UNA OBRA ESTÚPIDA

Beethoven se encontraba en Viena un poco bajo de moral. Había finalizado su Octava Sinfonía y, a decir verdad, llevaba tiempo sin encargos que merecieran la pena. Además, su hermano Caspar Carl había enfermado gravemente de tuberculosis, lo que le había obligado a acoger a su hijo a la espera de un desenlace que todos predecían fatal. Llevaba meses sin dirigir una sola obra, pues las orquestas comenzaban a darle de lado, una vez comprobado su estado de salud, con esa sordera que cada vez le imposibilitaba más reconocer los instrumentos. Y le llegó la noticia: las tropas del duque de Wellington, Sir Arthur Wellesley habían vencido en la ciudad de Vitoria, al sur de los Pirineos, al ejército francés, que huía de territorio español, encabezado por José Bonaparte, hermano de Napoleón, quien había sido proclamado rey de España en el mes de julio de 1808. El ejército, comandado por el Duque de Wellington, estaba compuesto por soldados españoles, británicos y portugueses. Corría el mes de junio de 1813. Beethoven tomó este hecho de forma poco trascendente. Sus preocupaciones en aquel momento, no contemplaban la situación geopolítica de Europa.

Su amigo Johann Nepomuk Mälzel le puso sobre la pista. ¿Por qué no compone usted una sinfonía para conmemorar tan feliz acontecimiento? El imperio francés está de capa caída y esta derrota es la puntilla para el emperador y sus planes expansionistas por toda Europa. Y así lo tomó Beethoven. Con la agenda libre en ese momento, el maestro de Bonn se puso manos a la obra y a los seis meses la partitura estaba completa. 

Mälzel era, además de amigo, un destacado lutier. En su estudio se podían encontrar instrumentos que había ido maquinando a lo largo de los años. Su especialidad eran los instrumentos de viento. Además, y como favor personal, le proporcionaba a Beethoven audífonos con los que paliar su sordera de su propia invención. Consistían, sobre todo, en embudos, cazoletas y otros receptáculos huecos que concentraban el sonido y evitaban que se expandiera. Beethoven se los aplicaba al oído y podía concentrarse mejor. 

Los primeros ensayos de lo que sería su Batalla de Vitoria o Victoria de Wellington, de las dos formas se conoce esta obra que es la Opus 91 del compositor, se realizaron en el taller de Mälzel, con un panarmónico , un instrumento de teclado, obra del propio lutier, creado en 1804. Sonaba bien aquel atisbo de sinfonía. Pero había que orquestar la partitura. En unos pocos días, el trabajo quedó hecho, La obra se estrenó en Viena, bajo la dirección del propio compositor, el 8 de diciembre de 1813. Qué éxito. El concierto tuvo que repetirse cuatro días después. Las entradas costaban 5 y 10 florines y los organizadores del acontecimiento musical decidieron entregar la recaudación de las dos veladas a los soldados bávaros que habían resultado heridos en la batalla de Vitoria.

Beethoven utilizó canciones populares conocidas para componer su obra: el Mambrú se fue a la guerra para constatar la presencia de soldados franceses en la contienda y las muy conocidas piezas Rule Britania y God save the King para ensalzar la participación de las tropas británicas. De España y Portugal, Beethoven no se acordó, al menos no mencionó ninguna obra representativa de estos dos países en su pentagrama. 

A pesar del éxito, tras su estreno en Viena, Beethoven consideraba su trabajo como una obra menor a la que calificó incluso de “una estupidez”.  Y como no le hizo mucho caso, el manuscrito se perdió. Hoy no conocemos la composición en su totalidad, simplemente los fragmentos que se conservan y que se han ido hilvanando para darle cierta coherencia a la composición que dura aproximadamente unos 15 minutos. Pero qué 15 minutos…..

Gabriel Sánchez

La composición de Beethoven, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Berlín bajo la batuta de Herbert von Karajan, con fragmentos de la película Waterloo de 1970: