‘Flashback’ también en la zarzuela
Se llamaba Francisco Javier de Burgos y Larragoiti, era gaditano e ingeniero. Bueno, vamos a dejarlo en estudiante de ingeniería por imposición paterna. Pero tanta prosapia fue enterrada en el mismo ataúd en el que descansaría eternamente su padre, y el joven gaditano decidió abrazar, desde el mismo momento de la orfandad, su verdadera vocación: el periodismo, la escritura, la farándula, la composición de sainetes. Y, a decir verdad, esto último no lo hacía mal.
En Cádiz residía y gozaba de gran prestigio un maestro de baile. Enseñaba a sus alumnos la danza clásica, el folklore, los bailes populares, el flamenco. Tocaba todos los palos. Y Javier de Burgos, que así firmaba sus obras, desprendiéndose del primer nombre y el segundo apellido, por aquello de pasar más o menos desapercibido entre la clase acomodada gaditana a la que, por linaje, pertenecía, decidió tomarlo como referencia para escribir un sainete. Al maestro de baile le llamaría Luis Alonso y el argumento de la obra teatral sería, naturalmente, su actividad profesional: fiestas en casa de Luis Alonso a las que acudían invitados de toda clase y condición, desde los más adinerados hasta los más humildes. Y cada uno mostraba sus destrezas artísticas ante el anfitrión.
El sainete llegó a manos de Gerónimo Giménez, compositor sevillano, afincado en Cádiz, que ya despuntaba como autor de zarzuelas con libretos de dudosa calidad, aunque había puesto música a textos de Carlos Arniches o los hermanos Álvarez Quintero. Y aquel Luis Alonso le gustó. Compuso una zarzuela en un sólo acto que llevaba por título El baile de Luis Alonso. Fue estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 27 de febrero de 1896.
¡Qué éxito, señores! Libretista y compositor jamás se habían visto en otra. El público pedía bises y más bises, sobre todo del intermedio, la pieza que la orquesta interpreta mientras se cambian los decorados para no mantener a la audiencia aburrida a la espera del siguiente escenario. Como no había actos, tramoyistas y músicos debían esforzarse en hacer el trabajo en tan sólo cuatro o cinco minutos. Pero qué cuatro o cinco minutos de música. Valían más que la obra entera.
Tanto fue el éxito de El baile de Luis Alonso, que la pareja autora de la obra decidió hacer flashback y componer otra obra con los mismos personajes, el mismo escenario, pero atrasada en el tiempo. Si bien en El baile, el maestro Luis Alonso ya estaba casado, en esta ocasión, la zarzuela trataría de su boda, acaecida años atrás. Y así, Javier de Burgos escribió el libreto de La boda de Luis Alonso, también zarzuela en un solo acto. Luis Alonso, cincuentón, se va a casar con la bella María Jesús, mucho más joven que él. La chica ha tenido anteriormente un novio, a quien ha dejado por consejo familiar, pensando los padres que el maestro de baile sería un buen partido, frente al ganapán de Gabrié, que así se llamaba el novio despechado. Éste, por venganza, urde una broma de mal gusto el día de la boda, fecha que coincide con un encierro en la localidad donde van a tener lugar las nupcias. Gabrié vocifera a los cuatro vientos que los toros se han escapado y los invitados, Luis Alonso incluido, huyen despavoridos. No es su intención deshacer la boda, simplemente fastidiar en día tan señalado.
La boda de Luis Alonso se estrenó en el teatro de la Zarzuela el 27 de enero de 1897.
Y, una vez más, para hacer más llevadero el cambio de decorados, Gerónimo Giménez compuso un intermedio, tal vez el más famoso de toda la historia de la zarzuela.
El intermedio de La boda de Luis Alonso no llega a los seis minutos y sin embargo es la obra más demandada a las orquestas españolas en todos los foros internacionales a las que acuden y es partitura obligada si se quiere conquistar a un público adormecido en las butacas de los auditorios.
Gabriel Sánchez
El Intermedio de la Boda de Luis Alonso, con la Orquesta y Coro Voces para la Paz, bajo la dirección de Enrique García Asensio. Las castañuelas a cargo de Lucero Tena.