Relatos con música

Hay que tener mano izquierda

Paul Wittgenstein (Los Angeles Times Photographic Collection)

¿Quién ha dicho que un manco no puede ser un virtuoso del piano? Pues ésta es la historia.

Paul Wittgenstein, austriaco, de Viena, nacido en 1887, decidió dedicar su vida a la música desde muy joven. De familia adinerada (los que quieran saber de cuánto estamos hablando, por favor, lleguen hasta el final de este relato), su padre educó a sus hijos con métodos tan disciplinarios que provocaron el suicidio de sus dos hermanos mayores. Después de la tragedia, el cabeza de familia decidió bajar el listón de las exigencias y el joven Paul vio en la música la balsa sobre la que podía navegar por las aguas de la libertad. Tenía como referencias nombres tan ilustres como los de Gustav Malher, Richard Strauss o Pau Casals, asiduos de las veladas musicales que la familia organizaba en el lujoso palacio vienés donde los Wittgenstein residían. Ya con trece años comenzó a dar sus primeros conciertos de piano, incluyendo partituras que él mismo componía. No era un músico extraordinario, pero se hizo un hueco entre los compositores de la época en la capital europea de la música. 

Paul Wittgenstein (BFMI)

Llamado a filas en 1914 para incorporarse al ejército del imperio austro-húngaro, fue enviado al frente de la región de Galitzia, en la actual Ucrania, muy cerca de la frontera con Rusia. Una bala le alcanzó una noche y perdió el conocimiento. Cuando despertó, la situación le sobrecogió: había sido capturado como prisionero por el ejército ruso y se le había amputado el brazo derecho, como consecuencia de las heridas sufridas en el combate. Lejos de resignarse con su trágico destino, el joven Paul decidió volcarse en el instrumento que dominaba. Se fabricó, con una caja de cartón, un teclado y ensayaba partituras que conocía de memoria durante siete horas al día, sólo con su mano izquierda. Gracias a los buenos oficios de un diplomático danés, Wittgenstein fue trasladado a un hospital donde estaba arrumbado un piano. Y allí siguió con su disciplina. 

Devuelto a casa en 1915, participó en un concierto celebrado en Viena en favor de los soldados mutilados, interpretando el Estudio Revolucionario, una obra de Chopin, adaptada para ser tocada con la mano izquierda por el músico Leonard Godowsky.

A partir de ese momento, su fama como concertista, sus composiciones sólo para la mano izquierda, su peculiar intensidad a la hora de interpretar y su arrojo para superar el trauma, dieron la vuelta a toda Europa. Se dirigió a los más ilustres compositores para pedirles partituras para ser interpretadas sólo con su mano izquierda. Respondieron a su demanda, enviándole obras, músicos de la talla de Benjamin Britten, Richard Strauss y Maurice Ravel. Fue este último quien le proporcionó la obra que más fama le ha dado: el Concierto para piano para la mano izquierda en Re mayor. La composición del músico francés se sigue incorporando a los repertorios de los pianistas más prestigiosos, pero en una adaptación para las dos manos. 

Persona de recio carácter y muy convencido de lo que quería y no quería interpretar, rechazaba obras que no le gustaban, las metía en un cajón y se olvidaba de las partituras. Prueba de ello es el Concierto para piano número 4, de Serguéi Prokófiev, que nunca interpretó porque decía que no lo entendía. 

En 1938, con la invasión de Austria por parte del régimen nazi, Paul Wittgenstein se marchó a los Estados Unidos, donde continuó su carrera como profesor de piano hasta su muerte en 1961. Fue entonces cuando, en un cajón de su escritorio, se descubrieron las obras que compositores de toda Europa le habían enviado, atendiendo a sus demandas, y que no había interpretado nunca.

Y ahora, el final, como se ha prometido: la familia Wittgenstein era de ascendencia judía, pero desde hacía dos generaciones se habían convertido al cristianismo. Según las leyes de la Alemania nazi, dictadas en Nuremberg, esta condición no era suficiente para limpiar la sangre judía. Dos hermanas del pianista corrían el riesgo de ser perseguidas y deportadas a los campos de exterminio. La familia decidió pactar con el régimen de Hitler la libertad y que se les permitiera seguir viviendo en su palacio vienés a cambio de entregar al gobierno de Berlín todos sus bienes. Paul, desde los Estados Unidos, rechazó el plan. Pero desde Viena se le hizo caso omiso. Entregaron a las autoridades nazis bienes, propiedades, acciones y todo lo que la familia poseía en Austria, Alemania y en los países invadidos desde 1940. El patrimonio fue valorado en 6.000 millones de dólares de la época. Hay quien dice que con ese dinero se financió la maquinaria de guerra alemana. Con el dinero de la mayor fortuna privada de Europa. 

Gabriel Sánchez

Aquí, un detalle del Concierto para piano para la mano izquierda de Ravel, interpretado por Paul Wittgestein:

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