No todo vale lo mismo, aunque así nos lo vendan
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS CULTURALES.
Esta semana seremos breves, pues ojeados los suplementos culturales parece una repetición de la anterior por la reiteración de autores “consagrados” para los que se reclama atención. Los que habían sido glosados en algunos suplementos lo fueron una semana después en el resto. Tal es el caso de Marcel Proust. De hecho, podríamos hablar, si no de año, al menos de “otoño Proust”. Hace 100 años que murió el francés y todos han querido celebrar al autor de En busca del tiempo perdido. Unos una semana, el resto la siguiente. Durará poco la fiebre. Se venderán unos cuantos ejemplares de la edición recién publicada de sus cartas, pero podemos aventurar que serán pocos los que a estas alturas de siglo se animen a emprender ese monumental recorrido literario de siete tomos que se inicia Por el camino de Swan. Hay mucha novedad compitiendo con lo clásico. El Cultural, el suplemento que nació con La Razón, recaló luego en El Mundo, y desde enero lo hace en El Español, dedica su última entrega al escritor francés, al que dibuja en portada Jorge Arévalo. Una semana antes lo había hecho La Lectura, el suplemento que vino a cubrir el hueco de El Cultural en el periódico de Unidad Editorial. Señalemos como curiosidad que en su, llamémosle, “dossier Proust”, cerraba las colaboraciones Mauro Armiño, escritor y traductor con un artículo donde contaba cómo se fue forjando la obra literaria de Proust y las influencias recibidas. Pues bien, repite Armiño, ahora en El Cultural, pero abriendo el listado de articulistas. Muestra de que no hay rencores y predomina la buena vecindad.
Es buen suplemento El Cultural, con reputados colaboradores y críticos literarios. Cuando su nacimiento, vino a hacerle la competencia a Babelia, aportando diversidad al panorama de la prensa cultural. Blanca Berasategui, la editora desde su creación, aparece como artífice de su calidad. El periodista y académico Luis María Anson fue su fundador y a fecha de hoy figura en la mancheta como presidente. Y escribe una columna cada semana. Es una columna-capricho, diríamos, y seguirla es divertido siempre que uno no se lo tome como algo serio. Es una columna para el elogio ansoniano, desmesurado a menudo, hasta el extremo de provocar algún que otro cachondeo en el sector. En el último número, Anson elogia de tal modo a la periodista y escritora de novela histórica Isabel San Sebastián que la eleva a consagrada y puesto fijo en los manuales de la historia de la literatura española, subida al más alto pedestal junto, y al mismo nivel, que Carmen Martín Gaite o Ana María Matute, por citar solo dos ejemplos que trae a colación. No teníamos en el Patio conocimiento de la tan alta calidad literaria de la obra de Isabel San Sebastián que le otorga Anson, y seguramente a muchos de ustedes también se les habrá escapado. El académico y periodista nos explica por qué nos ha ocurrido: “su independencia ideológica e intelectual (la de la periodista) la apartaron de los circuitos al uso, conquistando así el clamoroso silencio de un sector de la crítica sectaria”. Era por eso.
Pero volvamos a los autores a los que la “crítica sectaria” no ha condenado al silencio, y que siguen acaparando páginas en los suplementos. Además de Proust, Cormac McCarthy vuelve una semana más a las páginas culturales debido a la publicación de sus dos últimas novelas (en un solo tomo): El pasajero y Stela Maris. A Nadal Suau, que firma la reseña en El Cultural, le han gustado: “rebosan inteligencia y la clase de atrevimiento que adoro encontrar en los libros tardíos de los grandes autores (…) Este anciano McCarthy parece mucho más preocupado por el Absurdo que por el Bien y el Mal, más concernido por lo invertebrado de la experiencia humana que por el terror o el amor, y quien dice ‘Absurdo’, dice ‘La Muerte”. Aun así, de su lectura nos deja entrever el crítico que, por el estilo, “que a veces roza los anticlimático”, como por las descripciones de tipos y paisajes, adelgazadas “hasta la irrelevancia”, el lector debe estar avisado de que no encontrará al novelista de La Carretera o No es país para viejos. Quizá por esto mismo, Eduardo Lago, a quien citábamos en la anterior entrega, decía que “Es difícil explicarlo, pero la doble novela con la que McCarthy parece querer despedirse de la vida y de la literatura es una obra a la vez exasperante y genial”.
Libros, librerías… y cine narrado
El libro llegó a las librerías la semana pasada. Este lector de suplementos lo compró el pasado jueves ¡EN UNA LIBRERÍA! Levanto la voz en defensa de la compra de libros en el que es su hábitat natural, su lugar de exhibición, compañía y reposo: la librería. El viernes pasado era el día de las librerías, y cada año que llega la fecha no puedo por menos que recordar aquella portada que publicó en 2008 The New Yorker en la que se veía a un repartidor de Amazon entregando un paquete (un libro, se supone) a una mujer que tiene precisamente al lado… una librería.
El primero de los suplementos semanales en llegar, de los que reseñamos aquí, es Abril, que aparece los jueves. En su último número nos sorprendió con una entrevista (portada incluida) con el escritor británico Jonathan Coe, muy apreciado y leído en este Patio. Coe escribió una de las grandes novelas del Brexit (criticándolo) y recientemente ha publicado El señor Wilder y yo, “una novela nostálgica, culta y encantadora, atemporal, con la que vuelve un Jonathan Coe cargado de sensibilidad y oficio”. El entrecomillado recoge lo que dice la editorial Anagrama, que es la que lo ha publicado en España. Leída la novela, este cronista, considera, sin embargo, que se es “una novela nostálgica, culta y encantadora…”, y es que realmente lo es. Si además es usted amante del cine, y vive rendido/a al genio de Wilder es de lectura obligatoria.
