Semanario Cultural

Un Retiro con libros: La Feria de las ilusiones

El próximo viernes se abre la 83ª Feria del Libro de Madrid a la que están convocados editores, escritores y libreros para recibir amablemente, y cada gremio con sus artes de seducción, a quienes justifican su estimable labor: los lectores. Gente como usted, vecino del Patio, o como yo, inquilino residente en él, justificamos el evento. Y es que esa “avidez que produce el contacto con el libro es lo que pone en movimiento esa cadena magnética de escritores, editores, periodistas culturales, libreros, lectores. Una auténtica familia de adictos al papel y la trama”. Las palabras del entrecomillado son de la novelista Mariana Sández, que ha escrito un reportaje a cuenta de la cercanía de la Feria, que publica ABRIL, para el que ha hablado con un puñado de editores “quijotes”, como les denomina, que no son otros que aquellos a los que la pasión (o vaya usted a saber qué derroteros) los llevó a este oficio que ejercen desde pequeñas editoriales, en una lucha desigual frente a los “gigantes” de la edición, los planeta o la casa Random, porque, tal como explica Sández, la mayor parte de estas editoriales no pertenecientes a grandes grupos empresariales “funcionan gracias al capital de energía y entrega personal de un editor o editora orquesta, rodeados a veces de equipos pequeños que trabajan intensamente en todas las áreas necesarias para que el libro viaje del autor al lector”. 

Seleccionamos del citado reportaje algunos testimonios; por ejemplo, el de Juan Casamayor, fundador de Páginas de Espuma, que cuenta que lo que más le apasiona es “asistir a ese umbral creativo en el que el manuscrito se convierte en libro y nos da la medida de cómo quien escribe y quien edita pueden conversar y debatir sobre la transformación del texto. Eso es editar: la última metamorfosis de una escritura”.

El colombiano Santiago Tobón, representante de la editorial Sexto Piso en Madrid, recuerda que un día leyó una frase de J. D. Salinger que le aclaró cuál sería su profesión futura. La frase decía así: “Si no puedes con la vida, escribe. Si no puedes escribir, edita”. 

El fundador y director de Libros del Asteroide, Luis Solano, se siente afortunado porque siempre ha sentido este oficio “como algo que estaba llamado a hacer, como una vocación (…) Soy editor porque me apasiona la buena literatura y la edición consiste, precisamente, en compartir con los demás el entusiasmo que has sentido al leer un buen libro por primera vez, en persuadir a otras personas de que se acerquen a cierto texto que les va a conmover y permitir ver el mundo de manera distinta”. Y con este mismo tono (letraherido) cuenta Diego Moreno, de Nórdica: “tras trabajar una temporada como librero y formarme en un máster de edición, descubrí que buscar y seleccionar textos para, después, darles la forma que me parecía más adecuada y disfrutar de su lectura era mi vocación”;  o la tradición familiar, que es otra forma de llegar a la profesión, como es el caso de Idoia Moll, directora de editorial Alba, que fundaron sus padres allá por 1993: “empecé haciendo prácticas en verano mientras estudiaba la carrera de Historia. Así que trabajo en el mundo editorial desde hace más de 25 años”. 

Novelistas, filósofos y ensayistas en un escaparate verde 

A las casetas de libreros y editores presentes en la Feria del verde parque llegarán un año más libros de todos los géneros, subgéneros y hasta esos libros imposible de catalogar. Unos serán superventas, otros, de culto, y no pocos, frikadas que convocarán largas filas de desorientados silvestres. Y cuando el 16 de junio cierre sus puertas, se realizarán balances económicos y se elaborarán los rankings de los libros más vendidos, y los de los escritores más demandados para estampar su firma. Son los rituales que se repiten. Como suele ser habitual publicar recomendaciones en los albores de la Feria. Esta semana se adelantó BABELIA publicando consejos de varios libreros. Recogemos una breve muestra (solo de los primeros libros citados en algunas de ellas) para no alargarnos mucho. De narrativa española, por ejemplo, los elegidos los escogió García Arias, de la librería Antonio Machado (Madrid), una lista que encabeza con La península de las casas vacías, de David Uclés y La ternura, de Paula Ducay. De narrativa latinoamericana, Paula Vázquez, de la librería Lata Peinada (Barcelona) recomienda Troika, de Isabel Zapata, y Perder el juicio, de Ariana Harwicz. Para la narrativa traducida recibió el encargo Judith Pérez, de Intempestivos (Segovia), que escoge Las propiedades de la sed, de Marianne Wiggins, y Golpe de gracia, de Dennis Lehane. Y así varias listas más por géneros… y hasta un reportaje, con portada, sobre los mejores libros de deportes, que firma Álex Martínez Roig.

De varios de los libros recomendados ya nos hicimos eco en estas páginas en anteriores entregas. No así de Las propiedades de la sed, cuya reseña podemos leer esta semana en CULTURA/S. Considera de la novela el crítico David Castillo que merecería todos los premios posibles, “porque es intensa como las de Francis Scott Fitzgerald o Phillip Roth a la vez, profunda y condensada como Faulkner. Todo bajo el sol y viendo cómo desaparece el agua, o cómo el valle de Owens se convierte en un inmenso campo de prisioneros donde las autoridades internan a los inmigrantes japoneses durante el período de la Segunda Guerra Mundial, el libro es una súplica casi bíblica sobre la ambición humana y también la fuerza de la escritora para superar un estadio de destrucción física absoluta”. Esa fuerza física que cita Castillo tiene que ver con la “resiliencia contra el ictus que sufrió Wiggins durante el proceso de construcción de la novela (…) lo que daría para otro libro, un making of sobre lo que significa la creatividad en el tiempo adverso contra la muerte”. Y relata que cuando la escritora pudo leer, porque iba recuperando la vista, la nitidez expuesta la animó más y más, dejando la lesión en segundo plano. Y en su determinación de llevar a cabo su ficción, “Wiggins quiso que el valle fuese el auténtico protagonista, no solo en las descripciones sino en la combinación de los elementos, viento, fuego y agua. De este modo, Las propiedades de la sed es una novela eminentemente sensorial, barnizada por el amor que quedó del trabajo conjunto entre la autora y su hija, empapada de amor, de nostalgia y de historia, todo aderezado con palabras en el castellano que utilizan algunos de los personajes y la propia autora dentro del rancho donde se mezclan culturas e idiosincrasias”.

