Murakami, el favorito problemático
UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS
Seis años han pasado desde que se publicó la última novela de Haruki Murakami. Hace unas pocas semanas que los “adictos” al escritor japonés tienen ya a su disposición en librerías La ciudad y sus muros inciertos, su nueva novela, donde relata (le copiamos el resumen a Leonardo Padura, en la reseña de BABELIA) un amor frustrado, contado por un enamorado-narrador de una muchacha que desaparece, no sin antes revelarle que existe “una ciudad amurallada ubicada en una geografía imprecisa, donde no se marca el tiempo, un lugar al que se puede entrar y de donde no se puede salir”. Es un lugar donde las personas pierden su sombra, se ve algún que otro unicornio, y hay también una biblioteca que en vez de libros almacena “viejos sueños”. Una ciudad creada con una muralla inexpugnable tras una pandemia planetaria.
Sin saber bien cómo, el narrador se aparece en la ciudad y se encuentra con el otro yo de la joven aquella que amó y que ahora es la bibliotecaria. Esta le entrega los “viejos sueños” que el ya no tan joven protagonista debe leer/leerse.
El narrador de la historia logra salir de la ciudad inexpugnable (¡vaya!) y se convierte en director de la biblioteca de un pueblito rodeado de montañas (a modo de murallas). Un lugar para nuevas rupturas y situaciones, personajes y acontecimientos que se prolongan “hasta el regreso del protagonista a la ciudad amurallada, aunque para él su posibilidad de permanecer allí ya no será posible”.
Sobre el argumento de la novela dice Gonzalo Torné, en ABRIL, que Murakami “emplea el mismo tablero de juego (y sus reglas) para contar otras historias. De manera que es algo más que una broma maliciosa afirmar que estamos, al mismo tiempo, ante un nuevo y un viejo relato de Murakami”, y apunta que cuesta distinguirla “de las pautas de cualquier saga de aventuras adolescentes”.
De espaldas a la crítica
Nos recuerda Padura que a Murakami “no le hacen falta elogios de la crítica para que sus libros sean recibidos con entusiasmo. Sus éxitos de venta, el culto que le profesan sus lectores, lo han ido convirtiendo en un escritor con méritos para ser un eterno aspirante al Nobel de Literatura”.
Hace un par de semanas, Rodrigo Fresán, en ABC CULTURAL, se mostraba menos crítico con esta nueva entrega, pues considera que esta es una de las novelas del japonés “mejor balanceadas en mucho tiempo, donde las costuras entre lo mágico y lo lógico son casi invisibles, pero, a la vez, muy precisas (…) equivale a una final recuperación de la `fe en otra parte´ que acaba siendo el camino de regreso a casa”.
En EL CULTURAL Lourdes Ventura ya apreciaba que “no estamos ante una novela de iniciación (la del joven protagonista), porque el mundo objetivo se desvía hacia lo fantástico, lo mítico, lo sobrenatural, y porque el personaje-narrador va cambiando de edad a lo largo de la obra”. Este carácter mágico de la novela y del tiempo al que se alude, Torné lo remite al llamado “realismo mágico” en nuestra área cultural, y ya en ese marco, para el crítico, Murakami sí logra “un ejercicio mucho más sofisticado que las coloridas fantasías de Isabel Allende, pero muy por debajo de los esplendores verbales de Gabriel García Márquez”. ¿Se comprende el matiz?
Decía Kundera que cuando se tarda años en escribir una novela el escritor que la termina ya no es el mismo que el que la comenzó. Cita Padura al checo para señalar que también el mundo ha cambiado: en los seis años de escritura de esta novela, han ocurrido acontecimientos que han alterado el ritmo de la vida de todo el planeta: “una pandemia global, el inicio de guerras en Europa y Oriente Próximo y otros que alimentan una cada vez más visible polarización de las sociedades, divididas entre los individuos y grupos que están a favor o en contra, no importa en ocasiones de qué”. Y hasta en la recepción de la obra de Murakami a lo largo de este tiempo podemos rastrear cambios, e incluso cierta polarización. Con el propósito de profundizar en ello, hemos dado una vuelta por Google. Veamos algunas opiniones que hemos encontrado:
1.- A Vargas Llosa no le gusta Murakami, de quien dijo en una entrevista: “Es frívolo y profundamente superficial”.
