Semanario Cultural

Escritores/as: una batalla literaria en torno a la pa/maternidad

Afirma Milena Busquets en el libro Ensayo general, que sale a la venta el miércoles, que a las mujeres los hombres las leen con condescendencia. Habla de ello con Inés Martín Rodrigo, en una entrevista que publica ABRIL. Y en referencia al mundo editorial y aledaños se lamenta de que “arriba sigue habiendo tíos de 40, 50. Esta gente es la que decide las cositas que nos dejan hacer, escribir y publicar. Si cumples un papel, si hablas de la violación, de la situación de las mujeres en los países árabes, de los temas con impacto social e interés feminista, entonces sí te dejan. Pero ponte a hablar de hacer huevos fritos en tu casa y que no te llamen frívola, ponte”. Y con el fin de poner coto a esta situación de desventaja aboga (con ironía, supongo) por que las páginas de Cultura de los periódicos pasen a manos de las mujeres: “Lo siento muchísimo por los tíos. Además, es que son tan listos… La cultura estaba tradicionalmente en manos de las mujeres y han conseguido llevársela a su terreno. Mandan ellos. Han conseguido llevarse la paternidad a su terreno, ahora todos escriben sobre sus hijos. Nosotras, imbéciles, hablando sobre ser mala madre o buena madre, y ellos de lo que les enternece el hijo”. 

El hijo de Neuman 

Razón no le falta a Busquets cuando habla del descubrimiento (enternecedor) de la paternidad como material literario de un buen número de escritores españoles y sudamericanos. Autores como Alejandro Zambra, Alberto Olmos, también crítico literario, o el poeta Jesús Montiel son una muestra de cómo ha florecido el tema de la paternidad en la ficción o autoficción en estos años. 

Al fenómeno se suma ahora Andrés Neuman, que publica Pequeño hablante, que por lo leído en la reseña que publica ABC CULTURAL, al crítico José María Pozuelo Yvancos no le ha gustado mucho. Escribe: “un libro como éste, posterior al celebrado por la crítica titulado Umbilical, debería mostrar precisamente la diferencia entre ser padre y ser escritor. Que Andrés Neuman es también lo segundo no cabe duda y ha sido celebrado varias veces por quien esto escribe”. Pero… “aunque resulte difícil admitirlo, este libro no parece escrito por un autor tan experimentado como él, que ha elegido ser más padre que autor literario”. El libro recoge dos años de la vida del hijo de Neuman mediante breves narraciones, “algunas con calado lírico, casi todas anécdotas muy comunes de felicidad por los aprendizajes de lenguaje, por las paradojas de comportamiento, por lo que le dice o hace con la madre, el abuelo y al final con amiguitos del cole”. Las gracias del niño. Alguna virtud, no obstante, le reconoce al autor: “varias veces he sonreído por el ingenioso modo como Neuman ha contado alguna anécdota y sacado punta a lo que su hijo ha hecho o dicho, que por fortuna no era diferente para nada a lo que han hecho y dicho todos los hijos de todo el mundo desde que tenemos el don de la palabra. Quizá ser hijo de argentino y vivir en España ha dado una singularidad al voseo, o al tenés, y da gusto ver representada esa riqueza del idioma”. Pero esto, concluye la reseña, no justifica la publicación de un libro en el que no ha visto “calidad del lenguaje, originalidad de las situaciones o distancia que le permita ser memorable, es decir, más literatura que alborozada paternidad”.

Las escritoras, estar, están

Sin ánimo de llevar la contraria a Busquets, no son pocas (ni minoría) las escritoras que vemos en los suplementos culturales de la semana, bien por entrevistas, bien por reseñas de sus obras, o por ejercer ellas mismas la crítica literaria. Por ejemplo, Mónica Ojeda, cuya novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol es el escogido como “libro de la semana” en BABELIA, y reseñado por Carlos Pardo. Titula el texto con una frase de Nietzsche: “El oído es el órgano del miedo”, que es a su vez la frase con la que comienza la novela, en la que encontramos, dice el crítico, “el eco de algunos de los mitos más sugerentes de la modernidad: aquellos que toman como modelo a las dos divinidades de la celebración delirante, de una naturaleza salvaje, Dionisos y Pan. En primer lugar, el miedo pierde su carácter negativo; es, antes bien, miedo `iniciático´, previo a la superación de unos límites personales. En segundo lugar, esa realidad que nos desborda, la percibe un órgano a la vez cerebral y físico: el oído. Y, finalmente, es la música, la danza `pánica´, el vehículo que dinamita la autonomía del yo racional”. 

