Semanario Cultural

El ‘Matamonstruos’ de Jon Bilbao

Pregunta obligada: ¿leyeron ya Basilisco y Araña, las dos novelas de la trilogía que ahora completa Matamonstruos? Si no lo hicieron, no se rasguen las vestiduras, que la mayoría de lectores que siguieron en su día las vicisitudes cotidianas de Madame Bovary, o acompañaron en su jornada dublinesa al moderno Ulises lo hicieron muchos años después de su publicación. Siempre se está a tiempo para un descubrimiento literario. No es que ande yo comparando la saga de Jon Bilbao con las obras de Flaubert y Joyce, pero elogios tan unánimes al escritor asturiano por lo que ha conseguido con su trilogía no suele ser muy habitual. 

Jon Bilbao (F: Xavier Armendariz/Cuadernos Hispanoamericanos)

Por ejemplo, con los que abre su reseña en Abril Fernando Menéndez: “Uno lee la última frase de Matamonstruos y al momento le acude la certeza de que, como lector, acaba de culminar uno de los proyectos narrativos más poderosos y sugestivos que se han levantado en estos últimos años”. Tampoco ahorra entusiasmo en su valoración José María Pozuelo Yvancos, en ABC Cultural: “una de las más importantes sagas literarias de la narrativa contemporánea española. Es la saga de John Dunbar, el cuatrero que otros conocen como Basilisco y que se ha convertido por su brutalidad y destino aciago en un héroe distinguido por la fama, de entre los que fueron pioneros pobladores del Oeste norteamericano, en los límites de Nevada, Arizona, Utah, y el cañón de Colorado”. Es el territorio de los wésterns del mejor cine americano, con “John Ford a la cabeza de todos”. Y sigue el crítico elogiando el modo en que Jon Bilbao sale victorioso, pese a la dificultad que entraña, “el haber tomado como referencia central la pervivencia de mitos de los indios navajos, pobladores ancestrales del lugar, no en los términos del Paraíso que construyó en Araña, sino en la que podríamos llamar su versión infernal”. Aunque alguna reticencia muestra el Pozuelo en lo que concierne, por ejemplo, al correlato que en la ficción hace el autor entre una isla del Egeo y su Ribadesella natal: “Tengo que decir, siendo honesto, que no todo en esta ficción, y sobre todo en los correlatos contemporáneos, ha tenido una exposición clara, por momentos me ha resultado liosa y quizá haya su autor extremado en exceso las dimensiones metafóricas de su artefacto literario, que un epílogo justifica con las propiedades omnímodas de la ficción, que no precisa mayores explicaciones”. Pero son insuficiencias que justifica atendiendo a la calidad de la prosa del autor, “poseedor de una imaginación tan portentosa, que el lector le acompaña admirado, incluso admitiendo no entender del todo las líneas de realidad de un artefacto que se sostiene entero, como un mundo con leyes propias, por lo que ‘Matamonstruos’ termina siendo en el fondo un gran tratado metaficcional sobre las maravillas de la ficción épica, única capaz de representar aquellos héroes de repoblación americana y que como toda épica alberga mitos y crueles dioses, guiadores aquí del destino de John Dunbar, héroe arcano, también conocido como Basilisco, un nuevo mito”.

Y como no hay dos sin tres, en El Cultural, Santos Sanz Villanueva destaca cómo el autor, en su intervención metaliteraria (recuerda que conviven en la trilogía el excéntrico personaje del far west y un escritor asturiano llamado Jon) argumenta que no “escribe solo por el gustazo de contar (que también), sino que busca un cierto sentido transcendente a la literatura. Entiende que sirve, al menos, como conocimiento y como espejo y quizás resorte para afrontar la vida”. Y termina la reseña con cierta añoranza de que pudiera continuar la saga: “El previsible cerrojazo de la serie supondría el fin de una fiesta de la invención y la narratividad al servicio de (hipotéticos) poderes de la ficción”.

Dos candidatos al Nobel desde el este europeo

László Krasznahorkai (F: Nina Subin)

Por distintas razones, el escritor húngaro László Krasznahorkai y el rumano Mircea Cărtărescu están protagonizando portadas y entrevistas en las páginas literarias de los suplementos culturales de las últimas dos semanas. El primero, por haber sido galardonado con el premio Formentor de este año, coincidiendo con la publicación en Acantilado de su novela El barón Wenckheim vuelve a casa. En el caso del rumano, porque llega a las librerías ‘Theodoros’ (Impedimenta), su última novela, en la que narra la historia de “un ambicioso muchacho criado en la Valaquia rural del siglo XIX que después se convierte en un sanguinario y temido pirata en el Egeo y, más tarde, llega a usurpar el trono y ser emperador de una Etiopía devastada por las guerras civiles”, según el resumen que publica Andrés Seoane en La Lectura. Cărtărescu, en la entrevista, asegura que “cualquiera que lea ‘Theodoros’ se verá sorprendido sobre todo por su envergadura épica. Ninguno de mis textos se parece tanto a una novela: incluye muchos personajes, reales e imaginarios, escenas de batallas y escenas amorosas, sucesos pícaros y giros en la trama. No es una novela realistas y mucho menos una novela histórica (…) (si bien) Todos los detalles históricos y geográficos de mi libro son reales y verificables, pero eso forma parte de las reglas del juego: me he divertido mucho haciendo de esta ficción un mundo creíble”.

Mircea Cărtărescu (F: C. Stadler Bwag)

Al igual que Cărtărescu, László Krasznahorkai suele ser un fijo cada año en las quinielas para recibir el Premio Nobel. El escritor húngaro ha obtenido ya otros premios prestigiosos, entre ellos el Formentor, concedido este año como decíamos, un galardón que representa el “reconocimiento a la calidad e integridad de las obras que consolidan el prestigio e influencia cultural de la literatura”, y que, entre otros, han recibido Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Saul Bellow, Jorge Semprún y Witold Gombrowicz, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas y Ricardo Piglia.

Krasznahorkai debutó como narrador con Tango satánico, en 1985. Ahora llega a España El barón Wenckheim vuelve a casa, que reseña para El Cultural Rafael Narbona, y resume así: Cuenta el regreso de un sexagenario aristócrata húngaro a su ciudad natal después de muchos años. Los vecinos se ponen a especular sobre la fortuna del barón y si podrá ayudar con ella a salir de la decadencia que vive la población. No saben que el Barón ha huido de Buenos Aires por deudas de juego. Su presencia solo causará confusiones y situaciones hilarantes, con una constelación de parásitos alrededor de su rutina, mostrando que vivir no significa aprender, sino acumular malentendidos. En su peripecia, el Barón se cruza con un excéntrico Profesor, autoridad mundial en musgo… 

Ve Narbona a Krasznahorkai como “una especie de Beckett con el humor de Laurence Sterne”, y de su última novela dice que es “una explosión de nihilismo, una sátira sobre las paradojas y miserias del ser humano, un artefacto verbal que deslumbra e hipnotiza”, y compara su ambición a la de grandes novelistas del pasado: “Ha recuperado el concepto de novela total que persiguieron Joyce, Sterne y Hermann Broch: un mosaico que alcanza todas las facetas de lo real”. Muy crítico con su país, el húngaro no escatima exabruptos contra sus compatriotas: “Ser húngaro no es pertenecer a un pueblo, sino a una enfermedad incurable y aterradora”. Afortunadamente –concluye Narbona– en El barón Wenckheim… las carcajadas ahogan los lamentos. Quizás no haya esperanza para el ser humano, pero hay una forma de aplacar el sufrimiento no tomándose demasiado en serio a uno mismo. 

El infernal tigre de Neige Sinno y la Sangre de topo de Evtimova

La escritora Neige Sinno es portada en Babelia, entrevistada por Álex Vicente, tras la publicación de Triste tigre, narración de los abusos que sufrió por parte de su padrastro entre los siete y los catorce años.

Neige Sinno (Wikidata)

En ABC Cultural, Eva Cosculluela, define el relato como “estremecedor”, dividido en dos partes. En la primera, la autora describe a su violador y el infierno de su infancia; en la segunda habla de lo que vino después: la confesión a su madre y su compleja relación con ella; su decisión de denunciarlo para proteger a sus hermanos pequeños; el juicio, su vida después y la conversación en la que contó su historia a su hija. “La potencia de lo narrado” –escribe Cosculluela– “es tal, los hechos son tan duros y producen tanto desasosiego en el lector que, inevitablemente el fondo se impone a la forma y, en cierto modo la opaca. (…) Sin embargo, la forma en que cuenta su historia es una de las fortalezas de este libro. Su estilo sobrio, distante y despegado, es clave para que la narración funcione como lo hace”. Neige Sinno no quiso en ningún momento explotar el victimismo. En la entrevista de Babelia revela que necesitó “tiempo antes de escribir, como quienes han hablado de la tortura y los campos de concentración”, así como que tardó un año en encontrar editor, tras recibir hasta 20 rechazos. Argumentaban que “ya había muchos textos sobre el mismo tema”. 

Zdravka Evtimova (Fuente: Radio Bulgaria)

Y de regreso a la “gran literatura del oriente de Europa” (palabra de Ricardo Menéndez Salmón), nos encontramos con los relatos que la escritora búlgara Zdravka Evtimova ha recogido bajo el título Sangre de topo, en los que se dibujan “un mundo de fenomenales presencias humanas, de singulares paisajes ideológicos con una excepcional inteligencia narrativa”, según escribe Menéndez Salmón en Abril. Textos fronterizos entre el realismo más crudo y una imaginación desbordante. Y enlaza el reseñista a Evtimova precisamente con Cărtărescu y Krasznahorkai, entre otros, con los que la une un “aire de familia”, y que han concitado el interés del lector español, “tan contaminado durante décadas por un anglocentrismo literario colindante con la ceguera”, según Salmón. Una narrativa que ha propiciado un despliegue de un mapa ficcional de una fecundidad irrebatible. También en los relatos de Sangre de topo se advierte el latido de esa Europa diversa y distinta, tantas veces ignorada a este lado de los Balcanes, “en la que el campo todavía domina sobre la ciudad, en la que la globalización convive con usos, con conductas y con costumbres arcaicas”.

Un cierre de cómic

Y para cerrar nuestro particular recorrido de esta semana nos paramos un momento en Territorios, el suplemento cultural de El Correo. Portada, obra de Alex Orbe, y reportaje sobre el Salón del Cómic de Getxo, que entre los días 27 y 29 acogerá una exposición que reúne a 30 mujeres artistas para rendir tributo a la bruja como fuente de inspiración en el arte. Además de otras muchas actividades y debates, como por ejemplo la irrupción de la Inteligencia Artificial en el ámbito gráfico, una de las grandes polémicas del momento. 

                                                                                                                   E. Huilson

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