Relatos con música

100 AÑOS DE RADIO EN ESPAÑA (1924-2024) (2)

Estudio 1 de la cadena SER en Madrid (Cadena SER)

Sinfonía azul para una radio colorista

El silencio es la eternidad sonora. Tal vez por esta afirmación, a caballo entre la música y la filosofía, Federico Mompou pasó por la vida sin hacer ruido, carente de todo virtuosismo. “Era un hombre callado, parecía que siempre estaba distraído, pero no era así”, le recuerda Antoni Ros Marbá, uno de los grandes directores de orquesta, que se ha enfrentado en multitud de ocasiones a la obra de Mompou. Y, sin embargo, el compositor catalán ha dejado un catálogo de grandes obras, tanto musicales como vocales. 

De padres de ascendencia francesa, Mompou nació en la Barcelona de finales del siglo XIX, esa ciudad de los prodigios que tan bien describe Eduardo Mendoza en su novela. La familia se dedicaba a la fabricación de campanas. Tal vez el sonido que escuchaba a diario en su entorno le llevó a apreciar el gusto por la música.  En el Conservatorio del Liceo estudió piano, un instrumento que le acompañaría siempre, y a la edad de 15 años ya ofrecía recitales. Fue Gabriel Fauré y su Quinteto número 1 quien le marcó su destino. Escuchando la interpretación que el músico francés hacía de su obra, Mompou decidió dedicarse a la composición. Gracias a los buenos oficios de Enrique Granados pudo viajar a París en 1911 para perfeccionar la técnica del piano con los maestros más reputados de la época. El inicio de la I Guerra Mundial le devolvió de nuevo a su Barcelona natal. Pero de París se trajo algunas composiciones para piano que había realizado en la capital francesa.

Federico Mompou al piano junto a su hermano Josep en 1915 (Fundación F. Mompou)

Vuelta a París en la década de los 20 para seguir trabajando junto a los grandes compositores franceses y, de nuevo, regresó a España en 1940 por los mismos motivos por los que tuvo que abandonar la ciudad un cuarto de siglo antes: la Guerra Mundial. Se estableció en Barcelona de donde nunca más volvió a salir.

Entre 1951 y 1967 compuso cuatro cuadernos que contenían varias decenas de piezas. La obra en su conjunto la tituló Música callada (el silencio es la eternidad sonora, acuérdense). Y, entre esos cuadernos, una obra: La Sinfonía azul. Es una composición extraordinaria, pues Mompou supo sacar del piano un sonido característico. Los investigadores de la obra del compositor catalán consideran que la partitura está inspirada en sus recuerdos de infancia, en los sonidos que escuchaba cuando acudía a los talleres donde trabajaba la familia. Para Mompou, el piano es un instrumento elocuente e intimista. Por eso, en sus composiciones huye de las formas virtuosas propias de otros compositores.

En la década de los 50, la Sociedad Española de Radiodifusión (SER) decidió utilizar los acordes de la Sinfonía azul como sintonía para sus emisiones. Se hanidoproduciendo distintas variaciones en estos 70 años. Pero el espíritu Mompou, el espíritu azul, permanece. 

Gabriel Sánchez

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