Una canción de guerra, aunque no lo parezca
Nos detenemos una vez más –ya son varias en este rincón del patio—en una canción que, como diría un castizo, no es lo que parece. Y hay veces en las que nuestra mente, cuando escucha una melodía, se transporta inmediatamente a un paisaje, a un escenario, a un determinado momento, incluso a un estado de ánimo. Esa sensibilidad musical es de agradecer, aunque, a veces, el origen de la música vaya por unos derroteros y nuestro pensamiento, por otros.
Walter Scott escribió en el año 1810 un poema épico titulado La dama del lago. El autor británico recreaba en el poemario la guerra que mantuvo en la década de los años 20 del siglo XVI el rey Jacobo V de Escocia con el clan de los Douglas, un antiguo linaje de las Lowlands, tierras bajas de Escocia.
El poeta alemán Adam Storck tradujo el poema épico al alemán y el texto cayó en manos del compositor austriaco Franz Schubert. El músico contempló la posibilidad de escribir música para la ardiente aventura que Scott narraba en su poema. Schubert era un especialista en lieder, canciones compuestas para ser interpretadas por una voz, acompañada de piano tan solo. A lo largo de su vida, el músico austriaco compuso más de seiscientos lieder.
En el año 1825, estando de vacaciones en una región de la Alta Austria, Schubert comenzó a componer las siete canciones, a modo de lieder que versionarían musicalmente la obra de Scott. Una de ellas, titulada La tercera canción de Ellen, cuenta la historia de una joven del clan Douglas, que se esconde en una cueva, junto a su padre, para huir de las huestes del rey Jacobo V.
En el cautiverio, Ellen implora a la Virgen María para que interceda y puedan librarse de las garras de los sádicos soldados que el rey había enviado para acabar con los miembros del clan enemigo.
Una vez acabado el trabajo, la composición musical, que incluía las siete canciones, fue estrenada por primera vez, al año siguiente, en el castillo de la condesa Sophie Weissenwolff, en la pequeña ciudad austriaca de Steyregg.
A partir de ese momento, La tercera canción de Ellen adquirió gran popularidad por ese poderío místico e íntimo que Schubert dio a la composición. Fue muy bien acogida por la comunidad católica austriaca que decidió cambiar la letra original, escrita por Walter Scott y respetada por Schubert, para convertirla en un himno religioso a modo de oración en latín, que se interpretaba en las iglesias por la mención a la Virgen María en la primera estrofa del verso.
Y así, con el paso de los años, se perdió la esencia original de la composición e incluso el título y La tercera canción de Ellen pasó a llamarse simplemente el Ave María, eso sí, respetando, al menos, el nombre del compositor. Schubert agradecía el éxito de su partitura y en una carta dirigida a su padre escribió: “Mi canción ha cautivado a todos los oyentes y les ha llegado a su corazón y a su alma”.
El poema original de Walter Scott decía:
¡Ave María! ¡mansa doncella!
¡Escucha la oración de una doncella!
Tú puedes oír aunque sea de lo salvaje,
Tú puedes salvar en medio de la desesperación.
Seguros podemos dormir bajo tu cuidado,
aunque exiliados, marginados e injuriados –
¡Doncella! Oye la oración de una doncella;
¡Madre, oye a una hija suplicante!
¡Ave María!
La versión en latín que introdujeron los católicos austriacos era bien distinta:
Ave Maria
Gratia plena
Maria, gratia plena
Maria, gratia plena
Ave, ave dominus
Dominus tecum
Benedicta tu in mulieribus
Et benedictus
Et benedictus fructus fructus ventris,
Ventris tui, Iesus.
Ave Maria
Ésta última es la que ha quedado para la posteridad y la que se interpreta como himno religioso en el rito católico.
Walter Scott y Schubert no participaron en el exitoso cambalache.
Gabriel Sánchez
La soprano Hera Hyesang Park interpreta la versión Ave María acompañada por la pianista Sarah Tysman:
Super interesante! Gracias por “iluminarnos”
Muy interesante, no tenía ni idea de esta historia 🥰