y afronta la pandemia “en un estado taciturno y con su padre en el hospital”. La visita una antigua compañera que le pide que le ayude a resolver un misterio relativo a una cerradura medieval que a su vez forjó una joven violada por un compañero del gremio para que no le hiciera la competencia. La joven paseaba su vergüenza por los caminos acompañada de un pájaro. Con estos mimbres, en su reseña, Torné escribe, no sin gracia, de la dificultad para el crítico de responder a la pregunta “¿de qué va Fragua?” y se responde: el caso es que la respuesta a esta pregunta (y los esfuerzos para responderla) constituyen la verdadera trama del libro”.   

Por cierto, escribe también Torné en el último número de ABRIL, aquí para recordarnos que estamos en el centenario del nacimiento del italiano Italo Calvino, del que glosa su obra de ficción. Nosotros le recordamos en el Patio recogiendo la introducción a las conferencias sobre literatura que escribió para impartir en Harvard y que se publicaron bajo el título Seis propuestas para el próximo milenio: “El milenio que está por terminar ha asistido al nacimiento y a la expansión de las lenguas modernas de Occidente y las literaturas que han explorado las posibilidades expresivas, cognoscitivas e imaginativas de esas lenguas. Ha sido también el milenio del libro; ha visto cómo el objeto libro adquiría la forma que nos es familiar. La señal de que el milenio está por concluir tal vez sea la frecuencia con que nos interrogamos sobre la suerte de la literatura y del libro en la era tecnológica llamada postindustrial. No voy a aventurarme en previsiones de ese tipo. Mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que solo la literatura, con sus medios específicos, puede dar. Quisiera, pues, dedicar estas conferencias a algunos valores, cualidades o especificidades de la literatura que me son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio”.

Sabido es que las seis propuestas se quedaron en cinco, pues trabajaba en ellas cuando falleció. Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad, Multiplicidad eran sus apuestas. Y las justifica. La sexta habría llevado el título de Consistencia. Los animo a su lectura y a tratar de descubrir en qué medida se siguen hoy, veintitrés años transcurridos del nuevo milenio, sus recomendaciones. 

                                                                                                         E. Huilson

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