‘Los destrozos’, ¿otra novela magistral?
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.
Viene a cuento la pregunta de este titular para recordar lo que apuntaba Rafael Argullol en nuestra última entrega, que hay demasiadas expresiones de “obra maestra”, “escritor imprescindible” o “el mejor libro” en las contraportadas de los libros que nos ofrece la industria editorial. Precisamente terminábamos aquel resumen haciéndonos eco de la publicación en España de la última novela de Bret Easton Ellis, Los destrozos, un mero apunte por falta de espacio, aunque ya Antonio Lozano, en CULTURA/S, nos la calificaba de “colosal novela”, lo que parecen corroborar esta semana otros dos críticos a los que apreciamos en el Patio: Rodrigo Fresán (ABC CULTURAL) y Javier Aparicio Maydeu (BABELIA). Creo que merece la pena, pues, detenerse un poco más en esta nueva novela de Easton Ellis, un autorretrato provocativo de su “etapa de formación”, una mirada retrospectiva a su juventud.
En su línea de utilizar su vida como argumento, como apunta Aparicio Maydeu, Bret Easton Ellis necesita, como Nabokov, Lucian Freud o Philip Roth, “cuya obra mordaz, reprobatoria y libérrima subyace a la suya, situarse en el epicentro de su narrativa autorretratándose hasta el hartazgo y haciendo de su biografía algo tan esencial para su obra como lo es para él el aire que respira, y no tanto por apetencia exhibicionista, por querer emular a Narciso, cuanto por las virtudes lenitivas que parece llevar consigo toda práctica introspectiva”. Ellis ya esbozó episodios de su existencia en novelas anteriores, y en Los destrozos despliega un nuevo ejercicio de autobiografía ficcional y una novela negra proveída de la procacidad, sátira y esa querencia hacia la profusión de detalles que son marca de la casa, y, si se quiere, es también un mapa detallado de Los Ángeles, según nos cuenta Aparicio Maydeu. La historia injerta la biografía del autor en la historia del obsesivo Bret, narrador novel, que está escribiendo Menos que cero, y la de otros adolescentes ricos frecuentando fiestas por Los Ángeles hasta que un aterrador asesino en serie entra en escena. Y aquí el reseñista nos invita a leer la novela desde las referencias de Ellis a su Patrick Bateman de American Psycho (su gran novela) que oscureció con terror y paranoia. Ellis personaje de una novela de Ellis en la que las atrocidades del Arrastrero a las que sobrevivió y la atmósfera de thriller corren paralelas a los jugosos recuerdos, inventados o no, de un joven que disfruta con Brian de Palma y con El resplandor, de Kubrick; con Bowie; Ragtime, de Doctorow, y Matadero Cinco, de Vonnegut, y que antes de cumplir los 20 ya quiso ser escritor. Y lo hace, muchos años después “reflexionando sobre su vocación literaria, el proceso de creación de la novela y su polémica trayectoria, contaminando una vez más la realidad de su biografía y la ficción de su novela hasta hacerlas felizmente indiscernibles”, donde no faltan reflexiones y preguntas tales como si “debería el arte representar siempre la verdad del artista y al propio artista”, para responderse que “la razón por la que soy escritor es para presentar una estética, cosas que son ciertas sin que tengan que ser reales”.
Recuerda Fresán que la primera frase de American Psycho rezaba: “Abandonad toda esperanza al entrar aquí”, y cómo aquella novela fue ya muy cuestionada en su tiempo (1991) y casi cancelada, y hoy posiblemente casi impublicable (¡a cuánto lamento asistimos sobre lo que antes sí y hoy no sería posible!), lo que no le impide declararla como Gran Novela Americana (ya saben, ese anhelo creativo). Y sigue: “ahora Ellis firma otra Gran Novela Americana igualmente feroz”, para terminar su crónica animándonos a no desistir: “conservad toda esperanza al entrar aquí”. Que sea o no genial esta novela de Ellis lo decidirán ustedes, pero avalada llega, vaya que sí. Y solo el tiempo, siguiendo a Argullol, nos dirá si estos críticos exageraron.
La Colombia que recorrió Humboldt
Willian Ospina es poeta, narrador y ensayista, una de las voces más exquisitas y populares de Iberoamérica, escribe Nuria Azancot en LA CULTURA, en la introducción a la entrevista con el escritor colombiano. Pondré mi oído en la piedra hasta que hable ha titulado Ospina su última novela, un homenaje al “polímata, científico, astrónomo y botánico alemán Alexander von Humboldt”, de la que dice en la entrevista que ha intentado “explorar nuestra participación en la génesis del Romanticismo y el modo como dialogó el mundo americano con las ideas de la Ilustración”.
