La cabeza de Haydn (II)
El cráneo de Haydn se lo apropió Johan Nepomuk Peter quien, durante diez años, lo conservó en su domicilio sin ningún tipo de escrúpulos. Lo mostraba con orgullo a amistades e invitados cada vez que tenía oportunidad. No se saben las razones, pero lo cierto es que a los 10 años, la cabeza del compositor pasó a manos del otro colega de frenología, Joseph Carl Rosenbaum, quien también hacía alardes del trofeo que había adquirido. Tal vez habían llegado a un pacto cuando decidieron sobornar al sepulturero y hacerse con la parte más exquisita y noble del músico, o el propio Peter comenzó a tener remordimientos y escrúpulos y decidió deprenderse de ella. Sea como fuere, el cráneo de Haydn descansaba en un pedestal de la casa de Rosenbaum cuando apareció un tercer personaje que reclamaba la noble cabeza.
Joseph Haydn fue durante gran parte de su vida músico de la corte de Esterházy, de Hungría. Muchas de las partituras salidas de la cabeza que ahora iba de mano en mano y se mostraba como una pieza de museo, llevaban dedicatorias en agradecimiento y homenaje a algún miembro de la real familia. Era justo, pues, que los Esterházy se interesaran por el pobre Haydn después de su muerte. Sobre todo el príncipe Nikolaus Esterházy II, quien había prometido que, pasadas las turbulencias políticas y los enfrentamientos entre naciones, Joseph Haydn recibiera un entierro digno y sus restos reposaran en el mausoleo que el artista merecía por toda una vida dedicada a la composición musical con grandísimo regocijo para la familia. En 1820 el príncipe, honor a su palabra, ordenó exhumar el cadáver para trasladarlo a un panteón de mármol.
Cuando se abrió la losa, el príncipe quedó estupefacto: al cuerpo le faltaba la cabeza. Semejante afrenta no se podía consentir y comenzaron las indagaciones que el húngaro ordenó a sus subordinados. La pesquisa no era difícil, toda vez que los ladrones, tanto Peter como Rosenbaum se habían dedicado durante los últimos 11 años a exhibir la cabeza del compositor y vanagloriarse de su posesión. El príncipe Nikolaus y sus hombres se presentaron en casa de Rosenbaum para reclamar el trofeo. Pero éste no estaba dispuesto a entregarlo, toda vez, además, que llevaba muy poco tiempo siendo su poseedor. Escondió la calavera debajo de la cama de su esposa y le pidió que se acostara, alegando problemas serios de salud. Los hombres enviados por el príncipe, discretos como ellos solos, dejaron a la esposa en paz y no pudieron registrar el dormitorio. Esterházy se fue de casa de los Rosenbaum con las manos vacías. Pero el príncipe cumplió su promesa: dio digna sepultura en un mausoleo de mármol al cuerpo de Haydn, pero con otra cabeza, en este caso la de una mujer desconocida.
Y la cabeza, mientras tanto, vuelta a rodar. A la muerte de Rosenbaum, en 1829, el cráneo fue devuelto a Peter, quien se lo cedió a su médico. El médico le dio el cráneo a un profesor y este lo cedió a la Sociedad de Amigos de la Música de Viena en 1895.
Corría el año 1923 y los Esterházy no se habían olvidado ni de Haydn ni de la promesa hecha por los miembros de la rama familiar que le conocieron. Y decidieron elevar un mausoleo, otro, en el lugar donde el compositor había dado a luz la mayor parte de sus obras: en Bergkirche Eisenstadt, un municipio austriaco, próximo al palacio de la familia real húngara.
El príncipe Paul fue en encargado de remover de nuevo el cuerpo y la memoria de Hayd. Sabedor de los avatares por los que había pasado la cabeza del compositor –todo el mundo conocía en Austria la dramática historia-, comenzó a negociar con la Sociedad de Amigos de la Música de Viena su devolución, pues quería terminar ya con el ir y venir del cuerpo y enterrarlo completo y de forma digna. Pero, como las cosas de palacio van despacio, las negociaciones entre la familia húngara y los representantes de la sociedad musical austriaca no finalizaron hasta después de la II Guerra Mundial, lo que acarreaba otro problema que prolongaba el fin de la historia: la Sociedad de Amigos de la Música de Viena, poseedora de la cabeza de Haydn estaba ubicada en un distrito que pertenecía a las tropas aliadas que habían liberado la capital austriaca del dominio nazi, mientras que la tumba de Haydn se encontraba en la parte que había caído en poder de los soviéticos.
Pero como todo empeño, si es noble, tiene su recompensa, en 1954, por fin, el cráneo de Haydn pudo descansar con el resto de su cuerpo en el mausoleo de Beergkirche. Con el resto de su cuerpo y con una intrusa: la cabeza de la mujer desconocida que no fue sacada del féretro, con lo cual, a día de hoy, el cuerpo de Joseph Haydn está enterado con dos cabezas.
Lástima que el verdadero artífice de la reunificación del cadáver, el príncipe Carlos Esterházy, no pudiera asistir al acto que tantos años le había costado materializar: en 1945 fue condenado a 15 años de cárcel por las autoridades de Moscú por su desafección al régimen comunista.
Gabriel Sánchez
La Filarmónica de Berlín interpreta la Sinfonía número 94, bajo la dirección de Giovanni Antonini 2015):