La trama de la novela se centra en la celebración de la fiesta del sol por parte de un grupo de jóvenes en la ladera del volcán Chimborazo: “Se drogan, escuchan música experimental y practican ritos ancestrales. Los personajes experimentan un viaje psicodélico: el yo se diluye en un cuerpo colectivo, las identidades se metamorfosean y el ritmo del tambor, como el del bombo en una discoteca, se vuelve un latido gigante. De fondo, la presencia protectora y terrible del volcán, comparado a un sexo femenino” resume Pardo. Un coro de personajes cuenta la historia de Noa, la protagonista, que para crecer, para ser ella, tiene que abandonarse a sí misma. Busca a su padre, que desapareció cuando tenía diez años y que ahora vive en la montaña, como un ermitaño. Noa lo encuentra, “pero solo para poder abandonarlo. Debe impugnar sus orígenes inmediatos y enlazarse con una genealogía más profunda de chamanes”.

Y concluye Pardo su reseña con un ramillete de elogios: “esta gozosa novela pone a su servicio, al servicio de la novela como género literario, las virtudes de la poesía: su capacidad para abarcar la riqueza del mundo sin diseccionarlo, la frase memorable y el punto de vista desplazado. Pero lo hace de tal modo que, en ningún momento, se pierda la visión `prosaica´de las cosas. Por ejemplo, en un plano Noa se transforma en una yegua fantasma, marcada por un rayo: la yegua eléctrica. En otro plano, Noa es sencillamente una muchacha con delirio psicótico en una rave que dura demasiado (…) Ningún plano impugna al otro. Y quizá por eso Chamanes nunca suena a cliché, ni a conceptos demasiado abstractos. Pero tampoco se decanta por el `thriller trepidante´ ni por la moralina. Un equilibrio difícil de grandísima escritora (…) Que Ojeda es una de las escritoras latinoamericanas más fascinantes de hoy ya lo sabíamos por sus novelas Nefando (2016) y Mandíbula (2018). Pero Chamanes es incluso más ambiciosa y deslumbrante”.

La infelicidad de Carmen Verde

Dos suplementos, BABELIA y ABC CULTURAL, recogen con sendas reseñas la publicación en España de Una mínima infelicidad, de la autora italiana Carmen Verde. Una novela en la que se cuenta la historia de Annetta Baldini, una niña diminuta con unos huesos frágiles porque dejaron de crecer demasiado pronto. “Las rayas que hacía su madre en la pared se amontonaron rápidamente hasta convertirse en una sola, siempre en el mismo lugar, siempre a la misma altura”, resume Eva Cosculluela en su crítica a la novela para ABC CULTURAL. La bajita Annetta “mira la vida desde un lugar diferente que le permite verlo todo sin ser vista. Pero eso, que podría parecer un escudo protector, para ella es una condena: su madre, Sofia, vive instalada en la melancolía y tiene un comportamiento errático; su padre, Antonio, vive entregado al comercio de telas que regenta en los bajos de la casa y parece sentirse más a gusto entre los tejidos que con su familia. Los dos se avergüenzan de la pequeñez de Annetta, un problema demasiado vulgar para su vida burguesa”.

La niña trata de obtener el reconocimiento de su madre, pero “no logrará arrancarle un halago ni una caricia, sino una enorme indiferencia; parecería que ignorar a su hija es la única forma que encuentra esta mujer para demostrarle su amor. Sólo se sienten próximas cuando llega a la casa una criada invasiva, inflexible y autoritaria; madre e hija descubrirán que el infortunio las une más que ningún otro pegamento”.

Cosculluela defiende la novela por “exquisita y delicada, enormemente poética, sutil y muy hermosa, (y que) profundiza en la herida del amor que siente Annetta por su madre y que no es correspondido, pero también en esa infelicidad construida a partir de pequeñas cosas cotidianas sobre la que los tres miembros de esta familia han cimentado su vida”. Es la primera novela de esta autora, pero ha conseguido, nos dice la reseñista, “uno de esos libros que a pesar de su aparente levedad consiguen llegar hondo. Y lo hace apelando a la tradición, mirándose en autoras como Natalia Ginzburg y Marisa Madieri, cuyos ecos reverberan en esta novela, pero sin dejar de hacerla suya con una voz narrativa propia, firme y con personalidad”.

De vuelta con las madres y Busquets

En la entrevista a Milena Busquets a la que hacíamos referencia al principio, ésta, hija del poeta Esteban Busquets y de la escritora Esther Tusquets, también hablaba de la reconciliación con el recuerdo de su madre, de la que pensó, y escribió en su anterior libro, Las palabras justas, que nunca la quiso: “Ahora la quiero mucho, la echo de menos muy a menudo. Ahora se ha acabado la rabia que sentí hacia ella el año pasado. Y está muy presente en la vida de mis hijos. Era una tía fantástica, me hace falta… Quedarte solo es bestia”, dice.