Elogia Ospina aquel tiempo de Humboldt en que se caminaba, desconectado, viajando a pie, tocando cada cosa, recuperando la carnalidad, valorando otra vez la minuciosidad, el asombro, la oscuridad, el silencio. Todo ello frente a la agonía de esta civilización que con sus pantallas está volviendo sedentarios a niños y jóvenes.
El viaje te cambia. Humboldt no era el mismo cinco años después cuando regresó a Europa. Ospina: “Es una antigua verdad que los viajes cambian a los hombres. Pero un viaje como el de Humboldt es casi el viaje arquetípico: una odisea por regiones desconocidas, con todas las dificultades imaginables… en un mundo donde hasta los mapas eran conjeturables”. Con esta novela, Ospina trata de decirnos que explorar el mundo es explorarnos a nosotros mismos, dejar “que el espacio nos desafíe y nos transforme”. Humboldt no era un turista, era lo contrario: un viajero capaz de aceptar las contrariedades, los imprevistos, los dones del azar.
La Jara morta de una escritora del silencio
Hacer cada semana estos resúmenes (particulares, caprichosos, aclaramos una vez más) nos depara conocimientos inesperados. Por ejemplo, no sabíamos de la existencia de Ángela Segovia (1987, Las Navas del Marqués). Entrevista a la escritora abulense en ABRIL Inés Martín Rodrigo, de la que nos cuenta que se inició en la poesía, “porque en algún género debía hacerlo” (fue Premio Nacional de Poesía Joven), “pero pronto rompió las costuras de la lírica, la hizo suya, le dio la vuelta y la llenó de voces propias que antes había escuchado en otras bocas, recitado y hasta rezado: Santa Teresa, Dante, San Juan de la Cruz, Roberto Bolaño, Emily Dickinson, David Lynch… Los ecos de todos ellos, diferentes e inspiradores, referenciales, resuenan en su obra, ya sea esta etiquetada como poesía, novela… Palabra dada, escrita. También en su último libro, que acaba de llegar a las librerías, Jara morta, que define como un precioso viaje al corazón mismo de la naturaleza, que es, además, una vital reflexión sobre la muerte.
Ángela Segovia desgrana en la entrevista reflexiones a las que estamos poco acostumbrados. Un ejemplo: ¿Por qué ha desaparecido esa tradición mística de la poesía española más moderna? –pregunta Rodrigo– y la escritora abulense contesta: “En general, la estética se vuelve rígida muy pronto. Además, pensemos que detrás hay una Iglesia, el componente romano, imperial, y estamos hablando también de la Historia de España y del franquismo… Son términos que están muy mezclados. Hablando en términos estrictamente poéticos o literarios, a veces se ha tendido a envolver esa religiosidad o esa mística en una pátina muy seria, muy solemne y también muy masculina a veces. Y por eso se abandona, porque se vuelve seca. Pero, si vas a la poesía mística original, ves que está cargada de imaginación, de lirismo, es muy sensual y extremadamente libre en el uso del castellano”. ¡Porque se vuelve seca! dice, ¡qué gran expresión! Que celebran los vecinos del Patio.
O cuando analiza el presente tan moralizador que vivimos: “Hay un elemento muy conservador en nuestro mundo. Por un lado, nos exponemos todo el tiempo; por otro lado, se critica, cuestiona y juzga, a veces de forma cruel, constantemente esa exposición (…) Tengo la sensación de que todo está muy compartimentado, para cada grupo de población, y si te sales de lo que se debe pensar o decir en tu compartimento, vas a ser llamado al orden. En realidad, es una moral muy estricta. No sé puede negar esa palabra, porque entonces en realidad estás ocultando un mecanismo que está generando represión social (…) Estamos permanentemente vigilados por nosotros mismos, que es el colmo de la vigilancia (…) Y, luego, la vigilancia colectiva de unos a otros. Es evidente que eso te afecta a la hora del sentir, que para mí es lo más importante. No poderte sentir libre me parece terrible”.