Contra la angustia y malestar del presente, Kant, Kierkegaard y Leibniz

Abrimos apartado para filósofos y ensayistas, que tendrán su espacio en las casetas. Remedios Zafra sigue concitando la atención de los medios con su ensayo El informe, un ensayo demoledor, “nacido de la experiencia concreta y real, en el que la pensadora denuncia los peligros de una explotación laboral asumida como nueva forma de esclavitud que suplanta la vida”. Es el resumen que hace Nuria Azancot, en la entrevista para El CULTURAL. La crítica del libro la firma Germán Cano, del que afirma que es un ensayo en el que Zafra continúa con su interesante “voz experimental, autobiográfica, donde la autora sigue invitando a sus lectores a un desaprendizaje de la insoportable carga de ser un yo en el siglo XXI”. Algo tiene de kafkiana la atmósfera que describe la pensadora, provocada por un mundo donde el trabajo y el ocio se difuminan desdibujándose, donde se cuenta un clima general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación. “A medida que la tecnología se infiltra en mi vida, mi sensación es la opuesta a la pronosticada: que la disponibilidad del tiempo decrece”, escribe la autora. Lo que trae como consecuencia, según apunta Cano, que “el `castillo´ que nos describe Zafra está tan cerca que apenas lo detectamos con claridad: tristeza, apatía, cansancio, hiperactividad”. Este vaciamiento no nos paraliza, sino que opera como una “intensificación neurótica”. Y se pregunta: ¿Cómo recuperar otra relación con el presente? ¿Cómo contarse de otro modo más allá de esa interpelación incesante a construirnos como marcas en la esfera digital o como empresarios de nosotros mismos?”

¿Habrá respuesta en los filósofos predigitales a esta angustia del presente que tan bien describe Zafra? 

CULTURA/S dedica su portada, con las correspondientes reseñas, a las biografías recién publicadas de Kant (en el 300 aniversario de su nacimiento), del racionalista Leibniz (“el último genio universal), y la del danés Søren Kierkegaard, obra del fino teólogo Joakim Garff, de la que John Updike escribió: “no solo describe la claustral y entrelazada intimidad del medio en que se desenvolvió, sino que participa de ella”. El filósofo danés, según escribe Miguel Dalmau, sigue concitando interés porque “en el torbellino voraz donde naufraga el hombre moderno, (él) ya estuvo allí mucho antes, estableciendo una cartografía de la soledad y de la angustia”. El joven Søren tuvo que enfrentarse a una grave deformidad física que le afectó a su modo de caminar y por la que sufrió burlas de la gente. Eso lo marcó, pero lo combatió con “una descomunal inteligencia, un soberbio registro retórico, un temperamento indómito y provocador, y un sentido del humor tan potente como una arma de destrucción masiva”. 

Por su parte, Kant nos recuerda que “somos nosotros y solo nosotros los que registramos lo que ocurre a nuestro alrededor. Somos nosotros los que experimentamos la vida y nadie puede hacerlo en nuestro lugar”. Y de ahí que, según escribe Xavier Mas de Xaxás en la reseña de la biografía de Norbert Bilbeny sobre el filósofo de Königsberg, que Kant sea, en su defensa del ser, de nuestra autonomía como seres humanos, “el santo patrón del humanismo progresista, republicano y cosmopolita”, porque el hombre, si se atreve a pensar, “no necesita el comodín de Dios para acercarse a la realidad oculta”. 

De Leibniz ha escrito una biografía Michael Kempe titulada El mejor de los mundos posibles. Los 7 días que cambiaron la vida de Leibniz. No se asusten, no es un arduo tratado académico, sino un ameno recorrido por la vida y obra del filósofo “que combina rigor y erudición con agilidad narrativa y un anecdotario repleto de curiosidades”, según refleja en su reseña Mauricio Bach. La gran obra de Leibnitz fue el Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal, que dio pie a la idea (simplificada, según Bach) de que estamos en “el mejor de los mundos posibles”, que vendría a justificar la existencia del mal y el sufrimiento en este mundo “creado por Dios”, que optó por el mejor de los posibles equilibrios en los que debía tener cabida lo negativo. Recuerda el reseñista que a esta idea respondió “con sarcasmo” Voltaire en su novela Cándido, “en la que el devastador terremoto de Lisboa de 1755 le sirve para preguntarse cómo es posible que Dios permita tanto horror y en la que el pazguato erudito Dr. Pangloss se ha interpretado como una parodia de Leibniz”.

La próxima entrega… desde El Retiro

Los filósofos han ocupado buena parte de esta entrega y no nos queda el suficiente espacio para hacernos eco de las reseñas que empiezan a aparecer de las nuevas novelas de Rafael Reig (elogiosas) y de Juan Manuel de Prada (muy elogiosas). Las abordaremos el próximo lunes, en plena Feria. ¡Ea!

                                                                                                                E. Huilson 

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