Alguien llama a tu ventana: son los ‘knocker-up’
¡Es tan fácil levantarse cuando suena el despertador! Podrá costar más o menos, depende del sueño que uno tenga, pero ese reloj o móvil digital suena a su hora, a tiempo para poder ducharte, desayunar y llegar al trabajo. El despertador es un invento relativamente reciente, pero la necesidad de levantarse a una hora determinada es más antigua. Aunque el norteamericano Levi Hutchins había inventado un artilugio en 1787 que sonaba pasadas unas horas –y que no llegó a patentar– se puede considerar que el primer reloj despertador con movimiento mecánico y hora regulable fue creado, y patentado, sesenta años después, en 1847, por el inventor francés Antoine Redier.
Eran despertadores ni baratos ni fiables, en una época en que la industria empezaba a desbancar al campo, con miles de personas desplazadas a las grandes ciudades en busca de trabajo en fábricas e industrias. Centrémonos en Inglaterra, aunque también pasó en Holanda e Irlanda. ¿Cómo despertaban todas esas personas, que en el campo, por ejemplo, se levantaban con el sol, y que, ahora en la ciudad, tenían que acudir a las fábricas a horas intempestivas, en turnos continuos para que la máquina no dejara nunca de producir?
El despertador humano
Pues se despertaban gracias a los llamados knocker upper (también llamados knocker-up), una especie de despertador humano que iban tocando las ventanas con sus grandes y largas pértigas, para avisar de que ya era hora de levantarse. Trabajaban sobre todo en grandes ciudades industriales de las Midlands y de Lancashire, Yorkshire y Northumberland, donde miles de trabajadores tenían que estar en su fábrica a una hora temprana para su turno y, si no llegaban a tiempo perdían su paga, o incluso el trabajo y la vivienda. También existían en Londres, donde los estibadores del río Támesis tenían que madrugar para cargar y descargar la mercancía durante la marea alta.
El sistema era sencillo. Una larga pértiga o una caña de bambú para los pisos altos, a veces un martillo blando o incluso lanzadores ‘pistolas’ de guisantes (mi método preferido). Este oficio requería tener el mayor número de clientes posible en el menor número de calles para que fuera mínimamente rentable. En las puertas o entradas a los callejones se señalaba con tiza la hora del despertador. A cambio, los knocker-upper cobraban por su desvelos unos peniques a la semana y no se apartaban de la ventana hasta asegurarse de que la persona se había despertado.
Se convirtió, pues, en una ocupación que practicaban hombres y mujeres, más bien mayores y más bien pobres. También algún que otro policía que aprovechaba su guardia nocturna para sacarse un sobresueldo.
Mary Smith y su pistola de guisantes
En Londres era muy popular Mary Smith, que utilizaba un lanzador –un largo tubo de goma- de guisantes secos y ganaba 6 peniques a la semana. Solía levantarse generalmente a las 3 de la madrugada, lo que no sabemos es si para ello utilizaba a su vez a otro ‘despertador humano’.
La imagen que nos ha llegado de ella la tenemos gracias a John Topham, un policía local amante de la fotografía y fascinado por las escenas diarias del East End de Londres, quien durante 6 años captó con su cámara escenas de la vida local. La fotografía que ha hecho famosa a Mary Smith la vendió a la prensa local en 1933 y gracias a ello la podemos contemplar hoy en día.
La hija de Mary Smith, Molly Moore, siguió el oficio de su madre y es probable que haya sido una de las últimas knocker-up de Londres.
El trabalenguas
Existe un trabalenguas de la época, donde se juega con el verbo (knock up) y el sustantivo (knocker-up) muy divertido:
We had a knocker-up, and our knocker-up had a knocker-up
And our knocker-up’s knocker-up didn’t knock our knocker up
So our knocker-up didn’t knock us up
‘Cos he’s not up
(Más o menos sería, si no variamos el sustantivo):
Tuvimos un knocker-up, y nuestro knocker-up tuvo un knocker-up
Y el knocker-up de nuestro knocker-up no despertó a nuestro knocker-up
Así que nuestro knocker-up no nos despertó
Porque no se levantó.
Literatura, música y televisión
Charles Dickens hace referencia al knocker up en su novela Grandes esperanzas. También se cita en la historia de los asesinatos de Jack el Destripador en el este de Londres. Robert Paul, el hombre que descubre a la primera víctima de Ripper, Mary Nichols, cuenta que el policía al que avisó no le hizo caso porque estaba trabajando como knocker-up en ese momento.
También su figura ha sido inmortalizada, en la década de los 70, en canciones de cantautores como Mike Canavan (“Through cobbled streets, cold and damp, the knocker-upper man is creeping / Tap, tapping on each window pane, to keep the world from sleeping…”).
La profesión de knocker-up está documentada y aparece en el episodio «La revolución industrial» de la serie británica de televisión Los peores trabajos de la historia.
Y existe el libro Mary Smith, de Andrea U’Ren autora e ilustradora estadounidense que recreó una ajetreada mañana en la vida de esta knocker-up. El libro ilustrado fue galardonado en 2004 con el premio Bank Street al mejor libro infantil del año. Los miembros del jurado calificaron a Mary Smith como “personaje femenino importante”.
Los significados de la palabra
El nombre de este oficio puede parecer absurdo si se busca en el diccionario (knock up = preñar). También lo fue para el escritor Charles Dickens. En un artículo titulado Knocked Up’ in England and the United States, Anne Lohrli explica que Dickens publicó una vez un artículo sobre The Knocking-up Busines’ en Household Words, una revista editada por el propio Dickens. En este artículo, el autor describe su confusión al encontrarse con un cartel en un escaparate que decía: «knocking up done here at 2d. a week» (Aquí se despierta 2 días a la semana, pero también aquí se ‘preña’ dos días a la semana). Dickens, al comprobar que la profesión no era «levantar’ alguna parte del vestido de una dama» la calificó como una «especialidad novedosa de la industria manufacturera».
La electricidad y los despertadores asequibles provocaron la desaparición del knocking up en las décadas de 1940 y 1950. Y hoy en día ya es impensable un despertar con ese método.
¿Impensable? Aún sonando un timbre, una música o la radio, yo prefiero el despertador que aparece en la película de Wim Wenders, Perfect Days. Su protagonista Hirayama (Kôji Yakusho) trabaja en la limpieza de los baños públicos de Tokyo y es, esencialmente, feliz. Cada mañana le despierta el leve sonido de arrastre de la escoba de la limpiadora de su calle. Ras, ras, ras… y se levanta.
Ana Amador
Fuentes: BBC, Beyond the Name, Publisher Weekly, Big Think, The Curious Rambler, Lancashire Mining Museum, The British Antique Dealer’s Association
Tengo que ver Perfect days!!
No tenia ni idea de que hubieran existido estos despertadores humanos..
Mil gracias por ilustrarnos Ana..interesantisima historia!
Qué interesante, no tenía ni idea de este oficio.
Gracias