La trágica ironía de la muerte de Martin Amis
La noticia de la muerte de Amis nos pilló leyendo, y extractando, las páginas de los suplementos para hacer este resumen. Fue el sábado por la tarde. La información llegó de Nueva York, donde vivía desde hace algún tiempo, después de viajar a ella a menudo para ir a ver a su amigo Christopher Hitchens cuando este agonizaba a causa de un cáncer de esófago. Precisamente ha sido un cáncer de esófago el que ha acabado con su vida a los 73 años. Amis, qué duda cabe, será protagonista de los suplementos que se publiquen el fin de semana próximo. En español, su última obra, Desde dentro, la publicó Alfaguara. La mencionaba nuestro colaborador J.A. Sanz recientemente en la sección 5 LINEAS, que reproducimos a continuación:
5 líneas
¡Bienvenido! Pasa, pasa… Es un placer y un privilegio. Permíteme que te ayude con eso. Dame tu abrigo, lo colgaré aquí (ah, y, ya de paso, el aseo es por ahí). Siéntate en el sofá, como no… Luego ya te pondrás a la distancia de la chimenea que te resulte más cómoda.
¿Qué te apetece tomar? ¿Whisky? Es lo sensato, con este tiempo.
Comentario
Interesante subtitulo, cómo escribir. Amigos de mis amigos son mis amigos. Un libro con tres escritores en el punto de mira, su padre, un poeta amigo de su padre y su íntimo amigo. Todos muertos y todos vivos en las páginas de este libro. Gran pasión por Saul Bellow…
Consejos para escritores, para que escriban más y mejor, diatribas sobre el uso del tiempo de Elmore Leonard más que interesantes (pág. 431) o esta de la página 510: “Mientras compones y revisas una oración, repítela mentalmente (o léela en alto) hasta que el oído deje de estar insatisfecho, hasta que se detenga el diapasón”. Es el ritmo, y no el contenido, lo que mejoras. Y tiene razón.
Dos más. Hay que leerlo entero, se disfruta. “Cuando me siento al escritorio me paso la mayor parte del tiempo tratando de evitar pequeñas fealdades, más que luchando por lograr grandes hermosuras…” y cuando escribas ten en cuenta cómo hablas. El libro lo dedica a su mujer.
Un par de recomendaciones más
Mientras se preparan los obituarios de Martin Amis, de los que nos haremos eco en la próxima entrega, resumimos algunas recomendaciones que nos llamaron la atención:
Los últimos días de Roger Federer y otros finales, de Geoff Dier. Una de las claves de la originalidad de este escritor, según leemos en la reseña que publica LA LECTURA, es la forma en que colecciona perfiles humanos, que van de lo estrafalario a lo ortodoxo, de lo grotesco a lo tierno, de lo histórico a lo fugaz, características presentes en el libro, al que añadir cierto pesimismo: “Tiene que ver con la materia del libro, centrada en los autores, artistas en general, que decaen (Dylan), se retiran prematuramente (Larkin), que dejan de tener algo que decir (De Chirico), que frustran las expectativas que habían levantado (Kerouac), que traicionan su propia obra (Turner), que se repiten sin remordimientos (Kooning), que mueren antes de tiempo (Emily Brontë)”. Y añade el reseñista que el autor se muestra crítico con las novelas de madurez de Martin Amis, lo que califica de cierto “parricidio”, entendemos que por una suerte de influencia que habría tenido en su estilo o temas.
Rombo, de Esther Kinsky. Rombo, en italiano, define el estruendo subterráneo previo a un terremoto o temblor de la tierra. Se escuchó en Friuli, en mayo de 1976 antes de que un terrible terremoto dejara un millar de muertos, miles de desplazados, además de un nuevo y desolador paisaje. El rombo fue desde entonces una cicatriz acústica en el recuerdo de los damnificados y cada trueno es para siempre un recordatorio de esta experiencia que no se puede borrar ni redimir, porque está más allá de las categorías del bien y del mal. La escritora alemana Esther Kinsky recupera la vivencia traumática que aquella catástrofe produjo a su paso, con esa mezcla poética de realidad y ficción que ha llevado a comparar repetidamente sus libros con los de W. G. Sebald, leemos en ABRIL. En Rombo, el viajero es un coro de personas afectadas por dos desastres de gran magnitud: los devastadores terremotos de mayo y septiembre de 1976. Edificios e iglesias convertidos en escombros, techos derrumbados entre nubes de polvo de mortero, caminos trillados interrumpidos para siempre.
E. Huilson