Hashtag: no filter
Instagram es un canal de teletienda. Entre las fotos de vacaciones de tu prima y el café dominguero de tu amigo se cuelan anuncios que, camuflados, nos empujan a un consumo desmesurado de todo tipo de productos.
El marketing de influencers funciona porque aportan un toque más genuino que la publicidad tradicional. O eso pensamos. El influencer se convirtió para muchas marcas en una manera de crear ruido sobre un producto sin los grandes gastos que supone la publicidad. Pero no sólo eso. El influencer puede ser cualquiera de nosotros. Puede ser tu vecina, tu compañero de clase, la hermana de tu colega o, incluso, tú mismo. El influencer consigue disimular la venta a través de una intimidad fabricada. El creador de contenido abre las puertas a su mundo interior, mostrando no solo las vacaciones pagadas en islas caribeñas, sino también las lágrimas por estrés, o por críticas y hate que recibe. Nos gusta ver ese lado humano, la desesperación, la tristeza, la soledad. Son como nosotros, los mortales, pensamos. Me gustaría verlos a punto de llorar, preparando la cámara sobre el trípode o colocando el móvil en el círculo de luz que proporciona la iluminación ideal para alisar poros y definir pómulos. Me gustaría ser testigo de cómo se sientan ante el objetivo, se aseguran de que el fondo esté cuidado sin que roce lo falso, dan al botón de grabar y se preparan para contarnos sus mayores miedos mientras lloran desconsoladamente. Admiramos su valentía por mostrarse tan `reales´, felicitamos que se muestren tal y cómo son, sin filtros (aparentes).
Mientras informan sobre el consumo responsable nos enseñan prendas hechas de plástico por trabajadores explotados. Hablan de amor propio al salir de pincharse ácido hialurónico y bótox. Nunca serás uno de ellos. Ni son marca, ni son ‘persona’, se encuentran en un limbo que los hace intocables. Se convierten en un híbrido que escapa de las críticas que hacemos a las grandes marcas mientras cobran miles de euros por promocionar a estas mismas marcas. Sería injusto decir que todos los creadores de contenido lanzan el mismo mensaje. Hay influencers que se dirigen a una audiencia más niche, influencers que cuidan sus colaboraciones y buscan marcas más sostenibles, inclusivas y responsables. Pero sería ingenuo pretender que el mundo de influencers no está saturado de egos que no miran más allá. Egos que se preocupan de cobrar y verse guapos. Egos a los que miramos a los ojos mientras ellos miran su reflejo en el objetivo.
PAULA
No sé qué va a ser de todas y todos esos jóvenes que aspiran a un doctorado de influencers cuando se den cuenta que todo es humo…