Artistas sirias (1): Khadija Baker, Nour Asalia y Diala Brisly
Ahora que el mundo ha girado sus ojos hacia Siria, después de años de represión y guerra, y ha seguido con interés la caída y huida del dictador Al Assad a Rusia, nuestra mirada busca a las mujeres artistas sirias que, contra viento o marea, llevan su creatividad como bandera por el mundo. Muchas tuvieron que huir y otras, una vez que salieron del país, no les fue fácil volver. El desarraigo, el éxodo, la identidad, el recuerdo de los que quedaron son sentimientos presentes en sus trabajos.
Aquí traemos una pequeña muestra de artistas sirias, prácticamente desconocidas en nuestro país.
Khadija Baker, la memoria
De ascendencia kurdo-siria, Khadija Baker nació en Amuda, en el noroeste de Siria, en 1973. Estudió Bellas Artes en Damasco. En 2001 emigró a Canadá donde cursó estudios universitarios de Arte y Humanidades. Reside actualmente en Montreal. Es una artista multidisciplinar que propone proyectos en los que combina performances, sonido, vídeo y narración participativa muy interesantes. Como testigo que fue de sucesos traumáticos, sus creaciones profundizan en la incertidumbre del hogar en relación con la persecución, la identidad, el desplazamiento y la memoria. Para ello utiliza historias de refugiados y su integración en otros países. Porque su trabajo trata de dar respuestas a ciertas preguntas: ¿Cómo se familiariza la sociedad de acogida con el recién llegado? ¿Qué dejan los desplazados atrás? ¿Es posible experimentar la paz? ¿De qué modo impacta en las mujeres una nueva cultura?
Como muestra, recogemos varios de sus trabajos que dejan en el espectador profano una huella profunda sobre el mundo que vivimos y la importancia de la memoria.
My little voice can’t lie fue una performance presentada en la Bienal de Sydney en 2012 y habla de la memoria. Se invitaba a los espectadores a escuchar textos grabados creados a partir de historias de mujeres desplazadas. Estas historias emanaban de unos altavoces incrustados en los extremos del pelo trenzado de la artista. Las personas debían sujetar esas trenzas larguísimas con las manos y acercar los extremos del pelo a las orejas para escuchar las historias. La banda sonora se reproducía en bucle. La performance sugiere que no olvidemos y seamos testigos del pasado.
Performing community garden es una instalación donde la artista cuenta con la participación del público. Ataviada con un vestido tejido a mano que incorpora a su vez pequeñas plantas, Khadija Baker se sitúa en un espacio verde visible, un parque público. Cada planta lleva el nombre de una persona fallecida o refugiada por situaciones violentas, o son nombres de desplazados que acaban de llegar a Canadá. La artista invita a la gente a coger una planta con un nombre para cuidarla, cuidar a un extraño, en definitiva. A medida que avanza la representación, Baker comparte con los participantes recuerdos e historias de la persona que da nombre a la planta, y les pide que ellos también compartan con ella la historia de un ser querido. El amigo al que mataron, la madre que no se adapta en el país de acogida, el hermano desparecido… A cambio, la gente se compromete a cuidar la planta con la que se van: un gesto que pretende fomentar la amabilidad y la tolerancia hacia los emigrantes y las personas de culturas diferentes.
La performance se pudo ver en 2021 y el resultado se recogió en un video proyectado en el Fórum de Arte Contemporáneo de CAFCA.21.
La obra de Khadija Baker se exhibe actualmente en el Museo Canadiense de la Naturaleza (CMN), en Ottawa, Canadá, en una exposición de obras ganadoras del Premio de Arte Rewilding de la Fundación David Suzuki que ella también obtuvo.
Nour Asalia, la fragilidad
Nour Asalia, artista e investigadora siria nacida en 1984, reside en Francia desde 2011. Se licenció en la Facultad de Bellas Artes de Damasco, especializándose en escultura, y se doctoró en Estética de las Artes Plásticas por la Universidad de París con su investigación sobre la fragilidad en la escultura.
La obra de Asalia se inspira en sus primeros recuerdos con su padre taxidermista. Sus esculturas exploran la fragilidad del cuerpo humano, a menudo momificando sus partes en resina y las cubre con tela transparente y o bien las mezcla con elementos orgánicos como plumas y pétalos de flores. Tiempo y materia como concepto.
También realiza obras de collage, que mantiene la idea de fragilidad. En este tipo de obras, Asalia cose imágenes de ojos o encierra su propio autorretrato en sobres de papel de arroz y añade puntos de pasta caliente para expresar lágrimas. También experimenta con la abstracción, dejando círculos de cuerda flotando en resina transparente para crear formaciones que se asemejan a paisajes.
