Semanario Cultural

La perdurable actualidad cultural y sus efectos

UNA LECTURA PARTICULAR DE SUPLEMENTOS LITERARIOS.

Es evidente que los suplementos culturales no se ven sometidos al yugo de la apremiante (y fugaz) actualidad como sí lo están sus casas matrices, los periódicos generalistas, a los que complementan cada semana con lo que podríamos llamar una habitación con vistas… a la creación artística. Hay muchos ejemplos de eso que podríamos denominar perdurabilidad de lo actual en el periodismo cultural. Uno reciente lo tenemos en cómo a lo largo de las últimas semanas diferentes suplementos han ido dando protagonismo al escritor Ray Loriga y su última novela, con portada la pasada semana en EL CULTURAL, casi mes y medio después de que ABC CULTURAL le llevara a la suya. No funciona aquí lo de pisarse la noticia, no, e incluso asistimos a fenómenos curiosos como que el académico Anson publique en los dos suplementos citados: en el primero, del que es fundador, semanalmente, y en el segundo con cierta frecuencia como académico. Esta última semana lo hace en ambos.

Letras Libres – septiembre 2022

Unos días antes de que comenzáramos a publicar estos particulares resúmenes de las páginas literarias de los suplementos, la revista LETRAS LIBRES se preguntaba sobre su función y para ello solicitó la opinión de profesionales de algunos de ellos. Como descripción inicial, leemos en el reportaje que los suplementos son “vitrinas en donde se exhibe y se valida el arte de un tiempo, espacio intermedio entre el mercado y la cultura, entre la fugacidad de los diarios y la permanencia de lo artístico, entre el creador y el público, termómetros del nivel creativo de una sociedad artística y de su exigencia crítica, los suplementos culturales cumplen una función de bisagra entre lo que se hace y lo que se dice, entre lo que se escribe y lo que se lee, entre lo que se pinta y lo que se exhibe, entre lo que se compone y se interpreta”.

La revista se pregunta sobre su función primordial: ¿Reflejo de la oferta cultural o interpretación de la misma? Debe ser ambas cosas, contesta la editora de EL CULTURAL, Blanca Berasategui, pero reclama que va siendo hora de que ejerzan también de agentes culturales, para lo que deberían incluir “páginas de creación literaria, debates, entrevistas (…) y que sean capaces de separar el grano de la paja”. 

En la misma línea, que son reflejo e interpretación, se pronuncia María Luisa Blanco (BABELIA), pero dice que hay que tener en cuenta que “una cosa es la cultura y otra la oferta (esta palabra ya apunta a lo mercantil) cultural. ¿Qué lugar ocuparían los clásicos no contemplados bajo oferta alguna?” Y Fernando R. Lafuente (ABC CULTURAL) advierte de que debido al ingente número de títulos que se publican en España sería una tarea inútil tratar de reflejarlos todos, por lo tanto, cada semana el suplemento presenta, quiera o no, una interpretación de esa labor editorial: “Modestamente tratamos de acertar con la selección, porque al final ese reflejo semanal será, sin duda, una interpretación del pulso cultural (…) la ausencia de determinados títulos ya es un síntoma de su crítica. ¿Para qué malgastar páginas en una crítica negativa de un autor o autora sin interés? Otro caso es el de alguien reconocido que ha escrito una obra mediocre. Entonces sí merece que el crítico advierta al lector que, en este caso, le están dando, bajo el renombre del escritor, gato por liebre”.

Coincide en el análisis Llàtzer Moix (CULTURAS): “Un suplemento cultural vinculado a un medio de información general no puede cerrar los ojos ante la oferta de la industria cultural, pero está obligado a filtrarla, valorarla, jerarquizarla. Debe hallar el modo, en paralelo, de detectar y definir las nuevas tendencias”.

Voces de autor: las edades del escritor

Pues bien, vayamos a lo que nos llamó la atención de los suplementos en materia de libros la última semana. Encontramos cuatro entrevistas con escritores: Sergio Ramírez en ABRIL, Ray Loriga en EL CULTURAL, el poeta Antonio Gamoneda en LA LECTURA y Luis Mateo Díez en ABC CULTURAL. En todas ellas detectamos cierta amargura por el inevitable paso del tiempo, la fragilidad del cuerpo cuando se llega a la vejez o fruto de la enfermedad, y la escritura como quehacer ahuyentador de miedos.

Sergio Ramírez y Luis Mateo Díez

Exiliado en Madrid, Sergio Ramírez publica libro de cuentos: Ese día cayó en domingo, “una radiografía sentimental y horrorizada de lo que pasa en el país que lleva en el corazón y en los libros”, según lo define el autor de la entrevista, Juan Cruz. Cuenta Ramírez que su actual exilio, al contrario del que sufrió cuando la dictadura de Somoza, no es activo: “porque no tengo proyectos políticos en los que participar. Estoy exiliado desde la palabra, no desde la acción (…) la otra diferencia es la edad (80 años): antes tenía proyectos futuros y hoy ya tengo todo atrás. Mi único proyecto es la escritura”. 