2.- Hace ya algunos años, en El País, escribía Fermín Zabalegui un artículo donde trataba de demostrar que “Murakami no era para tanto (éxito)”, y entre otras perlas dejaba esta: “Sus novelas son productos de marketing, best sellers de estructura similar que se sirven de clichés de la cultura pop y abusan completamente de escenas de sexo engañoso, morboso y un poco obsesivo (…) ¿Escritor de culto? Murakami está más cerca de Stephen King que de Steinbeck”.
3.- A Murakami se le reprocha que siempre escribe el mismo libro. Advertía el crítico Rafael Narbona en 2021: “Nunca defrauda a sus devotos, pero en el resto provoca la impresión de prolongar interminablemente un único libro con todos sus fetiches: erotismo elegante, desengaños sentimentales, grandes ciudades saturadas de melancolía, fracasos existenciales, lirismo suave, mujeres misteriosas, notas de jazz que flotan en madrugadas solitarias”.
4.- Y, por último, también se critica al escritor japonés ser un escritor poco o nada japonés. En el blog Koratai.com encontramos este apunte: “Es el escritor que lee la gente que dice leer literatura japonesa. Esos declarados fans de la literatura japonesa desconocen que hay vida (y calidad) más allá de Murakami”.
(Nota: Murakami es un escritor de gran éxito, ¡también!, en Japón).
Del escritor de éxito al escritor de culto
Hablamos de Julien Gracq, de quien Luis M. Alonso, en ABRIL, comenta que “sus textos llegan al lector como el eco lejano de una voz que ha enmudecido, pero todavía resuena”. Gracq es conocido (poco, no nos engañemos) por su novela La orilla de las Sirtes, que data de 1955; ahora se publica el relato La casa, un inédito que, según Alonso, “es el complemento a la obra de este autor francés de culto”.
Gracq, seudónimo con el que firmaba Louis Poirier, combatió contra los alemanes, fue capturado en Dunkerque y enviado a un campo de prisioneros, del que sería un año después liberado por motivos de salud. Luego fue profesor de instituto en Angers. En La casa describe el viaje en autobús que hizo durante el año escolar dos veces por semana entre Anjou y Varades. La casa citada en el título la describe Gracq como “una de esas mansiones pretenciosas y de aspecto mediocre que el nuevo siglo ha multiplicado en las playas de segunda categoría”. Y el relato “se construye alrededor de la enigmática casa –resume Alonso–, y su materialidad se percibe desde la distancia y los puntos de vista que proporciona el viaje. Todo ello unido por un mismo hilo descriptivo. La carretera nacional comienza a descender suavemente a través de tramos de mesetas bajas en gran parte ondulados, transcurre justo al lado de la mansión enclavada en la espesura. Ese hilo concluye con la masa pródiga, fabulosa que se despliega como un cortinaje de largos tirabuzones rubios: el cabello despeinado de una mujer”. Y en ese tono siguen las descripciones de los acontecimientos, demorándose en la mirada, y en el lenguaje. En el relato, el contexto de la guerra no es más que un decorado. La mirada que espía reemplaza las cuestiones históricas del pasado más reciente, la ocupación o la resistencia, y nos traslada a otro terreno, el del erotismo surrealista que acecha en la parte trasera de la mansión escondida: ¿está ocupada o vacía, resistirá o cederá a la invasión de una mirada indiscreta?
Y concluye la reseña apelando al lector, que, “a pocas líneas del final, aún está a tiempo de preguntarse si verdaderamente existe la fantasía cuidadosamente escenificada, si el objeto de deseo aparecerá o no, o de qué material estará hecho. Gracq muestra dos viajes diferentes, en cierto modo contradictorios. El del protagonista que se desplaza en autobús, de un lugar a otro, a lo largo de una línea clara, en un mundo ordinario e identificado. Y otro, muy distinto, que frustra el primero, a la vez que atrae al narrador y que conduce a un espacio extraño, confuso, inesperado, que escapa tanto a su voluntad como a su pensamiento: un mundo caótico opuesto al habitual”.