Y es que “la literatura y el cine han alumbrado en los últimos años abundantes testimonios de la maternidad difícil, de las grietas y sacudidas que las nuevas madres encuentran donde acaso solo esperaban ternura. Novelas y películas brillantes como La bajamar, de Aroa Moreno, Yo, mentira, de Silvia Hidalgo, o Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, se han unido a un sinfín de ensayos como Madres arrepentidas, de Orna Donath, para romper los mitos y combatir la idealización que genera la expectativa de tener hijos”. Es lo que escribe en el preámbulo de su reseña sobre la novela de Carmen Verde en BABELIA Berna González Harbour, que pone el acento en que hay menos testimonios de las relaciones madre-hija en sentido inverso. En el sentido de Busquets frente a Tusquets: “Es decir, no desde la maternidad recién estrenada ante una criatura que depende de ti y te cambia la vida, sino desde la mirada de una hija que relata las pesadumbres y nubarrones que dejó en ella su madre”, que es lo que ha hecho Carmen Verde con este “relato sobrio, hermoso, concentrado, despojado de todo adorno y abonado a una morosidad que resulta espléndida herramienta para transmitir el extrañamiento que una madre complicada, diferente, especial, causa en su hija desconcertada”.

Y tampoco le ahorra elogios González Harbour a Una mínima infelicidad: “De la mano de Carmen Verde aprenderemos buena literatura. Y que la autodestrucción tiene causas que merece la pena investigar, comprender y, sobre todo, narrar”. 

Condé: la mirada del Otro

Otra mujer escritora que protagoniza la actualidad literaria es Maryse Condé, de la que acaba de llegar a las librerías su novela Historia de la mujer caníbal. La entrevistan en ABC CULTURAL y firma la crítica del libro Andrés Ibáñez, que reflexiona sobre el estilo de la escritora de Guadalupe (territorio francés en el Caribe) para defender que, a pesar de que se le define a menudo como  “brutal, implacable», desnudo, y todos esos adjetivos que, quién sabe por qué, cierta clase de críticos consideran las alabanzas más grandes que se le pueden hacer a un autor, no es cierto. El estilo de Condé es plácido, sereno, lleno de sensaciones y de imágenes, y leerla es un verdadero placer. Su denuncia del machismo, de la violencia y sobre todo del racismo que existen en tantas sociedades no es menos implacable y demoledora por eso. ¿Por qué los negros causan tanto miedo? ¿Por qué en cuanto vemos a alguien de raza negra nos sentimos incómodos? Difícilmente se podría escribir sobre estos conflictivos temas con mayor sensibilidad e inteligencia”. Su inspiración, comenta Condé en la entrevista, tiene nombre y apellido: “Puedo decir que Frantz Fanon (el autor de Piel negra, máscaras blancas, de 1952) ha desempeñado un papel muy importante en mi vida. Sobre todo cuando dijo eso de que si no fuera por el mundo blanco no habría negros. Entonces comprendí que todo depende de la mirada del Otro”. La historia de la novela gira en torno a Rosélie, de Guadalupe, y Stephen, un inglés carismático y erudito profesor de literatura. Los dos viven aparentemente felices en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. A Stephen le encanta la música clásica y las reuniones literarias. Rosélie no tiene grandes intereses culturales y evita participar en los saraos de su marido. Su gran pasión es la pintura, aunque tampoco posee formación artística alguna. Son un matrimonio mixto, ella negra, él blanco. Y esto es una continua fuente de problemas. 

Hasta que una noche Stephen sale de casa para comprar tabaco. Apenas puede llegar a la esquina cuando unos maleantes le asaltan y le matan. Nadie se explica por qué Stephen ha sido tan temerario en un país donde los atracos, violaciones y asesinatos son habituales. Un inspector de policía comienza a investigar, convencido de que hay algo oscuro e inexplicable”, aunque realmente a lo que asistiremos es a un cambio en la vida de Rosélie, que se pone a trabajar como médium, aunque en realidad lo que hace es dar masajes y hacer terapias a sus clientes, muchos de los cuales mejoran notablemente. Lo cierto es que Rosélie es una mujer llena de capacidades y habilidades que puede desarrollar una vez que no vive “a la sombra de novios o maridos abrumadores”.

Coda

Los libros citados en este particular resumen los pueden adquirir en librerías. La advertencia viene a cuento porque este mes de marzo no empezó bien para el sector a causa del desabastecimiento: ¡No llegaban las novedades! La huelga por la mejora de sus sueldos de los trabajadores de Logista Libros, la distribuidora más grande de España, encargada de repartir desde su almacén de Guadalajara los libros de numerosas editoriales, entre ellas las del grupo Planeta, fue la causa. «Nos está afectando porque ahora no tenemos ningún tipo de novedad, todo lo que tenía que venir no ha venido y hemos dejado de vender todo lo que salía esta semana», se lamentaba una librera de Murcia. El susto ya pasó, hubo mejora salarial y los libros llegaron a donde poder comprarlos: su librería más cercana.

                                                                                                    E. Huilson

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *