Relatos con música

De parte del señor cura

Un momento de la representación de ‘Griselda’ de Vivaldi en el teatro veneciano La Fenice en 2022 (Fundación Teatro La Fenice)

Hasta quince mil prostitutas se cree que se concentraban en la Venecia de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Carnavales, fiestas suntuosas en los palacios de la aristocracia, aniversarios, bodas… Toda fecha era  buena excusa para la francachela, la holganza y la diversión. Incluso los más altos prebostes de la iglesia acudían a la ciudad de los canales a buscar amantes. Y los conventos de religiosas se convertían en lugares de acogida de las candidatas. Tras un exhaustivo examen que filtraba a las más idóneas, desde el mismo convento eran enviadas a nunciaturas, delegaciones e incluso hasta Roma.

En este panorama, ¿quién era capaz de apartar el carnoso cáliz y hacer vida monástica? Antonio Vivaldi entró a la edad de 15 años en el seminario y se ordenó diácono a los 17. Fue destinado como párroco a la Ospedería della Pietâ, un centro de acogida para niñas huérfanas. Tras sus muros, el compositor, entre misa y confesión, ejercicios espirituales y orientación de vida recta para las pequeñas desangeladas, componía la música más extraordinaria que haya dado el barroco italiano. Pero no por su condición de sacerdote, compositor o pastor de almas descarriadas, iba a renunciar a la muy noble costumbre veneciana de la época y vivir en permanente celibato. Además, su condición de músico de prestigio era un plus para tratar con jóvenes que manifestaban vocación –no dotes- artísticas.

Retrato que se cree corresponde a Vivaldi, obra anónima

Este era el caso de la joven Anna Girò, que presumía de ser cantante de ópera. No lo hacía mal, la verdad. Pero no tenía suficientes cualidades para acometer una obra de calado. Lo que le faltaba de voz, le sobraba de soltura en el escenario, buena presencia, dicharachera y otras cualidades cautivadoras. Esas cualidades cautivaron a Vivaldi. Tal era su relación, que Anna era conocida como “Annina del prette rosso”, o sea, Annina, la del cura pelirrojo. Toda Venecia conocía los escarceos del párroco de la Ospedería della Pietâ con aquella joven aspirante a ser un día una diva, sin que, hasta el momento, hubiera pasado de simple meretriz. Y no sólo Anna. Su hermana Paolina también formaba parte del paquete. Vivaldi alegaba que Paolina era su criada,  acompañante… Sufría de asma –se justificaba el compositor de sotana- y necesitaba de los servicios de una enfermera. Aquello sí que era un trío y no lo que se interpretaba en los salones de los palacios venecianos a base de violín, viola y cello.

Preparaba Vivaldi una de sus óperas más reconocidas, Griselda. Corría el año 1735 y era un encargo del teatro San Manuel, de Venecia. Carlo Goldoni sería el encargado del libreto de la ópera. Necesitaba una letra llena de fascinación y sensibilidad para dar realce a la protagonista. En una tarde, Goldoni dio voz a la música compuesta por Vivaldi. Ya lo tengo, exclamó el letrista. Y le llevó el libreto al cura, residente en la Ospedería. Cuando Vivaldi leyó el texto quedó admirado e hizo llamar inmediatamente a Annina. Aquí lo tienes, ponte a ensayar. Pero Goldoni le paró los pies. Esta letra no es para la señorita Girò. Ni tiene voz ni sensibilidad para este papel. Entonces Vivaldi se revolvió contra su letrista y le espetó: o Annina, o nadie y rompo ahora mismo la partitura. La ópera se estrenó con la amante en el escenario. Tuvo un discreto éxito y el padre Vivaldi quiso que Italia entera conociera su obra. Organizó una gira para llevar Griselda a los escenarios más reputados y selectos. Los preparativos de la turné le costaron 6.000 ducados. Cuando ya estaba todo en marcha, el cardenal Tomaso Ruffo, de Ferrara, se metió por medio: la ópera no se va a representar en ningún escenario con Anna Girò como protagonista. Órdenes del Vaticano. Y Ruffo explicó que toda Italia conocía la relación de concubinato que existía entre el cura pelirrojo y la medio cantante. La gira se fue al traste y el compositor perdió los 6.000 ducados del ala que había invertido para promover, no sólo su obra, sino también a su amante. Al final, el diablo no se salió con la suya. 

Gabriel Sánchez

No se pierdan la maravillosa interpretación de la mezzosoprano Cecilia Bartoli del aria Agitata da due venti de la ópera Griselda de Vivaldi:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *