Lecturas

El retorno de Ripley

Andrew Scott, como Tom Ripley (Netflix)

A palo seco, en blanco y negro, sin aderezos ni pretensiones, la plataforma Netflix ha cosechado uno de sus éxitos más recientes con la recuperación de la figura del malvado y talentoso Ripley, el personaje cincelado con gubia y martillo por Patricia Highsmith durante largos años.

La serie dirigida por Steven Zaillian, como ya ocurriera con las películas protagonizadas por Alain Delon en el 60, A pleno sol, y Matt Damon en el 99, El talento de Ripley, conserva en lo esencial los rasgos que definen a este estafador y asesino de impulso y ambición  incontrolable. La gran diferencia de la serie de Netflix, aunque no la única, respecto a esas dos versiones cinematográficas es básicamente atmosférica. La luz y el colorido mediterráneo son sustituidos en la serie por una bruma densa y aguaceros intensos. Permanece el joven Tom Ripley, evanescentemente homosexual, suplantador del rico heredero Richard Greenleaf, y aspirante a darse la gran vida cueste lo que cueste. 

Sexo, suspense y alcohol

Este Ripley retornado engrandece, aún más, la figura de su creadora, Patricia Higsmith. Después de un largo proceso de paradas y acelerones, he terminado de leer sus Diarios y cuadernos 1941-1995. Una empresa ardua para un lector de corto recorrido como yo, ya que el libro editado por Anagrama tiene más de 1.200 páginas. En ese abultado compendio, ¡que sólo es un resumen de sus diarios y cuadernos!, Pat, qué menos que gastarme estas confianzas después del atracón de lectura, se desvela como una voraz amante de mujeres, insaciable libadora de todo tipo de alcoholes, preferentemente dry Martini y scotch, y por supuesto como una magnífica urdidora de tramas y argumentos, aunque esto último ya lo sabíamos. Una Patricia Higsmith que fue mucho más que “la poetisa de la aprensión”, como la definió Graham Greene, ya que también fue una políglota consumada y una pintora y dibujante notable con una sólida formación cultural. Decía la creadora de Ripley sobre la relación entre arte y droga “que el arte no supone perder la conciencia, que todos los seres humanos queremos que nos distraigan de nosotros mismos: con la religión, la música, las buenas pinturas. Algunas drogas también permiten esa distracción de uno mismo. Pero eso, no es destructivo, justo lo contrario”.

En su funeral se leyó el siguiente poema:

¡Un brindis por el optimismo y la valentía!

¡Una copa por la osadía!

¡Y laureles para quien dé el salto!

                                                                         Paco Pérez Galán

Tráiler de la serie Ripley de Netflix:

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