El diabólico Paganini (y 2): ¡Qué diablo tan caprichoso!
Cuando el diablo no tiene nada que hacer, el que se incrustó en el cuerpo –maltrecho cuerpo—de Paganini, en vez de matar moscas con el rabo, decidió inspirarle caprichos. Y ya se sabe; cuando un capricho se apropia del ser humano, no hay nada ni nadie que pueda detener la fuerza del deseo.
Paganini compuso 24 caprichos para violín entre 1802 y 1817. Eran piezas cortas para ser ejecutadas por el instrumento solista sin acompañamiento. En unas ocasiones, los caprichos eran utilizados como partituras de estudio para los que se iniciaban en el arte y la técnica del violín. Pero había algunos verdaderamente de difícil ejecución que requerían de una gran experiencia y virtuosismo para sacarlos adelante.
De todas las partituras que el genovés compuso en estos cuadernos, seguramente las más famosa de todas es el la última, la que lleva por número de orden el 24. Su originalidad llevó a a los grandes compositores del siglo XIX a intentar emular al virtuoso italiano, componiendo variaciones, partiendo de la base del capricho. Así lo hicieron, por ejemplo, Liszt, Schumann o Brahms. Todos ellos con gran éxito, desde luego.
Pero tal vez de las variaciones sobre el capricho número 24 la que ha quedado como paradigma de lo que es capaz de hacer un compositor a partir de una pieza ajena es la que compuso el ruso Serguéi Rajmáninov. Una obra sensible, llena de profunda emoción, vibrante en los momentos de la más alta ejecución. Escuchar la obra en un auditorio es todo un ejercicio de reconciliación consigo mismo, una oración íntima que sólo el que la escucha puede sentir por dentro. La obra está concebida para piano y orquesta y podría asemejarse a un concierto para piano y orquesta, pero es mucho más.
De los cinco minutos escasos que Paganini plasmó en el pentagrama, Rajmáninov eleva la partitura a los 20-25 minutos, según quien la ejecuta. Tiene estructura de concierto, aunque prefirió llamarla Rapsodia. Consta de 24 variaciones, tomando como base la idea de Paganini, pero enarbolando figuras musicales que rayan la excelencia. Las tres secciones de que consta la obra están divididas en: primera sección, desde la variación 1 hasta la 11; la segunda, desde la 12 a la 18 y la tercera, desde la 18 hasta el final.
No sólo se inspiró en la obra del compositor italiano, sino que Rajmáninov utilizó también el canto litúrgico medieval Dies Irae como parte de su Rapsodia. Puede escucharse en las variaciones séptima, décima y vigésimo cuarta.
La Rapsodia sobre un tema de Paganini fue compuesta por el músico ruso entre el 13 de julio y el 18 de agosto en 1934. En la partitura consta el lugar donde vio la luz: Villa Senar, una propiedad que el músico tenía en la localidad suiza de Lucerna, junto al lago. Allí, la familia Rajmáninov pasaba largas temporadas desde que el músico se exilió de Rusia tras la revolución de 1917.
Unos meses después de finalizada la partitura, la Rapsodia fue estrenada, concretamente en el mes de noviembre de ese mismo año. El músico había fijado su residencia en los Estados Unidos desde que tuvo que abandonar su país natal, aunque eran frecuentes sus viajes a Europa. El Lyric Opera House de Baltimore, en Maryland, fue el escenario donde se estrenó su Rapsodia sobre un tema de Paganini. Al piano, el propio Rajmáninov, en el atril de dirección, Leopold Stokowski, la orquesta, la Filarmónica de Filadelfia.
¡Ah, este diablo, qué magníficos caprichos tiene! Máxime si los pone en manos de hombres tan extraordinariamente sensibles que son capaces de elevar el capricho pasajero y juguetón a la más sublime obra musical.
Gabriel Sánchez
Mostramos aquí el capricho 24 de Paganini interpretado por Maxim Vengerov en 2014 y a continuación la variación que realizó Rajmáninov:
Y aquí, la Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rajmáninov, con Daniil Trifonov al piano y la Orquesta Filarmónica de Israel conducida por Zubin Mehta (2012):