Además de ser autora de una teoría sobre la estética de la fragilidad, su labor investigadora se ha centrado en el arte sirio y su archivo, en el marco de su trabajo como editora e investigadora principal en la Fundación Atassi. Esta Fundación tiene también una larga historia que se remonta a 1986, cuando las hermanas Mouna y Mayla Atassi abren en el desván de su librería la Galería Atassi, la primera galería de arte privada de la ciudad de Homs. La Galería se trasladó a Damasco en 1993, pero en 2016, debido a la peligrosa situación política, tuvo que cerrar y se reconvirtió en Fundación con sede en Dubai. Su objetivo, dar a conocer el arte moderno sirio y preservar la historia y la cultura de Siria para futuras generaciones.
Nour Asalia recibió en 2021 una beca del Ministerio de Cultura francés para su proyecto artístico L’image pour les visually impaired (La imagen para los discapacitados visuales). Antes había recibido una beca del Programa de Apoyo a Artistas Sirios de Ettijahat independent culture para su investigación sobre “Arte contemporáneo sirio posterior a 2011: Causa y estética”. Títulos que dan una idea de la gran capacidad creativa e investigadora de esta artista.
Diala Brisly, corazón fuerte
Historietista, ilustradora, profesora, pintora, Diala Brisly, de padres sirios, nació en Kuwait en 1980 y creció en Damasco a donde llegó con 10 años. Estudió literatura árabe e ingeniería civil antes de elegir, a los 21 años, dedicarse al dibujo. Empezó a hacer animación para el canal sirio Space toon. Por cuenta propia, trabajó haciendo cómics, libros de ilustraciones y revistas infantiles.
Cuando estalló la revolución en 2011, Diala Brisly participó activamente en el movimiento de protesta. “Estábamos muy ilusionados por ver el cambio. Vivíamos un sueño romántico, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos muy limitados y que, cuando intentábamos protestar, la respuesta era violenta. En 2012 hice mi primera ilustración sobre lo que estaba ocurriendo. No pensé que sería muy impactante. Lo hice porque me estaba asfixiando, era una especie de forma de respirar, de expresar lo que estaba pasando”. Hasta que en 2013 la peligrosa situación por las revueltas le obligaron a huir a ella y a otros muchos artistas a diferentes países. Primero se fue a Estambul. Allí se enteró de la muerte de su hermano en la guerra. Más tarde, se trasladó a Líbano y trabajó en los campos de refugiados organizando talleres de arteterapia. “Muchos niños veían morir delante de ellos a sus amigos íntimos, a sus hermanos. Me di cuenta de lo importante que es utilizar el arte para vaciar todo ese terror que llevamos dentro”.
Consiguió asilo en Francia, donde vive desde 2016.
Leave us. De este trabajo, la propia Diala ha dicho: “En 2011, cuando comenzó la revolución, prioricé hacer cosas sobre el terreno relacionadas con las protestas y preparar hospitales de campaña. En 2012, a medida que la violencia crecía más y más, finalmente tuve el impulso de dibujar lo que estaba sucediendo. En 2012 dibujé mi primera ilustración. Era sobre una masacre ocurrida en Daraa, en el sur de Siria, cuando vi la foto de un niño que había perdido sus extremidades en una explosión”. Este fue el punto de partida de la serie titulada Leave us.
Nuestra vida en una jaima es el título del cómic donde Brisly denuncia la situación de olvido y abandono a la que se enfrentan los sirios en Líbano, la discriminación institucional y el racismo cotidiano que sufren, pero también es un canal de proyección de sus esperanzas, sueños, aspiraciones y anécdotas de las que sacan la energía para resistir a tan dura realidad.
El cómic ha sido traducido al castellano después de ser seleccionado en el I Curso de Traducción del Cómic del Árabe al Español, un taller coordinado por la Fundación Al Fanar para el Conocimiento Árabe y la Cátedra de Estudios de Cómic Fundación SM – Universidad de Valencia con apoyo de la Embajada de España en Argelia y el Instituto Cervantes de Argel y Orán. Una elección muy acertada.
Comprometida con los derechos de la mujer y el acceso a la educación de los niños sirios y palestinos en Líbano, la artista ha puesto sus lápices al servicio de Amnistía Internacional. En 2021 fue premiada en la sexta edición anual de los premios Mahmoud Kahil, en la categoría de ilustración de libros infantiles.
Los refugiados son valientes. Diala Brisly fue la encargada del cartel de la campaña del Comité Internacional de Rescate (IRC) para el Día Mundial de los Refugiados 2021. El lema de ese año, Los refugiados son valientes, fue un aliciente para Brisly: “Para mí, el coraje es tener miedos, tener todas estas preocupaciones, tener todos estos traumas, y aun así tener la energía para seguir adelante”.
En la ilustración se ve a hombres y mujeres de diferentes edades y culturas; a un niño y un personaje que representa al colectivo LGBTQ.
Afincada en Valence, Francia, Diala Brisly trabaja en una novela gráfica con el periodista Bassel Alhamdou, una historia autobiográfica que retrata su infancia, el sistema educativo en Siria, la Revolución y su periplo vital hasta su llegada a Francia en 2016.
Brisly se sorprende al ver sus obras dando la vuelta al mundo: “Espero que tenga un impacto en la gente que lo vea. Quizá cambie el estereotipo de los refugiados”. Ojalá que así sea.
Ana Amador