Salón de belleza
Una vez a la semana toca ir al salón de belleza. Yo no tengo dinero para tanta tontería, por lo que me he vuelto esteticista, manicura y peluquera.
Empezamos pringando todo con la cera del demonio, luego un poco de mindfulness mientras me pinto los dedos y de paso las uñas. Finalmente, una crema bronceadora ya que el sol aquí no sale y estoy harta de que me pregunten si soy Miércoles de la familia Addams.
Y todo esto, ¿para qué? Acabo escondiendo toda esta belleza bajo capas y capas de ropa. A ver si va a ser verdad que lo hago para mí misma y no para el Otro.
PAULA
Maravillosa Paula.
Dicen algunos hombres ilustres que sin el Otro, andaríamos por ahí todavía en plan cavernícola, o muy estrafalario. Jajaja.