También cumplidos los ochenta años, el escritor leonés Luis Mateo Díez le cuenta a Pardo Porto en ABC CULTURAL que vive “abducido por lo literario. Me está pasando un poco aquello que decía Kafka, que al final tenía la sensación de que él se había convertido en literatura”.  Autor de la trilogía que reunió bajo el título de El reino de Celama, la obra por la que se le recordará en la historia de la literatura española, Mateo Díez siente que siempre estuvo metido en la ficción: “Pronto le vendí el alma al diablo. Me entregué al diablo de la ficción y de lo imaginario, porque tenía como ciertas ansiedades vividoras. (…) Me decía: bueno, aquí está la vida, la vida que tú no vas a vivir. Yo no voy a conocer a nadie en la vida que sea Alonso Quijano, ni voy a conocer a los hermanos Karamazov, ni voy a conocer a Madame Bovary. Pero esos son los seres más radicales que existen”. Reflexiona sobre el paso del tiempo y los estragos en el cuerpo: “Tengo conciencia de que somos extremadamente frágiles. Frágiles en el ánimo, en la mente, en el cuerpo. Y con el tiempo me he ido dando cuenta de que el cuerpo pesa. Sí, el cuerpo pesa”. Y este tiende a retenerle en casa: ”¿Y qué haces en casa si además estás solo porque te has quedado viudo?… Escribir. La escritura es una incitación poderosa, apasionada, que ilumina mucho la conciencia de lo que eres y de quién eres. Y da placer… Un placer insustituible”. Y mientras escribe conjura a la muerte, a la que dice no tener miedo, aunque sí al modo en que se presente. Y ello, sin volver la vista atrás empujado por la nostalgia, un sentimiento que desecha: “A mí la nostalgia siempre me ha parecido un sentimiento endeble. Yo me amoldé a la melancolía como sentimiento. La nostalgia es como una ilusión de que cualquier tiempo pasado fue mejor…Pero la melancolía te hace tener un cierto resplandor de las pérdidas y de lo que no pudiste llegar a ser. Te da una cierta tristeza matizada … Y luego va con la edad. Es mejor ser un poco melancólico que no un hombre nostálgico cogido hacia atrás”. 

Antonio Gamoneda y Ray Loriga

Diez años más que Ramírez y Mateo Díez, pasa de los noventa, el poeta Antonio Gamoneda. Le entrevista Manuel Llorente en LA LECTURA, y cuenta el poeta leonés que a pesar de su edad sigue escribiendo cada noche: “Ahora mi situación es de la siguiente manera: a veces advierto en mí una especie de impaciencia y sé que es necesidad de escribir. Pero me siento en la mesa y no sé lo que voy a escribir; incluso no puedo decirte si va a ser poesía o cosa narrativa. Porque ya apenas lo distingo. No digo que luego, cuando está puesto en el papel, no sé: sí sé. Pero yo, como impulso, apenas lo distingo y apenas sé en qué estoy cuando me siento”. Y explica la visión de su obra poética, la del poema que se reescribe constantemente: “Yo tengo una sensación, seguramente cargada de equívocos, respecto de mi vieja escritura. Yo escribí poemas como una prolongación de mi vida y quizá también como una captación de la vida de los demás. Bien, pero qué ocurre; que han pasado 50, 60, 70, 80 años casi y aquellos poemas… respecto de la que es ahora mi vida en sus términos finales, pero con un devenir de atrás, son unos poemas incompletos. Tengo la sensación de incomprensión (…) lo que estoy haciendo es reescribiendo esos poemas”.

De Loriga ya hablamos la semana pasada. En la entrevista concedida EL CULTURAL, que firma Nuria Azancot, el escritor, recién recuperado de un tumor que pudo costarle la vida revela su temor a no poder seguir escribiendo: “la pregunta que me hacía a mí mismo era si iba a volver a escribir, si podría volver a construir una historia de algo, si la cabeza seguía funcionando más o menos igual de mal. En el fondo es tu trabajo, tu vida, y me angustiaba no saber si seguiría funcionando. Preferiría estar en una silla de ruedas y escribiendo que andando y no ser capaz de escribir, por decirlo crudamente”.

Loriga se pasó tres años sin escribir a causa del tumor, tiempo que pasó leyendo. En el suplemento Papel que ayer publicaba El Mundo, también hablaba Loriga de su enfermedad y de la posibilidad de seguir escribiendo, completando la respuesta anterior: “Si yo me lo pudiera permitir, viviría el resto de mi vida leyendo, sin escribir nada”, lo que no nos parece contradictorio con lo leído en EL CULTURAL, sino la explicación (el matiz de la subsistencia) como última razón de su escritura. 

Un año por delante para leer

Por lo demás, y al hilo del principio, siguen las recomendaciones de libros y las reseñas que los hacen atractivos. Nos llamaron la atención las buenas críticas a Tolstói ha muerto, de Vladimir Pozner, en ABRIL; Las voces de Ariadna, de Elvira Navarro, en EL CULTURAL; El fondo del puerto, de Joseph Mitchell, en Babelia; el libro de cuentos El Gran viaje, de Adolfo García Ortega, en ABC CULTURAL; y el ensayo Magníficos rebeldes, de Andrea Wulf, una relato sobre la aventura filosófica de los jóvenes del Círculo de Jena, cuna del Romanticismo y la comprensión moderna del yo. La reseña la pueden leer en Culturas.


E. Huilson

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