Se ha dicho de Gracq que su imaginario procura moverse en la más profunda intimidad del lenguaje, por lo que “debería paladearse en voz alta, masticarse palabra a palabra como quien prueba un fruto precioso y muy raro, verdaderamente singular” (Alberto Ruiz de Samaniego).
Mariana Sández se consolida
Mariana Sández es una escritora argentina que vive en Madrid desde hace algunos años y que obtuvo un amplio reconocimiento con su primera novela, Una casa llena de gente, publicada hace dos, y que venía precedida de un libro de cuentos. Ahora publica La vida en miniatura, novela con la que “confirma su talento narrativo y reafirma esa personal poética de ficción que atiende a cada pormenor para contar una fábula irresistible que hipnotiza de principio a fin”, escribe Pilar Castro en su reseña para EL CULTURAL. En la nueva novela, Dorothea Dodds, la protagonista, “avanza por la noche sucia de Londres con la cautela de una monja, una sombra melancólica en la oscuridad. En su andar va dejando huella como los aviones cuando subrayan el cielo con tiza […] Jamás pensó que llegaría a tomar una decisión tan insensata. Ni sabe, aunque intuye, que elegirá su final”, leemos en ABC CULTURAL. La protagonista se encuentra en la capital británica tras tomar una “decisión insensata”, que no es otra que, a sus 60 años, y después de pasarse la vida cuidando a los demás en su natal Buenos Aires, desertar de su misión en casa, del qué dirán, y emprender un largo viaje…
La estructura de la novela (un guiño a Vila-Matas), explica Pilar Castro, “es objeto de una cuidada disposición en capítulos encabezados, cada uno, por un segmento del enunciado que adquiere sentido completo al terminar la lectura”. La vejez, la soledad, los vínculos afectivos de las hijas sometidas, la necesidad de aventura personal, la importancia de la mirada de los demás sobre uno son los temas de una narración de ritmo ágil y un tono ligero “que no restan gravedad” a dichos temas. El personaje de Dorothea Doods está cosido, así lo ve Castro, “con hebras de la mejor literatura de mujeres (María Negroni, George Eliot, Charlotte Brontë, Virginia Wolf, …). “¡Léanla!”, nos aconseja la crítica de EL CULTURAL. “Mariana Sández es una autora a tener muy en cuenta”, concluye, por su parte, Carmen R. Santos en ABC CULTURAL.
Una semana con dos revoluciones
Las portadas de BABELIA y ABC CULTURAL llegan dedicadas a La Revolución, pero la coincidencia se agota en el término porque, si la del suplemento de El País habla de La Revolución de los Claveles en Portugal, que el 25 de este mes cumplirá 50 años, la de ABC tiene que ver con la publicación de un libro de memorias, Entre Rusia y Cuba, del que es autor Jorge Ferrer.
Teresa Constenla escribe sobre cómo la revolución portuguesa tumbó “la dictadura más longeva de la Europa occidental y aceleró la transición española”. Ahora, en el país vecino, “la magia de aquel golpe pacífico se conmemora en libros, conciertos y exposiciones”. Y en el reportaje se aportan algunos libros que ayudan a comprender aquél acontecimiento: Fado alejandrino, novela de António Lobo Antunes, o el del que es autor el periodista Diego Carcedo, La Revolución de los Claveles.
En ABC CULTURAL, Karina Sainz Borgo explica que Jorge Ferrer (nacido en 1967) formaba parte de una familia de la élite intelectual cubana y pasó, siendo joven, una década en Moscú, coincidiendo con la Perestroika y la caída del Muro de Berlín. Al regresar a Cuba creó el colectivo Paideia con la idea de sacar la cultura fuera de los rígidos moldes oficiales. No lo consiguió y terminó en el exilio. Hasta hoy. “Las revoluciones operan sobre el tiempo: abolen uno o inauguran otro. Son un parto en un funeral, la matrona y el sepulturero”, escribe Ferrer.
Para profundizar sobre el fracaso de estas revoluciones, la autora del reportaje cita algunas obras como lecturas imprescindibles, entre otras las de los nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Belli o el ensayo reciente de Carlos Granés, Delirio americano.
E. Huilson