Relatos con música

Podéis llamarme Heloisa

Tom Jobim y Vinicius de Moraes

El bar Veloso es acogedor, sobre todo en primavera. Chiquito, coqueto, bien decorado y con una terraza que se abre a la avenida Vieira Souto, que une Río con Ipanema, una lujosa zona residencial de no más de 40.000 habitantes, ayer propiedad del barón de Ipanema, hoy jalonada por lujosas mansiones, elegantes boutiques, los más reputados restaurantes sólo para clientes con paladares muy selectos y elevado poder adquisitivo y una playa de dos kilómetros que compite con la de Copacabana.

Aquella mañana de mayo de 1962, Joao y Vinicius, sentados en la terraza del Veloso, se concentraban en la composición de números para la  comedia musical Dirigible en la que estaban trabajando, no sin cierta premura, pues el calendario a la hora de entregar partituras era inexorable, a decir de los empresarios y los productores.  Pero alguien llamó su atención y los dos, al unísono, levantaron la vista de sus respectivos cuadernos. Una joven morena, de ojos verdes, ataviada con un conjunto deportivo se había parado frente a la barra del bar y había pedido un paquete de tabaco. Ninguno de los dos exteriorizó su pensamiento y siguieron manos a la obra. Pero la misma escena, con la misma protagonista y la misma demanda, se repitió dos días después. Y entonces, claro, los dos jóvenes músicos no tuvieron más remedio que hacerse la coincidente y mutua confesión. Aquella muchacha de pantalón corto, camiseta floreada de tirantes y andares gráciles les inspiraba una canción que introducirían en la comedia que estaban a punto de terminar. Y Vinicius de Moraes se puso a darle vueltas a la letra y Antonio Carlos Jobim, a la música. La canción se llamaría Menina que passa y estaría incluida en Dirigible.

Gilberto y Banana

Unos meses después, concretamente el 31 de agosto, los dos compositores estrenaron su obra en el club Au bon gourmet, en Copacabana. Les acompañaban en la presentación de su Menina que passa Joao Gilberto y Milton Banana, que se encargaba de la percusión. Aquella velada no se grabó, pero el boca a boca se encargó de difundir la calidad de la composición y los autores se vieron obligados a repetirla en los clubes que frecuentaban. Ya en 1963, la fama de la canción obligó a los compositores a grabarla en disco single primero y posteriormente en LP. Pero había que buscarle un título más atractivo, y se recurrió a lo más elemental, buscar el origen: La chica de Ipanema

Heloisa

Pero, una vez hecha la grabación y habiendo adquirido fama mundial, la musa seguía siendo una incógnita para todos. ¿Quién era esa chica tan linda, tan llena de gracia que se balancea camino del mar? El secreto se desveló en 1965, cuando los dos compositores confesaron que la inspiradora era Heloisa Eneida Menezes Paes Pinto, una joven de familia muy religiosa que vivía en Ipanema y que, sin saberlo, había saltado a la fama. Una vez reconocida, Heloisa supo sacar fruto de su inspiración: comenzó una discreta carrera como modelo y actriz. Incluso fue portada en 1987, con 40 años, de la prestigiosa revista Playboy. Pero su verdadera fuente de ingresos fue un negocio relacionado con todo lo que le había sucedido desde 1962:  montó una cadena de tiendas de venta de biquinis exquisitos, con magníficos diseños, sólo al alcance de bolsillos repletos de cruzeiros. A las tiendas, como no podía ser de otra forma, las llamó Garota de Ipanema. Esta brillante idea le provocó un serio problema: los herederos de Antonio Carlos Jobim, fallecido en 1994, presentaron una demanda ante los tribunales brasileños por apropiación indebida de una marca, Garota de Ipanema, cuyos derechos ostentaba el autor de la canción. Pero quien tuvo, retuvo y, al final, Heloisa ganó la demanda. Hoy sigue vendiendo biquinis como churros, mientras en el hilo musical de sus tiendas suena aquella bossa nova inmortal.

Gabriel Sánchez

Garota de Ipanema, con Tom Jobim al piano y cantado por Gal costa y Jon Hendricks (1994):

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