El señor Wilder y yo relata, a través de la voz de uno de los personajes, una aspirante a componer bandas sonoras, el periplo de Wilder y su equipo durante el rodaje de Fedora. Estamos ante un Wilder ya crespuscular, sobre el que Coe, respondiendo a las preguntas del periodista Juan Cruz, autor de la entrevista, comenta: “En la vida de un artista, siempre es un momento muy doloroso cuando te das cuenta de que ya no entiendes el gusto del público. Y que la gente que va al cine ya no quiere ver las películas que haces. Así que también hay dolor en el libro, porque eso es lo que Wilder siente. Él era un tío listo, inteligente y también generoso. Por supuesto, estaba viendo las nuevas películas de Coppola, Scorsese y Spielberg, y sabía que estaba pasando algo muy nuevo y emocionante en Hollywood. Y eso le excitaba. Pero le creaba ansiedad y temor, porque se daba cuenta de que las películas que él hacía se estaban pasando de moda. Es agridulce, pero hay un verdadero aprecio y generosidad hacia esos chavales con barba, como él los llamaba. Y siguió, aunque poco después del momento que describe mi libro dejara de hacer películas, siguió viéndolas y fue muy generoso en sus juicios sobre los cineastas jóvenes”.
El premio que no fue otorgado
“En vísperas de las fechas en que tradicionalmente se entrega el premio Herralde de Novela, Editorial Anagrama quiere comunicar que, tras la deliberación final en Barcelona el jurado formado por Esther Gómez, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé no alcanzó ningún acuerdo, por lo que el Premio Herralde de Novela de 2022 se declara desierto. A pesar de que se trata de una posibilidad contemplada en el punto 5 de las bases del premio, el jurado lamenta la falta de consenso y confía en que la resolución sea muy distinta en la convocatoria del próximo año”. Anunciaba así la editorial, mediante este escueto comunicado algo que no había ocurrido en sus 40 años de existencia.
Sobre los premios literarios siempre gravita la sospecha sobre si se trata de una mera operación mercantil o se tiene en cuenta el valor literario, al menos un mínimo de calidad.
Pere Sureda, de profesión editor, escribe sobre ello en Abril. Recuerda que “todos estos premios los otorgan, es decir, los financian, ponen el dinero necesario, las empresas editoriales, que son sociedades anónimas. ¿Por qué los entregan empresas y no instituciones? ¿Por qué no a un libro ya publicado? Sencilla e implacablemente porque se venderían muy pocos libros. (…) Como hemos sido un país de cero demanda de libros en general, las editoriales se han tenido que espabilar para crear oferta y en función del éxito incentivar la demanda. Y una oferta que sea lo suficientemente variada y satisfactoria para los lectores que tenemos y para sumar más”. Por estas razones, explica Sureda, está justificada la promoción mediante un premio. Y sigue con su argumentación contestándose a la pregunta sobre si los jurados que conceden los premios están o no amañados: “¡Y a mí qué me importa! Esto lo financia una editorial con necesidad de tener beneficios para seguir publicando. ¿Y quién puede asegurar que el jurado está amañado o que el premio será un éxito comercial? Nadie. Insinuaciones mil, comentarios los que quieran, pero pruebas, ninguna. ¿Y si se encontraran pruebas de que el galardón ya estaba pactado de antemano? ¿Qué problema habría? Una editorial es su catálogo, definió muy bien Jorge Herralde, y el cómo se consiga ese catálogo es cosa de editores”.
En su defensa de los premios, amañados o no, Sureda asegura que “a los lectores no nos concierne (…) Si los premios están amañados, me parece sin interés alguno. Lo que importa es que sumen lectores. Vengan de donde vengan, bienvenidos serán”. Es su opinión. Hay otras. Y anécdotas, muchas y muy variadas. ¿Qué impidió el consenso en el fallo del premio Anagrama de novela? ¿Apostó la editorial por algún nombre y se negaron a seguirlo algunos de los miembros del jurado? No lo sabemos. En algunas decisiones de premios renombrados alguna vez trascendió la oposición de algún jurado. Aquí recogimos en su día las divergencias de Juan Marsé, como jurado del Planeta, de su concesión a Lucía Echevarría. Lo contaba en su diario póstumo y era como un voto particular. Ya que hablamos de fallos y de jurados, no estaría mal que junto a la decisión se pudiera conocer si hay o no votos particulares. Pero claro, al ser sociedades anónimas quienes los financian no contamos los lectores con ese derecho. Solo a serlo, y cuantos más, mejor. Ser lector es lo importante, ya sea de las novelas de Isabel San Sebastián o de Javier Marías. Escritores ambos.
E. Huilson
Deliciosa lectura. La crítica literaria que hace E. Huilson de los suplementos literarios semanales para mí es un regalo muy valioso, pues así no tengo que leer todos los suplementos. Sin embargo, estoy informado a manos de un gran lector; crítico, con una escritura genial, plena de una narrativa culta, plácida, irónica. En este Patiosinred.es me refugio con frecuencia para leer y releer muy buenos artículos. Imprescindible.