Relatos con música

Año nuevo y música de siempre

Imagen del Concierto de Año Nuevo (Archivo)

A veces da un poco de vergüenza mirar hacia atrás y ver cómo la historia ha traicionado tu afecto por aquello que siempre has considerado bello, importante, digno del ser humano. Pero si algo malo tiene la vida es que no está programado el botón de rebobinado en nuestro particular mando a distancia con el que intentamos dirigir nuestras emociones. Y no hay más remedio que asumir lo que ya no tiene remedio. Las obras culturales siempre merecen respeto, aunque las hayan modelado manos retorcidas. Y ese debe ser el consuelo: la cultura por encima de la idea canalla.

Viene a cuento esta reflexión banal porque para definir el origen, las motivaciones y la filosofía del muy reconocido y prestigioso concierto de Año Nuevo que cada  1 de enero interpreta la Orquesta Filarmónica de Viena, y que llega a más de 500 millones de espectadores repartidos por todo el mundo, hay que remitirse a un nombre siniestro en la reciente historia de la humanidad: Joseph Goebbels, el artífice de la propaganda nazi. Vamos a buscar una tabla de salvación al acontecimiento, aunque sea de esas que se usan para armar cajas de sardinas…

En el año 1928, la Orquesta Filarmónica de Viena, compuesta por los más prestigiosos músicos austriacos, tuvo la idea de ofrecer un concierto el día 31 de diciembre para despedir el año. En el programa, obras de los mejores compositores austriacos, pues el fin del evento era ensalzar el nacionalismo germano, del que el país alpino formaba parte de forma orgullosa. Y de entre todos ellos, naturalmente Johann Strauss hijo, que con sus valses y polkas había llevado la alegría a toda la región. El concierto estuvo dirigido por Johann Strauss III. La idea duró sólo seis años. En 1934 el concierto dejó de programarse. Cuatro años más tarde, en 1938, Alemania invadió Austria. Bueno, ellos lo llamaron fusión porque ambos países compartían culturas, idioma, historia, posición geográfica y otras pocas características que hicieron de esta iniciativa del Tercer Reich fuera vista con agrado por los austriacos. Hacía falta promover el acercamiento, amistad, buena armonía, nada de invasores e invadidos, sino todos hermanos en una sola idea y misión: Alemania sobre el mundo. Y el propagandista Goebbels recuperó la idea del concierto para reivindicar el protagonismo austriaco en la acción política que ejecutaba Alemania. La orquesta encargada de tan brillante idea sería la Filarmónica de Viena, eso sí, limpia de judíos. Para ello, muchos músicos fueron deportados a campos de concentración. A los que tuvieron menos suerte, se les ejecutó. Y para darle más brillantez al acto propagandístico se decidió que la recaudación del concierto fuera a parar a las arcas alemanas para atender a los habitantes austriacos  más desfavorecidos. Omito el nombre en alemán de la campaña  porque la palabra consta de 19 letras y sólo seis son dos vocales (la e y la i). 

El concierto de 1939, el primero de la era Goebbels se celebró el 31 de diciembre. Finalizada la guerra, se oficializó el 1 de enero como la fecha para el acontecimiento musical que no ha variado desde entonces. Pero ha habido modificaciones curiosas desde sus inicios. Willi Boskovsky era el director de la Filarmónica de Viena, encargado de dirigir el concierto de Año Nuevo desde 1954 hasta 1978, cuando tuvo que dejar el podio por problemas de salud. Le sustituyó el director francés Lorin Maazel, quien estuvo al frente del concierto de Año Nuevo hasta 1985. La propia orquesta decidió ese año que fuera un director nuevo quien se pusiera al frente de la Filarmónica en cada concierto, como así ha sido desde entonces, dando entrada a las más prestigiosas batutas.

Incluso antes de la globalización, el prestigioso concierto tiene millones de adeptos en todo el mundo que desearían presenciar el acontecimiento musical en directo. Y es verdaderamente difícil acceder a la sala dorada del Musikverein, el teatro que se construyó en 1870, por orden del emperador Francisco José para albergar a la Orquesta Filarmónica de Viena. 

Aquí van las tarifas: la entrada más barata cuesta 35 euros y la más cara, 1.090. Se adjudican por sorteo. Desde el 1 hasta el 28 de febrero de cada año, se abre en la página web de la orquesta la ventana para que quienes lo deseen puedan solicitar las entradas. En marzo se realiza el sorteo y los agraciados son contactados vía correo electrónico para que confirmen su asistencia y paguen las entradas. El resto tendrá que esperar al año siguiente a ver si hay suerte.

Pero un importante cupo queda en manos de las agencias internacionales de turismo. Ofrecen un viaje de ensueño: cuatro días en Viena, desde el 29 de diciembre al 2 de enero, durante los cuales se puede visitar la ciudad, hacer pequeñas excursiones por los alrededores, cenas y bailes de fin de año en distinguidos palacetes y… ¡asistir al concierto de Año Nuevo! El precio varía según el hotel que cada uno haya elegido para alojarse. La media en un hotel de 4 estrellas es de unos 2.500 euros. Esta cantidad incluye una entrada para el concierto, pero de pie. Si algún viajero quiere “mejorar” (ese es el verbo que se utiliza para publicitar el viaje) su entrada, lo puede hacer pagando un suplemento y poder asistir a la función sentado que va desde los 300 euros por una butaca en el gallinero (ellos lo llaman platea, que queda mejor) hasta los 600 euros en butaca de patio. Y, como puede apreciarse cada año, el cartel de No hay billetes, se cuelga en la puerta del Musikverein mucho antes de que dé comienzo la función. 

De los reventas no se tienen noticias, pero seguro que los habrá, ¡vaya que si los habrá! Por muy germanófilos que sean los austriacos. 

Gabriel Sánchez

La Marcha Radetzky. Concierto de Año Nuevo 2023 dirigido por el austriaco Franz Welser-Möst:

Un comentario en «Año nuevo y música de siempre»

  • No tenía ni idea de que las entradas se adjudicaban por sorteo. Nosotros siempre ponemos la TVE, la Uno, y vamos escuchando esa maravilla mientras recogemos los restos del naufragio de la última noche del año. Es ya una tradición. Creo que lo prefiero al sorteo, aunque una experiencia como esa una vez en la vida puede ser maravillosa.

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